Domingo, 17 de septiembre de 2023
MARÍA XIII Historia real por Jorge Isaacs
María
María
Historia real por Jorge Isaacs
…en uno de sus viajes se enamoró mi padre de la hija de un español, intrépido capitán de navio---
La madre de la joven que mi padre amaba exigió por condición para dársela por esposa que renunciase él á la religión judaica. Mi padre se hizo cristiano á los veinte años de edad.
---Sara, su esposa, le había dejado una niña que tenía á la sazón tres años.
---Instó á Salomón para que le diera su hija á fin de educarla á nuestro lado; y se atrevió á proponerle que la haría cristiana. Salomón aceptó diciéndole
:---, sea hija tuya.---Las cristianas son dulces y buenas, y tu esposa debe ser una santa madre.--- tal vez yo haría desdichada á mi hija dejándola judía. No lo digas á nuestros parientes, ---que le cambien el nombre de Ester en el de María. " Esto decía el infeliz derramando muchas lágrimas.
--llevando á Ester sentada en uno de sus brazos, y pendiente del otro un cofre que contenía el equipaje de la niña : ésta tendió los bracitos á su tío, ---Aquella criatura, cuya cabeza preciosa acababa de bañar con una lluvia de lágrimas el bautismo del dolor antes que el de la religión de Jesús, era un tesoro sagrado; mi padre lo sabía bien, y no lo olvidó jamás.
---Contaba yo siete años cuando regresó mi padre, y desdeñé los juguetes preciosos que me trajo de su viaje, por admirar aquella niña tan bella, tan dulce y sonriente. Mi madre la cubrió de caricias, y mis hermanas la agasajaron con ternura, desde el momento que mi padre, poniéndola en el regazo de su esposa, le dijo : " ésta es la hija de Salomón, que él te envía."
Durante nuestros juegos infantiles sus labios empezaron á modular acentos castellanos, tan armoniosos y seductores en una linda boca de mujer y en la risueña de un niño.
---Pocos eran entonces los que conociendo nuestra familia, pudiesen sospechar que María no era hija de mis padres. Hablaba bien nuestro idioma, era amable, viva é inteligente. Cuando mi madre le acariciaba la cabeza, al mismo tiempo que á mis hermanas y á mí, ninguno hubiera podido adivinar cuál era allí la huérfana.
Tenía nueve años. La cabellera abundante, todavía de color castaño claro, ---el acento con algo de melancólico que no tenían nuestras voces; tal era la imagen que de ella llevé cuando partí de la casa paterna : así estaba en la mañana de aquel triste día, bajo las enredaderas de las ventanas de mi madre.
María
CAPITULO XIIILas páginas de Chateaubriand iban lentamente dando tintas á la imaginación de María.
Ella, tan cristiana y tan llena de fe, se regocijaba al encontrar bellezas por ella presentidas en al culto católico. Su alma tomaba de la paleta que yo le ofrecía, los más preciosos colores para hermosearlo todo ; y el fuego poético, don del cielo que hace admirables á los hombres que lo poseen y diviniza á las mujeres que á su pesar lo revelan, daba á su semblante encantos desconocidos para mí hasta entonces en el rostro humano.
Los pensamientos del poeta, acogidos en el alma de aquella mujer tan seductora en medio de* su inocencia, volvían á mí como eco de una armonía lejana y conocida cuyas notas apaga la distancia y se pierden en la soledad.
Una tarde, tarde como las de mi país, engalanada con nubes de color de violeta y lampos de oro pálido, bella como María, bella y transitoria como fué ésta para mí, ella, mi hermana y yo, sentados sobre la ancha piedra de la pendiente, desde donde veíamos á la derecha en la honda vega rodar las corrientes bulliciosas del río, y teniendo á nuestros pies el valle majestuoso y callado, leía yo el episodio de Átala, y las dos, admirables en su inmovilidad y abandono, oían brotar de mis labios toda aquella melancolía aglomerada por el poeta para " hacer llorar al mundo. " Mi hermana, apoyado el brazo derecho en uno de mis hombros, la cabeza casi unida á la mía, seguía con los ojos las líneas que yo iba leyendo. María, medio arrodillada cerca de mí, no separaba sus miradas de mi rostro, miradas húmedas ya.
El sol se había ocultado cuando con voz alterada leí las últimas páginas del poema. La cabeza pálida de Emma leí aquella desgarradora despedida de Chactas
sobre el sepulcro de su amada, despedida que tantas veces ha arrancado un sollozo á mi pecho :
" Duerme en paz en extranjera tierra, joven desventurada ! En recompensa de tu amor, de tu destierro y de tu muerte, quedas abandonada hasta del mismo Chactas, "
María,dejando de oir mi voz, se descubrió la faz, y por ella rodaban gruesas lágrimas. Era tan bella como la creación del poeta, y yo la amaba con el amor que él imaginó.
Nos dirigimos en silencio y lentamente hacia la casa, i Ay ! mi alma y la de María no sólo estaban conmovidas por esa lectura, estaban abrumadas por el presentimiento.
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