“MI CORAZÓN INQUIETO “
POR VIENTO SOLLOZANTE
Primer Libro
MI CORAZÓN
INQUIETO 229
Por favor, Dios, acompáñale cuando las gentes le llamen mestizo y peores
insultos. ¡Hijo, siéntete orgulloso de lo que eres. Tú puedes disfrutar lo
mejor de dos mundos. Puedes escoger; cuando crezcas podrás vivir como un indio
y caminar por los senderos del bosque o podrás vivir como un hombre blanco,
siguiendo las asfaltadas autopistas. Escoge lo que más feliz te haga, pero
siéntete siempre orgulloso, orgulloso de llevar dos sangres por tus venas!
CAPITULO VEINTIOCHOGracias a mis hijos, podía ver la bondad y la ternura
de Dios, manifestándose de tal manera que no se podrían predicar ni siquiera en
mil sermones. Los niños parecen saber más acerca de Dios que nadie y
escuchándoles yo podía oír a Dios que me hablaba.
Pequeño Antílope entró corriendo en la casa con los pedazos de un camioncito
roto en sus pequeñas manos.
—Mamá, arréglalo —me dijo.
Las ruedas se habían salido de sus ejes. Sería fácil arreglarlo, pues todo
cuanto tenía que hacer era meterlas de nuevo en su sitio.
—No hay problema, te lo arreglaré —le dije, pero tan pronto como fui a tomar el
juguete, mi hijo lo sujetó aún con más fuerza.
—¡Arréglalo, mamá! —me dijo sollozando.
—Hijo, para eso tienes que darme todas las piezas, si no, no me es posible
arreglarlo.
De repente supe que le había estado pidiendo a Dios
que "arreglase" mis problemas, pero no había entregado todos los
pedazos. Ahora me daba cuenta de que tenía que entregárselo todo a él.
"Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros"
(1 Pedro 5:7). No echéis una parte de vuestra ansiedad o unas pocas de ellas,
sino todas.
Mi hijo me entregó las ruedas y en un segundo las coloqué en sus ejes, y el
juguete quedó como nuevo y mi hijo volvió a sus juegos.
Yo no pude ayudarle hasta que no confió en mí lo suficiente como para darme
todas las piezas y yo no había confiado en Dios
entregándole todas las piezas de mi vida, pero lo iba a hacer.
MI CORAZÓN INQUIETO 231
Cuando colgué el cuadro que representaba a Jesús llamando a la puerta, Ciervo
se quedó muy impresionado.
Más tarde, ese mismo día, se desencadenó una fuerte tormenta y un violento
trueno hizo retumbar la casa, sacudiendo las ventanas. A mi hijo se le abrieron
mucho los ojos, me miró y me preguntó: —¿Es Jesús que llama a la puerta?
Le expliqué que era solamente un trueno, pero no me creyó hasta que no le abrí
la puerta y le enseñé que no había nadie.
¡ Cuán real es Jesús para los niños! Qué seguro estaba mi hijo de que Jesús se
encontraba en nuestro pórtico. Por algún motivo, a pesar de su temprana edad,
él sentía que Jesús llamaría de una forma algo distinta de los demás. Su manera
de llamar sería poderosa y fuerte y hasta es posible que sonase como un trueno.
¿Sabría yo cuándo llamaba Jesús a mi corazón o me encontraría demasiado
ocupada? ¿Estaba yo lo suficientemente cerca como para poder oír su mensaje,
pronunciado en un susurro, o tendría que golpear
a mi puerta, hasta echarla abajo, para llamar mi atención?
Ahora cuando siento una llamada en mi corazón o en mi conciencia me pregunto a mí misma "¿Será Jesús que llama a mi
puerta?" "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno
oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo"
(Apocalipsis 3:20).
Antílope derramó su desayuno en el suelo. Ciervo Perdido cogió un lápiz de
color y pintarrajeó todo el espejo. Nube intentó subirse por los cortinajes y
se salieron los clavos de la pared, con las cortinas, las varillas y mi hijo,
que fueron a parar de golpe y porrazo al suelo. Mientras yo intentaba colgar de
nuevo las cortinas, los niños se fueron a la cocina.
Sabiendo que estaban demasiado callados, les llamé y les pregunté: —¿Qué están
haciendo?
232 MI CORAZÓN INQUIETO
Antílope respondió rápidamente: —Nada, mamá, solamente estamos intentando
juntar los huevos otra vez.
Yo solté las cortinas y me fui apresuradamente a la cocina. Habían roto sobre el suelo media docena de huevos para
ver si todos eran parecidos por dentro y estaban tratando de recoger los huevos
crudos y resbaladizos para meterlos de nuevo en sus cáscaras antes de que yo
averiguase lo que habían hecho.
Aunque yo estaba un poco molesta por haber derrochado comida buena y por el
desorden, no pude evitar echarme a reír al darme cuenta de los esfuerzos que
estaban realizando para ocultar su travesura, ¡pues no hay manera humana de
poner de nuevo el contenido en la cáscara.
Algunas veces yo me creo problemas, y hago lo posible por solucionarlos,
esperando que Dios no se dé cuenta de que he obrado mal, pero los esfuerzas que
yo hago para ocultarle mis pecados son tan inútiles como los esfuerzos que
estaban haciendo mis hijos por ocultarme los huevos rotos.
"Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no
haya de saberse" (Lucas 12:2).
¡Qué orgullosa estaba yo de mi nuevo rosal! En cada rama estaban floreciendo
enormes capullos, esperando convertirse en preciosas rosas.
Los niños y yo salíamos todos los días a mirar el rosal y esperábamos con
ansiedad a que estuviese finalmente cubierto de flores.
Una mañana Antílope llegó antes que yo junto al rosal y yo vi cómo iba deshojando cuidadosamente las hojitas verdes
que protegían las rosas y con suma paciencia iba abriendo todos los pétalos.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, intentando no darle la impresión de que
estaba preocupada por mis flores.
—Estoy intentando ayudar a las
rosas para que florezcan sin hacer daño a los pétalos —me dijo muy serio.
MI
CORAZÓN INQUIETO 233
Le dije que no se podía apresurar a la
naturaleza y que la rosa florecería cuando le llegase el momento.
Esa noche, mientras le arropaba en su cama, viendo lo pequeñín y frágil que
era, pronuncié una oración silenciosa: Por favor, ,Señor, enséñame a ayudar a
mis hijos a florecer sin dañar sus pétalos.
"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de
él" (Proverbios 22:6).
Hoy Pequeño Antílope ha cogido para mí algunas flores. Las tenía apretadas de
tal manera que casi aplastaba los tallos y en su frente había gotas de sudor
por haber estado corriendo bajo el cálido sol del verano.
—Mamá, te quiero y te he juntado estas florecitas para ti —me dijo
entregándomelas.
Flores de verano
—De tal palo tal astilla —pensé sonriendo al recordar el día, hacía muchos
años, cuando su padre me había entregado "flores de verano".
Le di un beso. Se necesitaba ser una persona especial para poder encontrar
belleza en todas partes y hasta un semilla
corriente se vuelve hermosa cuando la toca el amor.
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