QUEMA Y SAQUEO DE VILLA DE HUEHUETENANGO
LA CATEDRAL(
HORACIO CASTILLO GALINDO
8 de DICIEMBRE
1874-1974
Aquel
escopetazo magistral salvó la población de la derrota, aunque no del saqueo ni del incendio que- consumió más de la mitad de sus casas y ardió durante
tres largos días.
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Herido el
general y á tuto" sobre las espaldas del indio Mingo, tuvo que abandonar la
escena del combate. Lo mismo hizo el mariscal Cruz (Tatalapo), picando la mula
de día y de noche, hasta esconderse en las montañas de Verapaz.
Pero el general Barrios no olvidó nunca aquel
desastre alcohólico-táctico, ni tampoco (aunque ignoró siempre el nombre del otorgante)
el llavinazo de tiro largo que le propinó el
pundonoroso Justo. Su odio implacable hacia
Huehuetenango, hizo que al asumir el solio presidencial, se ensañara inhumanamente contra
el pueblo más inocente y sumiso de la República. No es posible imaginar crueldad
más inaudita, ni saña más perversa y malvada. Nombró jefe político y comandante de armas del
departamento, a un canalla sin entrañas, a un
sicario inhumano y sanguinario :
Evaristo Cajas, el cual puso inmediatamente en práctica procedimientos
que habrían hecho palidecer de envidia hasta a
los más sombríos ejecutores del Santo Oficio.
Los tormentos comenzaron, precisamente, contra las
gentes más pacíficas y religiosas de la población : mujeres y ancianas.
Profanó la santidad del templo obligando a todas las viejecitas rezadoras, a orar de rodillas sobre granos de maíz, de día y de
noche, azotando a latigazos a aquellas que enmudecieran vencidas por el
hambre o el cansancio. Varios sargentones chicote en mano, descargaban sin piedad azotes , sobre las espaldas y los
hombros de las aterradas mujeres y las
viejecitas desorbitadas sobre cuyas blancas y venerables cabezas caían sin tregua los chicotazos y los golpes. Es imposible olvidar en esta lista de mártires, los
nombre de doña Isidra Herrera y de doña Refugio Rivera. Dignas figuras del magisterio fueron a continuación vejadas y ultrajadas. El preclaro
intelectual huehueteco licenciado y maestro don Domingo Morales,
quien por sus relevantes méritos llegó en regímenes posteriores a ocupar el. cargo de ministro de Instrucción Pública, fue
encarcelado y apaleado, obligándosele luego a barrer las calles de
la población hostilizado y vapuleado en plena vía
pública por un sicario de chicote.
Cajas encarceló a todos los vecinos del pueblo martirizándolos de
día y de noche con la tortura del hambre, la sed y el palo,
exigiéndoles a cambio de su rescate, dinero y
alhajas, propiedades y semovíentes: todo cuanto tenían. Y no contento con despojarlos de todos sus bienes, procedió a fusilar a muchos de ellos, en la
plaza de armas del pueblo. Reunió en masa al
aterrado vecindario y le sometió a trabajos forzados, obligando a la población de Huehuetenango, bajo el sol o la
lluvia, los insultos y los golpes, a construir con sus propias manos los empedrados
de la villa de Chiantla. Trasladó con orden del gobierno la
cabecera departamental a aquella villa, provocando así la rivalidad y el odio entre los dos pueblos hermanos (odio y
rivalidad felizmente desaparecidos a la fecha). La ola de
espanto cundió pronto por todos los pueblos del
departamento (salvo en Chiantla, que
el tirano nunca hostilizó porque sus milicianos siempre le ayudaron en sus
reiteradas intentonas). Fue Benito Melgar,
el ejecutor de aquellas depredaciones sangrientas; mejor dicho, de aquellas feroces carnicerías. Y fue Cuilco, el primer pueblo infortunado
que de pronto
le vio llegar investido del cargo de comandante local El referido esbirro saqueó las entonces
haciendas, robó los bienes y el ganado, amontonó en
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la cárcel a todos los vecinos pudientes,
sometiéndolos al tormento del látigo y el hambre y a los vejámenes más inicuos. En la propia plaza del pueblo y en presencia de los
aterrados habitantes, fusiló a don Alejandro
Quiñónez, a don Felipe Osorio y seis vecinos más, luego de despojarlos de todo
cuanto tenían: dinero en efectivo, ganado y propiedades. De allí pasó (en premio a su
barbarie y su obediencia incondicional al tirano) a la ciudad cabecera, con el cargo de mayor de plaza,
confabulándose así los dos réprobos en su atroz y repugnante tarea.
Luego, Melgar, con fuerte contingente de tropas,
llegó el 14 de septiembre de 1884 al tranquilo pueblecito de Soloma, procediendo
a encarcelar a los habitantes más conocidos, para luego fusilarlos en
presencia de los moradores del lugar. Así
fueron sacrificados don Joaquín Rivera, don Abraham Santos, don Martín Luis, don Juan Montoya,
don Mariano Tello y doce infelices más.
De Benito Melgar, dice don Adrián Recinos en su excelente "Monografía del
departamento de Huehuetenango" (edición de 1913) : "Sentenciaba sin apelación, imponía castigos que él mismo ejecutaba para aturdirse con la sangre y el
dolor ajenos; azotaba, colgaba y mutilaba a sus víctimas; les
amputaba los miembros, los desollaba, les arrancaba la lengua... ".
Y no hay que olvidar al leer esta cita textual,
todo lo que de prudente, imparcial y
justiciero tuvo siempre don Adrián en la redacción de sus escritos. En esa misma página de su libro, dice,
refiriéndose a lo que pasaba entonces en la
ciudad cabecera : "De todos los pueblos iban
llegando nuevas víctimas, para ser inmoladas ante el pueblo horrorizado. La alarma y la zozobra reinaban en
todos los hogares; se allanaban las
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casas, se ocupaban los bienes, se amenazaban las vidas, se mancillaba el
honor". (Página 120 de la obra citada).
Eso
fue lo que el "Reformador" hizo con mi pobre pueblo : ¡
primera Lídice inocente y atormentada, cuyo martirologio no es justo ni es
honrado que se olvide. ¡ Primero, el saqueo y el incendio ;
después, las vejaciones, las torturas, los robos, las
violaciones y los fusilamientos!
Huehuetenango olvidó, en cambio, sus heridas, sus afrentas y martirios,
con más generosidad que el
autócrata. Aplaudió entusiasmado sus
posteriores triunfos; le
ofrendó la sangre de sus hijos cuando
emprendió la campaña unionista y le lloró conmovido, a la hora de su
muerte.
Hay, sin embargo, en la plazoleta de
entrada, por el lado sur de la ciudad, cierto busto
barbudo que si yo fuera alcalde de mi pueblo, bajaría del zócalo inmediatamente y con honda satisfacción
para mi conciencia.
_________________ Nota: CAPITAN AQUILINO GOMEZ CALONGE, CORREGIDOR Y COMANDANTE GENERAL DEL DEPARTAMENTO DE HUEHUETENANGO, ORIGINARIO DE TEJADO, PROVINCIA DE SORIA, ESPAÑA.
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