“MI CORAZÓN INQUIETO “
POR VIENTO SOLLOZANTE
Primer Libro
Hice un repaso
de lo que me había acontecido por la mañana. Me había levantado de mal humor y
había sido por descuido propio que se me había roto el
azucarero. ¿Había yo seguido la receta de la torta o había intentado adivinar
las cantidades? Había visto las nubes que venían desde el norte y si les
hubiese prestado atención me hubiese dado tiempo a quitar la ropa de la cuerda
de tender y meterla en la casa antes de que empezase a llover. Podría
haberme evitado todos mis problemas si hubiese empezado el día de mejor humor y
si hubiese andado con más cuidado.
Las palabras de mi hijo habían servido para recordarme que incluso cuando yo
ando alocada, Dios no lo está. Jesús me ama
incluso cuando me quejo, cuando tengo un mal día e incluso cuando soy
antipática.
Mi mente volvió a mi décimoquinto cumpleaños. Fue el día del accidente que le
costó la vida a la abuela. Pocos días después se me murió mi maravilloso
caballo y a continuación fui abandonada por mi tío favorito. Había sido un
tiempo sombrío de mi vida y había echado a perder todos los cumpleaños
posteriores.
Fui a mi dormitorio y levanté la pesada tapa de un antiguo cofre. Busqué por el
fondo hasta que mis dedos tocaron una pequeña caja.
La saqué y levanté la tapa y en su interior había un pequeño caballo de
porcelana. Las patas estaban rotas, pero lo que a mí me importaba era la
cabeza. Yo había visto esta figurilla hacía años en una tienda y mi corazón se
había acelerado al verla porque era
MI CORAZÓN INQUIETO 199
la viva imagen de Cascos de Trueno. ¡Cuánto me gustaba esa figurilla! Se había
erguido orgullosa sobre una una estantería, con su pequeña melena de cristal,
meneada por un viento invisible. El mirarla me había dado ánimo, pero un día
uno de los niños la tiró y se le rompieron las patas. Yo había tirado a la
basura los pedazos rotos, pero más adelante los había sacado y los había
envuelto en un pañuelo. Ahora guardaba los pedazos rotos dentro de esta caja.
En aquellos días en que me sentía inquieta sacaba la pequeña figurilla y miraba
el rostro que tanto me recordaba al de Cascos de Trueno. Era un eslabón secreto
con el pasado.
Pensé en mi madre y me pregunté si se acordaría ella que hoy era mi cumpleaños.
Hoy me obsesionaban los recuerdos del pasado, preocupándome.
Cuando llegó Don a casa yo estaba todavía de mal humor.
—¡Se te ha olvidado mi cumpleaños! —dije lloriqueando. —¡ Y eso que soy la
única esposa que tienes!
El se echó a reír y me dijo: —¿Se me ha olvidado
alguna vez tu cumpleaños?
Abrió su lonchera y sacó un pequeño paquete y me lo dio.
Le quité con ansiedad el papel y me encontré con un precioso anillo de turquesa
y me sentí avergonzada por haberle regañado por lo de mi cumpleaños.
Pasamos una velada ruidosa, luchando con los niños y jugando todos los juegos
que se nos ocurrían. Cuando llegó la hora de ir a la cama estábamos todos
agotados y una suave lluvia allá afuera hizo que la cama fuese algo grato,
suave y cálido, incluso para los niños.
Las gotas de lluvia se hicieron más gruesas y comenzó a llover más rápido. Los
relámpagos rasgaron el cielo con dentados rayos de luz y los truenos sonaron
con tal fuerza que las ventanas retumbaron, despertando a la niña que empezó a
llorar. La llevé a la habitación de al lado y la mecí hasta que se quedó
dormida en mis brazos.
200
MI CORAZÓN INQUIETO
Miré por la ventana del dormitorio y vi que seguía rugiendo la tormenta. Pero
los truenos no eran más que un rumor distante y los relámpagos iluminaban las
nubes lejanas.
Puse una manta más sobre el bebé y la arropé. —Papá, yo y el bebé somos tres —dije
en voz baja, pero ahora había cuatro bebés. —Gracias Dios por mi maravillosa
familia.
Juntos habíamos recorrido un largo camino, ¡cuánto me hubiese gustado volver a
recorrerlo! ¡Cuán-dulce podía ser la vida!
Cerré las cortinas y me metí en la cama. La tormenta había pasado y yo estaba
agradecida porque mi cumpleaños había pasado y no volvería hasta dentro de un
año.
Me dormí rápidamente, pero era un sueño intranquilo. Soñé con una voz que me
llamaba una y otra vez, una voz familiar, pero que no lograba identificar. ¡De
repente apareció en la oscuridad! Mi madre, Avecilla, estaba ante mí,
llamándome por mi nombre. Yo fui corriendo hacia ella, pero alguien me agarró
por el brazo y me detuvo diciéndome: —¡ Es muy tarde, está muerta!
Empecé a llorar diciendo: —¡Es muy tarde, es muy tarde!
El que me agarraba por el brazo lo hizo, con más fuerza y comenzó a sacudirme.
—¡ Querida, despiértate! —era la voz de Don y me estaba meneando. —Tienes otra
pesadilla.
Mi almohada estaba empapada de lágrimas y me dolía la garganta. —¡ He visto a
mi madre y me estaba llamando! —dije llorando.
Me acercó a él y me arropó. —Era solamente un sueño, vuélvete a dormir.
—¡No, la he visto, estaba aquí, en esta habitación! —Era un sueño —me dijo y se
volvió a dormir.
Me levanté de la cama y encendí las luces. No había nadie más que Don y yo.
Había sido solamente un sueño, ¡pero me había parecido tan auténtico!
MI CORAZÓN INQUIETO 201
Repasé cada una de las palabras del sueño. ¿Qué pasaría si ella me estuviese
realmente llamando desde alguna parte? ¿Qué sucedería si se estuviese muriendo
y el sueño hubiese sido un aviso?
Me sequé las lágrimas y fui a mi escritorio a buscar un bolígrafo y un papel.
Iba a encontrar a mi madre, no iba a esperar hasta que fuese demasiado tarde,
como lo había sido en mi sueño.
Desde que me había casado había perdido el contacto
con mi familia, en parte por haberme hecho cristiana y en parte por haberme
casado con un hombre que no era indio. No sería fácil regresar a ellos
ahora
y pedirles ayuda para poder encontrar a mi madre. Era posible que ninguno de
ellos supiese dónde estaba porque hacia mucho tiempo que ella había
desaparecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario