Lunes, 12 de diciembre de 2016
LA BUSQUEDA FINALRick Joyner
El ancla
Nuestras espadas crecían después de que alcanzábamos un nuevonivel, aunque por
poco dejo la mía atrás porque no parecía necesitarlaen los niveles más altos. Fue
casi por casualidad que decidímantenerla, pensando que debió habérseme dado por
alguna razón.
Luego, debido a que el peñasco donde estaba parado era tan angostoy resbaloso, hundí la espada en el piso y me amarré a mí mismo con ella mientras disparaba al enemigo.
La voz del Señor vino luego a mí, diciendo: «Has empleado la sabiduría que te
permitirá continuar escalando. Muchos han caído por
no haber usado su espada apropiadamente para anclarse a sí mismos.»
Nadie más parecía estar oyendo esta voz, pero muchos vieron lo que yo había
hecho, e hicieron lo mismo.
Me preguntaba por qué el Señor no me había hablado esto antes. Luego supe que
Él ya me había dicho esto de alguna manera. Mientras meditaba sobre esto,
comencé a comprender que toda mi vida había sido una capacitación para esta
hora. Sabía que estaba preparado hasta el grado
que había escuchado al Señor y obedecido su voz a lo largo de mi vida. También sabía que por
algún motivo la sabiduría y la comprensión que
ahora tenía no podía ser incrementada ni quitada mientras estaba en esta
batalla. Estaba muy agradecido por cada prueba
experimentada en mi vida y lamentaba el no haberla apreciado más
en su momento.
Pronto estábamos golpeando a los demonios con una precisión casi perfecta. La ira ascendía del ejército enemigo como fuego y
azufre. Sabía que los cristianos atrapados en aquel ejército
comenzaban
ahora a sentir el choque de aquella ira.
Algunos llegaron a airarse tanto que ahora estaban ocupados disparándose unos a
otros. Normalmente esto hubiese sido de mucha motivación, pero los que sufrían
más eran los cristianos engañados, quienes estaban en el campamento del
enemigo. Yo sabía que para el mundo esto parecía ser un desmoronamiento
incomprensible del cristianismo mismo.
Algunos de aquellos quienes no habían
utilizado sus espadas como anclas eran capaces de derrumbar a
muchos de los buitres, pero también se caían
más fácilmente de los peñascos donde estaban parados.
Algunos de estos aterrizaban sobre un nivel más bajo, pero algunos caían hasta
el fondo y eran levantados y llevados por los buitres. Pasaba cada momento
libre que tenía procurando hundir mi espada
más profundo en el peñasco, o
procuraba amarrarme más fijo a ella. Cada vez que lo hacía,
Sabiduría se paraba a mi lado, así que sabía que era muy importante
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