viernes, 22 de diciembre de 2023

MARÍA NOVELA AMERICANA POR JORGE ISAACS- 3-

 

MARÍA

NOVELA AMERICANA POR JORGE ISAACS

Hemos devorado las páginas de esta preciosa novela, de este relicario de sentimientos puros suspendido del cuello alabastrino del divino ideal de nuestro primer amor.

La pluma poderosa de Justo Sierra ha querido hacer y casi ha hecho una revelación de ese tesoro de inmensa ternura que ha calumniado su mismo autor, ¡ingrato! llamándola novela, es decir, ficción.

El libro de María no se lee, ni es posible que se analice; se siente, se llora; es una fruición, una evocación á nuestra misma alma, que asiste enamorada al drama de su desenvolvimiento por el amor.

Yo, al inclinarme sobre este libro, que así le llamaré porque mi lengua torpe no alcanza epíteto más expresivo, he sentido la magia de una aparición, y como vencido el retrotraimiento del tiempo : allí estaba yo, ese es el libro mío; ¿por qué no me es dado escribir así?

Allí el hogar como fabricado en el centro de un bouquet de flores : alli el padre sereno, generoso, dejando penetrar entre las prescripciones del deber los rayos del sol de su corazón angélico : allí la madre mejicana con su admiración de amor, su consagración

al hijo, su palabra siempre canto de ritmos deliciosos; su mirada que acaricia como una gota de rocío cristalino y luminoso deslizándose en el pétalo de una rosa

El amor que palpita en esa novela es un amor que condensa nuestra luz y tiene algo de nuestros horizontes extendidos, de nuestra naturaleza exuberante.

En Átala se percibe al europeo que remeda la vida salvaje : en Pablo y Virginia no hay la verdad de sentimiento que en María.

Ese amor es la estrella con su constelación que de ella emana, es la vibración de la ola inseparable de su murmullo, es el amor que ama porque cree, y cree porque tiene visible aproximación á Dios

¡Oh, María, María! Cuando te he visto en esas páginas con tus alas de paloma, alumbradas por los primeros destellos de la vida, como guareciéndote

del dolor sobre una tumba, junto al signo sagrado de la Redención Yo, niño, á quien medio siglo ha emblanquecido los cabellos, y dolores mil han convertido en refractarios los ojos a las lágrimas; yo he llorado como niño, y sentido venir la creencia en los afectos de mi corazón que ha quedado en pie, pero inúlil y azotado por los vientos como el caballero

alto de un castillo arruinado.

He llorado, y abandoné mi asiento y me senté á escribir estas líneas para bendecir á quien así sabe comprender el amor, a quien así reivindica la fe,

sol indeficiente del mundo moral, á quien así combate el positivismo y la impureza, dejando oir los trinos melodiosos de la ave querida que en el árbol de nuestra infancia ensayó por primera vez el cante

del primer amor.

¿Queréis, lectores, que os repita con una voz sentida y elocuentísima lo que pasó en nuestra alma al abrirse nuestra vida, á los más puros sentimientos?

Entonces leed la novelita de María de que ya os ha hablado dignamente nuestro querido poeta Justo Sierra.

GUILLERMO PRIETO.

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