viernes, 28 de febrero de 2025

LA DONCELLA MÁRTIR. *73-75*

LA DONCELLA MÁRTIR.

73-75

Han pasado más de doscientos cincuenta años que un español escribió así de su tierra natal: —“En España, muchos muy eruditos, muchos muy nobles, y muchos de los más altos nobles, tienen para esto causa'' (la de la fe reformada) ha sido conducida al cadalso. No hay una ciudad y, si se puede por así decirlo, no hay un pueblo, ni una aldea, ni una casa noble en España, que no ha tenido, y aún tiene, uno o más personas que Dios en  su infinita misericordia ha  iluminado con la luz de su evangelio. Nuestros enemigos han hecho lo que pudieron para apagar esta luz, y por eso han visitado con pérdida de propiedad, de honor, y de vida, muchísimas en España. Y, sin embargo, es digno de mención que cuanto más amenazan, azotar, arrojar a galeras, prisión o quemar, cuanto más se multiplican." * * De Castro's Spanish Protestante.**

El buen trabajo había comenzado y continuado principalmente por medio de Biblias y tratados. A pesar de la Inquisición mantenía estricta vigilancia y fuerte guardia, Para evitar que todos los libros entraran en la tierra, era manejados de tal manera, que eran transportados desde los pueblos fronterizos a los del interior, en fardos de mercancías, y fueron felizmente comprados por todas las clases.

Y así La obra de la Reforma transcurrió en silencio y constantemente. Pero efectivamente han llegado días nublados sobre el país de España desde los tiempos en que hablamos; la luz se ha apagado, y asquera  oscuridad cubre al pueblo. Una de las ciudades en las que el evangelio tomó fuerza su raíz más profunda era Sevilla, lugar de gran riqueza y comercio, y famoso por sus palacios nobles, hermosas iglesias y viviendas antiguas. Entre sus otros edificios hubo una vez un larga y elevada muralla, cuyas sombrías paredes y barras de hierro Las ventanas lo marcaban como una prisión.  Las personas al acercarse, aceleraban  el paso y temblaban  ante la idea de que algún día podrían ser encerrado en sus lúgubres celdas. Este lugar era el tribunal de la Inquisición, llamado así, porque era el tribunal creado para investigar las opiniones de cualquiera que estuviera inclinado a renunciar a la religión de la tierra.

Este tribunal envió una clase de monjes como sus agentes, conocidos como inquisidores o investigadores, para buscar y castigar a todos aquellos que no lo hicieron con prontitud someterse al credo del Papado.

Los pasos de estos inquisidores se apoderaron de la muerte. Pocos que entraron en su presencia volvieron  de nuevo a los suyos en sus hogares. Ellos encendieron fuegos-hogueras-  y muchos de los fieles siervos de Cristo fueron arrojados a las llamas.- LA DONCELLA MÁRTIR. 75-  Otros fueron juzgados por crueles burlas y azotes, sí, además, de cadenas y prisiones.

 La infeliz víctima que pasaba  la puerta de hierro de la Inquisición era  conducida a través de varias salas, una abriéndose al otro, y cada uno creciendo  cada vez mas  en la oscuridad, hasta que el último quedaba  envuelto en sombras lúgubres. Una sola ventana daba al patio de abajo, alrededor que estaban alineadas las entradas a las celdas, hundidas muy por debajo de la superficie del suelo., el descenso en estos fue por muchos caminos sinuosos, que desde En sus profundidades los gritos de los prisioneros podrían no ser escuchadas.

La dulce luz y el aire puro del cielo. No entraban  allí. Todo estaba oscuridad negra  y húmedo, y horrible. En algunas de estas bóvedas se encontraban huesos humanos. esparcidos por el suelo y las paredes cubiertas con los nombres de los que habían sido dejados perecer, despiadado y desconocido. Hubo crueles y malas acciones cometidas en aquellas bóvedas silenciosas, en nombre del santo y misericordioso Salvador, que, si pudiéramos conocerlos plenamente, nos llenaría el corazón de vergüenza y horror. Los asistentes de los inquisidores fueron llamados familiar; es decir, aquellos apegados a la familia' u orden de monjes. En la oscuridad de la noche Estos familiares de repente se paraban  ante la puerta de una  casa, con el rostro enteramente cubierto con una capucha, en el cual había dos pequeños agujeros para los ojos.


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