Lunes, 29 de febrero de 2016
EN LOS CAMPOS DE FLANDES
POR BERNARD RAGNER
El más bello poema en lengua inglesa inspirado por la primera guerra mundial
EN LOS CAMPOS
DE FLANDES
POR BERNARD RAGNER
Condensado del suplemento dominical del "Times" de Nueva York
EN
1915, durante la segunda batalla de de Ypres (Francia), el coronel
John McCrae, oficial de sanidad militar del Ejército canadiense,
escribió con lápiz las tres inmortales estrofas de In Flanders Fields
("En los campos de Flandes") en una hoja arrancada dr un cuaderno de
despachos. Envió el poema anónimamente a la revista londinense Punch,
cuyo diiretor, reconociendo su valor literario, lo publicó. Como por
arte de mágia, aquellos versos se leían poco tiempo después en todos los
confines la Tierra.
"Este
poema nació literalmente del fuego y la sangre durante la etapa más
encarnizada de la batalla , escribe el mayor general E.W. B. Morrison,
jefe de McCrae. "Mi cuartel general estaba en una trinchera, en lo alto
de una de lasmárgenes del canal de Ypres, y el puesto de primeros
auxilios de John se hallaba instalado en otra, al pie de la misma
orilla. Ambos habíamos visto muchas veces, en los 16 días que duró la batalla, a los capellanes en el acto de enterrar a los muertos cada vez que había una pausa en el fuego. A menudo oíamos por la mañana a las alondras cantar en las alturas, entre
el estallido de las granadas y- el tronar de los cañones de la batería
que teníamos al lado. Y veíamos que las cruces iban formando filas y más
filas, hasta formar un cementerio bastante grande".
Después
de 1915, las cruces de madera fueron remplazadas por lápidas de
granito. Cerca de ellas se alza un monumento en que aparecen tallados
algunos versos del poema. El mismo McCrae está sepultado en Wimereux, en
Pas-de Calais (Francia). Cada año, el 11 de noviembre, Día del
Armisticio, los funcionarios del municipio y el vicecónsul británico
efectúan una breve ceremonia junto a su tumba, sobre la que desparraman amapolas rojas.
EN LOS CAMPOS DE FLANDES
En los campos de Flandes crecen las amapolas
fila tras fila, entre las cruces que marcan nuestras tumbas,
y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra
su voz apagada por el fragor de los cañones.
Somos los muertos. Hace pocos días vivíamos, palpábamos auroras,
el rojo del crepúsculo, amábamos,. éramos amados; y
ahora yacemos en los campos de Flandes.
Contra el enemigo proseguid
nuestra lucha;
tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos exangües:
¡Es vuestra para que la alcéis bien alto!
Si faltáis a la fe de nosotros los muertos
nunca descansaremos,
aunque florezcan en los campos de Flandes las
amapolas.
— JOHN MCCRAE
—B. C. H. (Denver, Colorado)
MARK TWAIN, Mi corpulento perdiguero irlandés, me
hocicaba aquella mañana en una rodilla pidiéndome un bocado del tocino frito
con que me estaba desayunando. Al ver que nada conseguía, levantó ambas manos, las apoyó en mis muslos y se
estrechó contra mí en súbita e interesada explosión de cariño.
Ni por ésas hubo tocino.
Mi asiento quedaba cerca de la,ventana que mira a un
prado. De repente, Mark Twain alzó la cabeza y
permaneció inmóvil, con la vista fija en dirección a la ventana. Volví
instintivamente la cara, por saber qué era lo que le había llamado la
atención. Y ahí fue donde él, adelantando el
hocico hacia el plato, barrió instantáneamente de un lengüetazo con parte del
tocino.
—W.
J. A. (Media, Pensilvania)
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