“MI CORAZÓN INQUIETO “
POR VIENTO SOLLOZANTE
Primer Libro
234
MI CORAZÓN INQUIETO
Durante más de un mes Ciervo Perdido había estado pidiendo un perrito, pero su
padre no hacía más que decir: —¡No quiero perros! Un perro haría cuevas en el
jardín, perseguiría a los patos y nos mataría a los conejos. No quiero perro y
no se hable más.
Pero todas las noches Ciervo Perdido pedía un perrito en oración y por la mañana se quedaba decepcionado al no
encontrar un perrito esperándole.
Yo estaba pelando papas para la cena y él estaba sentado sobre el suelo a mis
pies preguntando por enésima vez: —¿Por que no quiere papá que tenga un perrito?
—Porque da muchos problemas. No llores, a lo mejor algún día te lo dará —le
dije para animarle.
—i No, no me lo va a dar, no tendré un perrito ni de aquí a mil años! —dijo
llorando.
Vi su carita sucia y llena de lágrimas y no pude negarle su único deseo, así
que pronuncié las palabras que fueron dichas por primera vez por Eva:__ Sé de
qué manera hacerle cambiar de opinión a papá.
—¿De veras? —dijo Ciervo Perdido,
secándose las lágrimas y dando un respingo.
Le di una papa y le dije: —Llévala contigo para que se convierta en un perrito.
Eso lo dije muy bajo para que nadie pudiese oírme.
—No la pierdas de vista ni por un momento. Tenla contigo siempre y al tercer
día átale una cuerdecita alrededor y paséala por el patio y veremos lo que
sucede.
Ciervo Perdido tomó la papa con las dos manos. —Mamá, ¿cómo se convierte una
papa en un perrito? —dijo dándole vueltas.
—i Sh. Es un secreto! —le dije en voz baja y le mandé para afuera.
—¡Señor, tú sabes lo que tiene que hacer una mujer para que haya paz en su
hogar! —dije en oración.
Ciervo Perdido llevó la papa fielmente con él durante dos días.
Al tercer día le dije a Don: —Tenemos que conseguirle un animalito a Ciervo
Perdido.
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—¿Qué te hace pensar que necesita un animalito? —dijo Don apoyándose en la
puerta.
—Me temo que tiene problemas emocionales —le contesté. —Ha estado paseando una
papa durante días enteros, le llama Skipper y dice que es su perrito. Se la
lleva con él a la cama, la baña y ahora mismo le ha atado una cuerdecita y la
está paseando por el jardín.
—¿Una papa? —preguntó Don, mirando por la ventana y viendo a Ciervo que llevaba
a su papa a dar un paseo.
Cuando la papa se pudra le destrozará el corazón. Guardé los últimos cacharros
y continué: —Además, cada vez que pelo papas para la cena Ciervo se echa a
llorar porque dice que estoy matando a la familia de su perrito.
—¿Una papa? —repitió Don— ¿mi hijo tiene una papa como si fuera un perrito?
—Bueno, como tú dijiste que no podía tener un perrito y creo que para él fue
una terrible decepción, algo le ha afectado la mente y está seguramente a punto
de, un colapso nervioso —le dije.
—¡Pero si no tiene más que tres años!
—dijo Don. —¡ Los niños de tres años no tienen colapsos nerviosos!
—Entonces ¿por qué se dedica a pasear una papa con una cuerdecita por el
jardín? —le pregunté.
—Mañana le traeré a casa un perrito —me dijo y salió a buscar a Ciervo. Cuando
le dio un portazo a la puerta le oí decir una vez más: —¿Una papa como si fuese
un perrito?
Al día siguiente Don trajo a casa un perrito inquieto y dos gatas que esperaban
gatitos, de los cuales tendríamos pronto catorce.
Todo el mundo estaba contento. Don creía que había evitado que su hijo sufriese
un colapso nervioso y Ciervo Perdido tenía su perrito (y dieciséis gatitos) y
creía que su madre podía convertir una papa en un perrito.
¡ Bienaventurados los pacificadores!
236 MI CORAZÓN INQUIETO
Pero en el fondo de mi mente había una
pequeña vocecita que me recordaba constantemente que yo le había hecho un
truco a mi esposo y no había sido sincera con él. Cierto que le había convencido para que le trajese un
perrito a Ciervo, pero hubiese deseado
haberlo conseguido de otro modo. Lo que
había comenzado como algo perfectamente sencillo había ido aumentando,
convirtiéndose en un peso que llevaba en mi corazón. Yo me preguntaba si no debía de contarle a Don mi engaño y decirle que lo sentía.
Una noche mientras cenábamos Pequeño Antílope dijo —Hoy he visto un potrillo en
la granja de los Oaks y era muy bonito. Daddy ¿puedo tener un caballito?
Se hizo el silencio en la, habitación y todos los ojos estaban fijos sobre Don.
El colocó su tenedor sobre la mesa y puso su mano sobre el hombro de Pequeño
Antílope.
En un susurro exagerado le dijo: —Hijo mío, si quieres un potrillo, así es como lo conseguirás. Primero, toma una sandía
grande, átale una cuerdecita y arrástrala por toda la casa ...
Yo le di un golpe a mi vaso, que estaba lleno de té helado y me atraganté.
—¿Cómo lo sabías? —pregunté casi ahogándome.
Don se echó a reír. —Cuando le di el perrito a Ciervo Perdido me dijo que tú le
habías dicho que podría lograr que una papa
se convirtiese en un perrito. Entonces
fue cuando me imaginé lo que había pasado.
—¿Estás loco? —le pregunté. —Ya sé que estuvo mal engañarte, aunque no me di
cuenta de ello hasta después y entonces era ya demasiado tarde.
