Miércoles, 3 de mayo de 2017
UNA NACION ESCLAVIZADA- RICHARD WURMBRAND
Una
relación de los sufrimientos y testimonio
de la Iglesia Subterránea en los países tras
la Cortina de Hierro.
Traducido
y adaptado por
CARLOS A.
MORRISNuestro ministerio subterráneo a una nación esclavizada
La segunda faceta de nuestra obra era nuestro trabajo misionero subterráneo entre los propios rumanos. Muy pronto los comunistas se quitaron sus mascaras. Al principio usaron la seducción para ganar a los dirigentes cristianos, pero luego comenzó el terror. Miles fueron arrestados. Ganar un alma para Cristo comenzaba a ser una cosa dramática para nosotros también, como lo había sido por tanto tiempo para los rusos.Yo mismo estuve mas tarde en prisión junto a otras almas a las cuales Dios me había ayudado a ganar para Cristo.
Estaba en
la misma celda con uno de ellos, que había dejado a sus seis hijos, y que ahora
estaba en prisión por su fe cristiana. Su mujer y sus hijos se hallaban
desamparados y hambrientos. Probablemente nunca más los vería. Le pregunte:
“¿Siente Ud. algún resentimiento hacia mi por haberle traído a Cristo,
considerando que su familia ahora esta en la miseria?” Me dijo: “No tengo palabras para expresarle mi
gratitud por haberme traído a este maravilloso Salvador. No quisiera que
hubiera sido de otra manera”.
Predicar
a Cristo bajo las nuevas condiciones no era tarea fácil. Logramos imprimir
varios folletos, pasándolos a través de la severa censura de los comunistas.
Presentábamos al censor un folleto que tenia en su portad el retrato de Carlos
Marx, el fundador del comunismo. Llevaba el titulo “La religión, Opio de los
Pueblos”, u otros parecidos. Este los consideraba literatura comunista y colocaba
el sello aprobatorio en ellos. Después de unas pocas paginas llenas de citas de
Marx, Lenin y Stalin, con las cuales agradábamos al censor, dábamos el mensaje
de Cristo.
La
Iglesia Subterránea lo es solamente en parte. Al igual que un témpano una pequeña
parte de su obra es visible. Íbamos a las reuniones comunistas y distribuíamos
esos folletos “comunistas”. Estos, al ver el retrato de Marx, competían por
comprarlos. Para cuando llegaban a las páginas que realmente nos interesaban y
se daban cuenta que hablaba de Dios y de Jesús, estábamos muy lejos.
Resultaba,
en cierto modo, difícil predicar entonces. Nuestro pueblo estaba muy oprimido.
Los comunistas les quitaron todo a todos. Al agricultor le quitaron tierras y
ovejas. Al peluquero o sastre le quitaron su pequeño negocio. No solamente
sufrían los “capitalistas”, sino también los pobres. Casi todas las familias
tenían algún familiar en prisión, y la pobreza era extrema. Por eso la gente
preguntaba: “¿Cómo es que un Dios de amor permite el triunfo del mal?”
Tampoco
les hubiera sido muy fácil a los primeros
apóstoles predicar a Cristo el Viernes Santo, cuando Jesús moría en la cruz,
pronunciando las palabras: “Dios mío, Dios mío ¡porque me has desamparado?”
Pero el
hecho de que nuestro trabajo fuera realizado
probaba que era de Dios y no de nosotros. La fe cristiana tiene una respuesta
para tales preguntas.
Jesús nos
contó la historia del pobre Lázaro, oprimido en su tiempo como nosotros éramos
oprimidos, aunque al final los àngeles lo llevaron al “seno de Abraham”.
Como la Iglesia Subterránea trabajo parcialmente en
forma abiertaLa Iglesia Subterránea se reunía en casas particulares, en los bosques, en los sótanos; dondequiera que pudiera hacerlo. Allí, en secreto, a menudo se preparaban los trabajos que se harían en forma abierta. Bajo el régimen comunista pusimos en práctica un plan de reuniones de predicación en plena calle, pero con el tiempo llego a ser demasiado peligroso. Sin embargo, por ese medio llegamos a muchas almas que de otro modo no habríamos podido alcanzar. Mi esposa era muy activa en esto. Algunos cristianos se reunían silenciosamente en las esquinas y comenzaban a cantar. Al escucharlos, mucha gente se reunía para oír el hermoso canto, y entonces mi esposa aprovechaba para entregarles el mensaje. Abandonábamos el lugar antes que llegara la policía.
Una
tarde, mientras me encontraba en otro lugar, mi esposa entrego el mensaje
delante de miles de trabajadores, a la entrada de la gran fabrica Malaxa, en la
ciudad de Bucarest. Les hablo de Dios y de la salvación. Al día siguiente
muchos obreros de la fábrica fueron fusilados después de rebelarse en contra de
las injusticias de los comunistas. ¡Habían escuchado el mensaje muy a tiempo!
