Sábado, 16 de septiembre de 2023
MARÍA Historia real por Jorge Isaacs Cap. X
María
Historia real por Jorge Isaacs
…en uno de sus viajes se enamoró mi padre de la hija de un español, intrépido capitán de navio---
La madre de la joven que mi padre amaba exigió por condición para dársela por esposa que renunciase él á la religión judaica. Mi padre se hizo cristiano á los veinte años de edad.
---Sara, su esposa, le había dejado una niña que tenía á la sazón tres años.
---Instó á Salomón para que le diera su hija á fin de educarla á nuestro lado; y se atrevió á proponerle que la haría cristiana. Salomón aceptó diciéndole
:---, sea hija tuya.---Las cristianas son dulces y buenas, y tu esposa debe ser una santa madre.--- tal vez yo haría desdichada á mi hija dejándola judía. No lo digas á nuestros parientes, ---que le cambien el nombre de Ester en el de María. " Esto decía el infeliz derramando muchas lágrimas.
--llevando á Ester sentada en uno de sus brazos, y pendiente del otro un cofre que contenía el equipaje de la niña : ésta tendió los bracitos á su tío, ---Aquella criatura, cuya cabeza preciosa acababa de bañar con una lluvia de lágrimas el bautismo del dolor antes que el de la religión de Jesús, era un tesoro sagrado; mi padre lo sabía bien, y no lo olvidó jamás.
---Contaba yo siete años cuando regresó mi padre, y desdeñé los juguetes preciosos que me trajo de su viaje, por admirar aquella niña tan bella, tan dulce y sonriente. Mi madre la cubrió de caricias, y mis hermanas la agasajaron con ternura, desde el momento que mi padre, poniéndola en el regazo de su esposa, le dijo : " ésta es la hija de Salomón, que él te envía."
Durante nuestros juegos infantiles sus labios empezaron á modular acentos castellanos, tan armoniosos y seductores en una linda boca de mujer y en la risueña de un niño.
---Pocos eran entonces los que conociendo nuestra familia, pudiesen sospechar que María no era hija de mis padres. Hablaba bien nuestro idioma, era amable, viva é inteligente. Cuando mi madre le acariciaba la cabeza, al mismo tiempo que á mis hermanas y á mí, ninguno hubiera podido adivinar cuál era allí la huérfana.
Tenía nueve años. La cabellera abundante, todavía de color castaño claro, ---el acento con algo de melancólico que no tenían nuestras voces; tal era la imagen que de ella llevé cuando partí de la casa paterna : así estaba en la mañana de aquel triste día, bajo las enredaderas de las ventanas de mi madre.
Sábado, 16 de septiembre de 2023María
CAPITULO X
Á mi regreso, que hice lentamente, la imagen de María volvió á asirse a mi memoria. Aquellas soledades, sus bosques silenciosos, sus flores, sus aves y sus aguas, ¿ por qué me hablaban de ella? ¿ Qué había allí de María? en las sombras húmedas, en la brisa que movía los follajes, en el rumor del río Era que veía el Edén, pero faltaba ella; era que no podía dejar de amarla, aunque no me amase. Y aspiraba el perfume del ramo de azucenas silvestres que las hijas de José habían formado para mí, pensando yo que acaso merecerían ser tocadas por los labios deMaría : así se habían debilitado en tan pocas horas mis propósitos heroicos de la noche.
Apenas llegué á casa, me dirigí al costurero de mi madre : María estaba con ella ; mis hermanas se habían ido al baño. María, después de contestarme el saludo, bajó los ojos sobre la costura. Mi madre se manifestó regocijada por mi vuelta; pues sobresaltados en casa con la demora, habían enviado á buscarme en aquel momento. Hablaba con ellas ponderando los progresos de José, y Mayo quitaba con la lengua á mis vestidos los cadillos que se les habían prendido en las malezas.
Levantó María otra vez los ojos, fijándolos en el ramo de azucenas que tenía yo en la mano izquierda, mientras me apoyaba con la derecha en la escopeta : creí comprender que las deseaba, pero un temor indefinible, cierto respeto á mi madre y á mis propósitos de por la noche, me impidieron ofrecérselas.
Mas
me deleitaba imaginando cuan bella quedaría una de mis pequeñas azucenas sobre sus cabellos de color castaño luciente. Para ella debían ser, porque habría recogido durante la mañana azahares y violetas para el florero de mi mesa.Cuando entré á mi cuarto no vi una flor allí. Si hubiese encontrado enrollada sobre la mesa una víbora, no hubiera yo sentido emoción igual á la que me ocasionó la ausencia de las flores : su fragancia había llegado á ser algo del espíritu de María que vagaba á mi alrededor en las horas de estudio, que se mecía en las cortinas de mi lecho durante la noche.
…. ¡ Ah! conque era verdad que no me amaba!
¡ conque había podido engañarme tanto mi imaginación visionaria!
Y de ese ramo que había traído para ella, ¿ qué podía yo hacer?
Si otra mujer, pero bella y seductora, hubiese estado allí en ese momento, en ese instante de resentimiento contra mi orgullo, de resentimiento con María, á ella lo habría dado á condición de que lo mostrase á todos y se embelleciera con él.
Lo llevé á mis labios como para despedirme por última vez de una ilusión querida, y lo arrojé por la ventana
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