—Si yo no hubiese sido tan duro y tan cabezón no hubieses tenido que recurrir a los
trucos. Cuando vi la expresión en el rostro de Pequeño Antílope al abrazar a su perrito, supe que había estado
equivocado. Si hubiese sido más
abierto y hubiese estado más dispuesto a escucharte, y no hubiese estado tan seguro de llevar siempre la razón y de que los demás
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estaban equivocados, podríamos haberlo arreglado —dijo riendo otra vez. —Te
perdonaré si tú me perdonas a mí.
Yo me sonreí al borrarse de mi corazón la
culpa que había sentido. —¿Una sandía
que se convierte en un caballito? —le pregunté y todos nos echamos a reír.
CIERVO PERDIDO
Creo que hay dos en mí.
Yo y otro,
Pero se parece muchísimo a mí, Así que no puede ser mi hermano.
A veces cuando me despierto, Siento ganas de ser malo;
Doy patadas y tiro los juguetes, ¡Y me pongo tan furioso!
Me pongo de muy mal humor,
Y entonces nada me va bien;
Quiero meterme de nuevo en la cama Y hacer como si fuese de noche.
Me he puesto los zapatos en el pie equivocado
Me he puesto la camisa al revés, Me tiro al suelo
Y pataleo, grito y me enfurruño.
Ojalá fuese un hombre grande Y muy, muy mayor ...
Nunca me pondría ropa
Sólo cuando hiciese frío.
Me pongo tan furioso que quiero llorar,
Y después quiero gritar,
Pero entonces mi madre querría saber
¿Qué es lo que me pasa?
238 MI CORAZÓN INQUIETO
Me siento en mi cama pensando,
Sintiendo deseos de ser un hombre mayor,
entonces mi madre entra de puntillas
me mira con una alegre sonrisa.
Me pregunta si me puede ayudar a vestirme,
Pero yo me puedo vestir solo, ¡supongo!
Le sonrío y me alegro tanto
De que no sepa que estaba muy furioso.
Agarro mis pantalones y Me pongo la ropa,
Y la camiseta ni siquiera Se me engancha en la nariz.
Mamá me abraza y me hace el desayuno ¡Y yo estoy muy alegre
Porque no quiero que se entere
De mi otro yo!
CAPITULO VEINTINUEVE
Fl sol del verano rojo y ardiente, se ocultaba tras los cerros, mientras Don y
yo tomados de la mano, contemplábamos desde las colinas rocosas, nuestra casa
en tonta manera.
Los niños estaban ocupados, corriendo entre los altos pinos, jugando a la
escondida.
Pequeño Antílope había crecido mucho. Era un muchachito callado, pensativo y
sensible y yo sabía que nuestro primogénito nos daría siempre motivos de estar
orgullosos.
Ciervo Perdido era todo risas y chistes y le hacía rabiar a su hermano pequeño
hasta las lágrimas. Ciervo Perdido siempre podía hacer reír a cualquiera,
incluso en sus peores días y la vida le resultaría mucho más fácil que a la
mayoría de las personas.
Nube de Nieve era pequeño para su edad y a veces difícil de comprender, pero
tenía la carita de un ángel y al hacerse mayor logrará grandes cosas.
Y Tormenta Primaveral es una gordita
cariñosa. ¡Qué preciosa eres, hija mía y qué gozo nos das!
Tormenta Primaveral se acercó a mí y me entregó una florecita que había
aplastado con su manita regordeta.
Yo la tomé, la acerqué a mis labios y la besé. ¡ Flores de verano! i Qué
recuerdos me traen!
Miré a Don, mi maravilloso, fuerte y paciente esposo, mi ancla, mi roca y mi
gran amor.
Se volvió, me sorprendió mirándole y me sonrió. —Creo que la próxima primavera te compraré un caballo —me dijo.
240 MI CORAZÓN INQUIETO
—¡Un caballo, voy a tener un caballo!
—dije encantada. —¡ Con un caballo seré otra vez india!
—¡Viento Sollozante tú nunca has dejado
de ser india! Siempre pertenecerás a la
puesta de sol de hace cien años. El resto del mundo vive en el siglo veinte y
habla acerca de enviar cohetes a Marte, pero
tú vives en el siglo dieciocho y hablas
acerca de los caballos que corren por el dilatado desierto. Tú has sido siempre india y siempre lo serás. Tu amor por los espacios abiertos es parte de nuestros
hijos, lo veo en sus ojos. Las montañas, el viento, les llaman y los ponen
inquietos. Míralos ahora, corriendo entre los árboles, no son solamente niños
que juegan, se parecen más a los caballos salvajes que corren en estampida por
el valle.
Mi esposo agregó con tristeza: —Viento
Sollozante, son tus hijos y qué poca sangre mía
llevan.
—Pero se parece más ti —le dije, queriendo borrar la tristeza de su voz.
—Sí, tienen la piel sonrosada y los
cabellos rubios, pero en sus ojos negros se
dibuja esa expresión cerril que viera yo
una vez en el rostro de una doncella kielcapu en un bosque, hace tiempo. Y al decirlo, sonrió.
Durante tanto tiempo la vida me había parecido un puñado de polvo, pero cuando
le entregué mi vida a Dios, él había llenado ese vacío, me había quitado el
temor y había colmado de paz mi corazón.
—¡No me falta nada, absolutamente nada
en el mundo —dije sonriendo.
Don me tomó de la mano, y emprendimos el regreso a casa.
Nuestros tres hijos corrían fuertes delante de nosotros, riendo y gritándonos
que nos diésemos prisa, mientras Tormenta Primaveral daba pasitos inciertos a
nuestro lado.
Se estaba poniendo el sol, cubriendo de arreboles cielo y tierra. "Viento Sollozante, me dije, se han cumplido tus
sueños." FIN
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