jueves, 23 de junio de 2016
JUAN PATTON MISIONERO A A LOS ANTROPOFAGOS
JUAN PATTON
MISIONERO A A LOS ANTROPOFAGOS
1824-1907
BIOGRAFIAS DE GRANDES CRISTIANOS
Orlando Boyer
Tomo 2
Nuestro
héroe nos cuenta muchas cosas de interés acerca del largo viaje en
barco de vela a las Nuevas Hébridas. Casi al fin del viaje se quebró el
mástil del navío. Las aguas los llevaban lentamente para Tana, una isla de antropófagos, donde todo su equipaje habría sido saqueado y todos los de a bordo cocidos para ser comidos. Sin
embargo, Dios oyó sus súplicas y alcanzaron otra isla. Unos meses
después fueron a la misma isla de Tana, donde consiguieron comprar un
terreno de los salvajes y edificar una casa. Resulta conmovedor leer que
construyeron la casa sobre los mismos cimientos que había echado el
misionero Turner quince años antes, y quien tuvo que huir de la isla para escapar de ser muerto y comido por los salvajes. Acerca de su primera impresión sobre la gente, Paton escribió: "Estuve al borde de la mayor desesperación. Al ver su desnudez y miseria sentí tanto horror como piedad. ¿Había yo dejado la obra entre mis amados hermanos de Glasgow, obra en la que sentía un gran gozo para dedicarme a criaturas tan degeneradas como éstas? Me pregunté a mí mismo: `¿Será posible enseñarles a distinguir entre el bien y el mal, y llevarlos a Cristo, o aun civilizarlos?'
Pero todo eso fue apenas un sentimiento pasajero. Luego sentí un deseo
tan profundo de llevarlos al conocimiento y al amor de jesús, como jamás
había sentido antes cuando trabajaba en Glasgow." Antes de que la casa donde irían a vivir los Paton estuviese terminada, hubo una batalla entre dos tribus. Las mujeres y los niños huyeron hacia la playa, donde conversaban y reían ruidosamente,
como si sus padres y hermanos estuviesen ocupados en algún trabajo
pacífico. Pero mientras los salvajes gritaban y se empeñaban en
conflictos sangrientos, los misioneros se entregaban a la oración por
ellos. Los cadáveres de los muertos fueron llevados por los vencedores hasta una caldera de agua hirviendo, donde fueron cocinados y comidos. En
la noche todavía se escuchaba el llanto y los gritos prolongados de las
aldeas vecinas. Los misioneros fueron informados de que un guerrero,
herido en la batalla, había acabado de morir en su.casa. Su viuda fue estrangulada inmediatamente, conforme a la costumbre, para que su espíritu acompañase al espíritu del marido y continuase sirviéndole de esclava. Los misioneros entonces, en ese ambiente de la más repugnante superstición, de la más baja crueldad y de la más flagrante inmoralidad,
se esforzaron por aprender a usar todas las palabras posibles de ese
pueblo que no conocía la Escritura. Anhelaban hablar de jesús y del amor
de Dios a esos seres que adoraban
árboles, piedras, fuentes, riachos, insectos, espíritus de los hombres
fallecidos, reliquias de cabellos y uñas, astros, volcanes, etc. etc. La esposa de Paton era una colaboradora muy esforzada y en el espacio de pocas semanas reunió a ocho mujeres de la isla y las instruía diariamente. Tres meses después de la llegada de los misioneros a la isla, la esposa de Paton falleció de malaria y un mes después su hijito también murió.
¡Resulta imposible describir el inmenso pesar que sentía Paton durante
los años que trabajó sin su colaboradora en Tana! A pesar de casi haber
muerto también de malaria; a pesar de que los creyentes insistían en que
volviese a su tierra; y a pesar de que los indígenas hacían un plan tras otro plan para matarlo y luego comérselo, ese héroe permaneció orando y trabajando fielmente en el puesto donde Dios lo había colocado. Se
construyó un templo y un buen número de indígenas se congregaba allí
para oír el mensaje divino. Paton no solamente logró llevar la lengua de
los tanianos a la forma escrita, sino que también tradujo a esa lengua
una parte de las Escrituras, la cual imprimió, a pesar de no conocer el
arte tipográfico. Acerca de esa gloriosa hazaña de imprimir el primer
libro en taniano, él escribió lo siguiente: "Confieso que grité de
alegría cuando la primera hoja salió de la prensa, con todas las páginas
en orden adecuado; era entonces la una de la mañana. Yo era el único
hombre blanco en la isla, y hacía horas que todos los nativos dormían.
No obstante, tiré mi sombrero al aire y dancé como un chiquillo, durante
algún tiempo, alrededor de la máquina impresora.
"¿Habré perdido la razón? ¿No debería yo, como misionero, estar de rodillas alabando a Dios, por esta nueva prueba de su gracia? ¡Creedme amigos, mi culto fue tan sincero como el de David, cuando danzó delante del Arca de su Dios! No debéis pensar que, después de que estuvo lista la primera página, yo no me arrodillé pidiendo al Todopoderoso que propagase la luz y la alegría de su santo Libro en los corazones entenebrecidos de los habitantes de aquella tierra inculta."
"¿Habré perdido la razón? ¿No debería yo, como misionero, estar de rodillas alabando a Dios, por esta nueva prueba de su gracia? ¡Creedme amigos, mi culto fue tan sincero como el de David, cuando danzó delante del Arca de su Dios! No debéis pensar que, después de que estuvo lista la primera página, yo no me arrodillé pidiendo al Todopoderoso que propagase la luz y la alegría de su santo Libro en los corazones entenebrecidos de los habitantes de aquella tierra inculta."
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