“MI CORAZÓN INQUIETO “
POR VIENTO SOLLOZANTE
Primer Libro
Yo asentí con la cabeza y le dije: —Iré con cuidado, no esperaré demasiado.Contesté a su carta y le envié fotografías de todos nosotros.
En su próxima carta me envió una fotografía de ella y de mi padre y la miré cien veces. Mi madre tenía los ojos de mi abuela, negros, como de águila. Dentro de veinte años estaría tan vieja y tan arrugada como lo había estado la abuela y yo me preguntaba si yo me parecería a mi madre dentro de veinte años.
Parecía una criatura dulce y tímida, como un conejillo que se dispone a salir corriendo y esconderse. Me dolía ver el aspecto viejo y cansado de mi padre, pues yo no había pensado que mis padres fuesen a envejecer, en mi mente siempre me los había imaginado jóvenes.
Se habían casado demasiado jóvenes y los dos habían huido de un matrimonio desgraciado, dejándome con la abuela porque habían creído que sería lo mejor para mí.
Las cartas fueron de acá para allá. Nuestras cartas eran a veces torpes, a veces graciosas, con frecuencia tristes, pero esas cartas comenzaron a unirnos de nuevo.
Comenzaron a salir a la luz algunos hechos. Mi madre me dijo que había intentado volver junto a mí, pero la abuela le había prohibido regresar a la casa. Me dijo que me había escrito en muchas ocasiones, pero que le habían devuelto las cartas sin abrir.
Me dijo una y otra vez que había llegado a arrepentirse muchas veces de sus equivocaciones y a juzgar por sus cartas estaba claro que tanto ella como mi padre eran cristianos. Hacía nada más que un
MI CORAZÓN INQUIETO 205 año que habían encontrado a Dios, los dos la misma noche, en una reunión de avivamiento en su pequeña ciudad.
Llevaría algún tiempo desenredar todos los nudos que había en nuestra relación porque no resultaba fácil vencer los sufrimientos y la soledad de tantísimos años.
—¿Quieres ver a tus padres? —me preguntó Don.
—Todavía no; creo que todos estamos de acuerdo en ir despacio. Necesitamos tiempo para acostumbrarnos los unos a los otros, porque no queremos cometer ningún error que estropee las cosas. Creo que ésta es la última oportunidad que tenemos para ser . . . bueno, amigos. Cuando pensemos que ha llegado el momento indicado, entonces nos reuniremos, pero por ahora las cartas son suficientes. Son más de lo que yo esperaba.
—¿Sabes una cosa? —me preguntó Don después de haber leído la última carta— me dan la impresión de que son personas que me gustaría tener por amigos.
El tener padres después de tantos años era una extraña sensación, pues parecía que durante muchísimo tiempo hubiese estado sola en el mundo, pero entonces Dios me había dado amigos, un marido, unos hijos y ahora me daba a mis padres.
Nunca deja de maravillarme la manera en que Dios realiza lo imposible.
CAPITULO
VEINTICINCO
—¡La
Editorial Vida me va a publicar el libro! —grité.
—Lo sabía, lo sabía —dijo Don haciéndome dar vueltas por toda la habitación.
—¡Te lo dije!
Le di las gracias a Dios por su gran
bendición, porque sabía que no poseía ningún talento propio y él era el responsable.
Cuando le dije al Rdo. McPherson que la
Editorial Vida iba a publicar mi libro Viento Sollozante, sonrió y
me dijo: —Lo sabía.
Yo me reí y le contesté: —Eso es lo que dijo Don.
—Don y yo
teníamos fe en ti. Hemos recorrido juntos un largo y duro camino.
Me tomó de la mano y oró para que el libro
fuese un éxito y para que tocase y salvase almas.
—Cuánto me hubiese gustado que Audrey pudiese
haber compartido este día con nosotros —me dijo.
—Quiero leerle a usted la dedicatoria —le dije y comencé a leer con voz
entrecortada:
"Para el Rdo. McPherson.
Porque él creyó en mí,
Yo aprendí a creer en mí misma"
Movió la cabeza y se le llenaron los ojos de
lágrimas.
—No puedo hablar, no puedo decirte ... gracias.
Llegaron de la Editorial muchas cartas amables y
que me animaban. Cuando me preguntaron si estaba dispuesta a
realizar un viaje con el libro les dije que no podía ir. —No tengo nada que
decir, además no puedo dejar a mi familia —les expliqué.
—Podríamos hacer arreglos para que los viajes fuesen de corta duración para que
no tenga usted
MI CORAZÓN INQUIETO 207
que estar separada de su familia más que unos pocos días a la vez. Sabemos que
la familia viene primero. Diga usted lo que tenga en su corazón, Viento Sollozante, dígale a la gente la verdad acerca de los
indios. Dígales que la religión de los
indios no es hermosa, que ninguna
religión lo es, a menos que tenga como centro al Dios viviente.
—No puedo hablar delante de la gente, me da miedo —dije, sintiéndome como
Moisés.
—No tiene usted que estar atemorizada, estará usted hablando para Dios y él la
ayudará a usted. Es necesario que alguien hable por
los indios, ¿por qué no ha de ser usted?
Miré a Don esperando que él me guiase.
—Es una oportunidad única en tu vida y yo puedo cuidar a los niños. Tienes que
ir, quiero que lo hagas —me dijo.
—Iré —le dije.
No hay comentarios:
Publicar un comentario