viernes, 22 de diciembre de 2023

MARÍA IMPRESIONES DE UN LIBRO DE JORGE ISAACS (1)Por Justo Sierra

 MARÍA

IMPRESIONES DE UN LIBRO DE JORGE ISAACS

 JUSTO SIERRA.

París,  Imprenta de Garnier hermanos, 6, calle des Saiats-Pérea.

Á Ignacio M. Altamirano

Nosotros amamos mucho los libros á que debemos algunos minutos de sentimiento y de lágrimas. Es tan difícil llorar en este tiempo; tan raro es sentir. ….. Los hombres siempre han llorado poco; ahora nunca tienen esa debilidad……las mujeres lloran todavía, pero movidas por el despecho ó por el miedo

el llanto del sentimiento ha pasado para siempre……

la mujer ha muerto solo quedan la señora y la señorita. — Quizá la impresión que ha hecho en el mundo hispano- americano el libro admirable de Jorge Isaacs, proviene de los recuerdos que hemos sentido de mejores días : hay en el desierto de nuestros

corazones, perdidas allá en la sombra, las ruinas sagradas de un templo, del santuario inmaculado de nuestras ilusiones, en donde ardía, lámpara purísima, el culto del sentimiento.

La lámpara se apagó con el aleteo de ave nocturna que se cierne sobre nosotros en nuestros dias felices; de la lechuza agorera que cortaba el gorjeo amoroso do María y de Efraín con su graznido fúnebre. Cayó el templo en ruinas. A ese templo nos ha encaminado el autor; junto á esas ruinas evocó á su ángel.

No, poeta, nunca ha cruzado esa ave por entre vuestras frentes ruborizadas por la pasión;


ese punto negro que revolotea en el libro, desde la aurora de, oro que baña sus primeras páginas, no estaba fuera de ti; el ave siniestra anidaba en tu cerebro, se alimentaba con tu propia sangre y roía sin piedad tu corazón esa ave se levantó de vuestras dos almas, y vosotros, pobres amantes, la llamasteis presentimiento

¡ ay, no ! era la duda.

¿Creísteis por ventura en la felicidad?

El pájaro sepulcral que enturbia con su sombra la limpidez de aquel cielo, es el punto por el que entangenta con la tierra el amor sublime de María y de Efraín; las dos almas hermanas bajan en esas alas negras al suelo sin flores de nuestro siglo, el hogar sin fe de sus contemporáneos. En el fondo, muy en el fondo , son esos dos niños algo más cruel que los supersticiosos, son dos escépticos. Para los que han leído esas memorias dolorosas, parecerá esto una paradoja; pero no es así por desgracia.

Ninguno de los dos amantes esperó seguro las horas sagradas en que el cielo bendice el amor, y la sociedad unge la frente de los esposos para prepararlos al sacerdocio augusto de la familia; ninguno de los dos creyó en el porvenir. La enfermedad de María, y luego no sé qué vago convencimiento de que la suprema ventura les estaba negada por el destino,

domina en todo el libro ; desde las primeras sonrisas entrevén las primeras lágrimas.

Cuando las horas terribles llegaron , cuando la tumba se cerró sobre el cadáver de María,
entonces es en vano buscar en el libro, el versículo de Job :

El Señor me la dio, el Señor me la quitó ; bendito sea su nombre. No ; después de aquellas lágrimas, de aquel último adiós, no hay más que la pampa solitaria cuyo vasto horizonte ennegrece la noche.

JUSTO SIERRA.

París,  Imprenta de Garnier hermanos, 6, calle des Saiats-Pérea.

 

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