Éramos
una Iglesia Subterránea, pero al igual que Juan el Bautista, hablábamos
abiertamente de Cristo a los hombres y gobernantes.
En cierta
oportunidad, en las escalinatas de uno de nuestros edificios públicos, dos
hermanos se abrieron paso hasta donde se encontraba nuestro Primer Ministro Gheorghiu Dej. En los pocos instantes que tuvieron
testificaron a el de Cristo instándole a que se arrepintiera de sus pecados y
persecuciones. Los hizo encarcelar por su temerario testimonio. Años mas tarde,
cuando el mismo Ministro Gheorghiu Dej estaba muy enfermo, la semilla del Evangelio que aquellos hombres habían sembrado años
atrás, y por la cual habían sufrido enormemente, dio su fruto. En su hora de
necesidad, el Primer Ministro recordó las palabras que le habían dicho y que
eran como la Biblia afirma: “viva y eficaz, y mas cortante que toda espada de
dos filos”. Ellas penetraron la dureza de su corazón, y se entrego a
Jesucristo. Confeso sus pecados, acepto a su Salvador y comenzó a servirle en
su enfermedad. Al poco tiempo murió, pero fue para estar con su recién
encontrado Salvador, porque dos cristianos estuvieron dispuestos a pagar el
precio. Ellos son un típico ejemplo de los cristianos valerosos en los países
comunistas de hoy.
Así, la
Iglesia Subterránea no solamente trabaja en reuniones secretas, haciendo
actividades clandestinas, sino también en forma abierta, con valentía
proclamando el evangelio en las calles y a los dirigentes comunistas. Había un
precio, pero estábamos dispuestos a pagarlo. La Iglesia Subterránea sigue
dispuesta a pagarlo hoy también.
La
Policía Secreta persiguió mucho a la Iglesia Subterránea, porque reconocía que
esta era la única resistencia efectiva que quedaba, y precisamente una clase de
resistencia, la espiritual que si no era combatida terminaría por socavar su
poder ateo. Reconocieron, como solo el diablo puede hacerlo, que representaba
una amenaza inmediata para su seguridad. Sabían que si un hombre cree en Cristo
jamás llegara a ser un objeto sumiso, sin voluntad propia. Sabían que podían
encarcelar a los hombres, pero no podrían encarcelar su fe en Dios. Por eso
luchaban tanto en su contra.
Pero la
Iglesia Subterránea también tiene sus simpatizantes o
miembros aun en los gobiernos comunistas y la Policía Secreta.
Dimos
instrucciones para que algunos cristianos ingresaran a la Policía Secreta y se
pusieran el uniforme mas odiado y despreciado por nuestro país, y de esta
manera pudieran comunicarnos sus actividades. Por eso varios hermanos de la
Iglesia Subterránea se enrolaron, manteniendo oculta su fe. No es fácil sufrir
el desprecio de la familia y amigos por usar el uniforme comunista, sin poder
decirles su verdadera misión. Pero lo hicieron. Tan grande era su amor por
Cristo.
Cuando
fui secuestrado en plena calle y mantenido por años en el mas estricto secreto,
un medico cristiano se hizo miembro de la Policía Secreta. Como medico de esta
tenia acceso a las celdas de los prisioneros y de este modo esperaba poder
encontrarme. Todos sus amigos lo despreciaron, creyendo que se había hecho
comunista. Lucir el uniforme de los torturadores es un sacrificio mucho mayor
por Cristo que usar el uniforme de prisionero.
El medico
me encontró en una mazmorra oscura y subterránea y pudo comunicar que aun me
encontraba vivo. ¡Fue el primer amigo que pudo verme durante esos terribles
primeros ocho años y medio! Gracias a el se supo que yo estaba vivo y cuando se
libertaron a presos políticos a raíz de la amnistía concedida después de la
conferencia entre Eisenhower y Kruschev, en 1956, los cristianos clamaron por mi
libertad también. Entonces me libertaron por un poco de tiempo.
Si no
hubiese sido por la valerosa acción de aquel medico cristiano al enrolarse en
la Policía Secreta con el propósito específico de localizarme, jamás hubiera
sido liberado. Es posible que todavía estuviera en la cárcel (o en la tumba).
Aprovechando
su posición en la Policía Secreta, estos miembros de la Iglesia Subterránea nos
advirtieron de peligro muchas veces, y fueron de gran ayuda. La iglesia
Subterránea todavía cuenta con la ayuda de esos miembros suyos infiltrados en
la Policía Secreta. Algunos ocupan altas posiciones en los círculos comunistas,
ocultando su fe. Un día, en el cielo, podrán hacer pública su proclama de
Cristo, a quien ahora sirven en secreto.
Sin
embargo, muchos miembros de la Iglesia Subterránea fueron descubiertos y
encarcelados. Entre nosotros también teníamos nuestros propios “Judas”, que
informaban a la Policía Secreta. Los comunistas usaron los golpes, las drogas,
las amenazas y el chantaje con el fin de lograr que nuestros ministros y laicos
informaran sobre sus hermanos.
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