EL DIARIO DE JUAN EVELYN
EDITADO DEL ORIGINAL MANUSCRITO POR
WILLIAM BRAY
MIEMBRO DE LA SOCIEDAD ANTICUARIA
EN DOS VOLUMENES
VO I
INTRODUCCION POR
RICHARD GARNETT
DEL MUSEO BRITÁNICO
LONDRES
19O1
ILUSTRACIONES VOLUMEN I. Carlos I en prisión. Frontispicio Fotografía de De La Roche. Lord William Russell despidiéndose de sus hijos, 1683. 180 Fotograbado de un cuadro de Bridges. Oliver Cromwell dictando a John Milton... 284 La carta al duque de Saboya para detener la persecución de los protestantes del Piamonte, 1655. Fotograbado de un grabado de Sartain según Newenham. VOLUMEN II. El duque de Buckingham. Frontispicio De un cuadro antiguo. Nell Gwynne 64 Fotografía de Sir Peter Lely.
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PREFACIO GENERAL
DE TODAS las ayudas para una comprensión completa de los cambios, evoluciones, convulsiones y cismas políticos, morales, sociales o raciales que conforman lo que llamamos Historia, las Memorias de cada época estudiada son, con mucho, las más valiosas.
Las memorias pueden considerarse las ventanas de la mente.
En la privacidad del tocador o del estudio, hombres y mujeres inscribirán en las páginas de sus diarios, en un lenguaje conciso y sin afectaciones, sus verdaderos pensamientos, motivos y opiniones, sin restricciones de los llamados de la diplomacia o el interés personal.
El prolongado reinado de Luis XIV ofreció un ámbito ideal para las Memorias, y muchos registros privados notables de esa época han llegado hasta nosotros, entre ellos las extensas pero fascinantes Memorias de Saint-Simon. La intriga política, militar y cortesana, los chismes, los escándalos y los detalles íntimos que contienen las convierten (según ese maestro de la crítica, Saint-Beuve) en la colección de Memorias más valiosa que existe. Como pintor de personajes, Saint-Simon se destaca por su inagotable detalle, podría ser llamado el Tácito francés.
Un brillante prefacio de Leon Valine, bibliotecario de la Biblioteca Nacional de Francia, introduce la obra, y el texto es proporcionado por ese príncipe de los traductores, Bayle St. John.
La posteridad ha clasificado a Evelyn entre los más grandes diaristas o escritores de memorias ingleses. Poseía una aguda observación, un estilo parejo y pulido, iluminado aquí y allá por pasajes de maravillosa brillantez. Desde los días de Carlos I, pasando por el Protectorado y la Restauración hasta la época del rey Guillermo, registró todo lo que es digno de recordar. Vive en cartas como alguien a quien nada se le escapa, y como prueba de su poder deja una descripción de Whitehall en vísperas de la muerte de Carlos II, que perdurará mientras perdure la lengua inglesa. El frontispicio del volumen I es de un grabado de Sartain, el primero y quizás el mejor de los grabadores estadounidenses. La placa de Nell Gwynn, que forma el frontispicio del volumen II, es uno de los grabados más raros de esa belleza histórica. El original es de Sir Peter Lely, cuyo retrato de los personajes de la corte de esa época es casi invaluable. El Decano de Bibliotecarios, Dr. Gamett, del Museo Británico, aporta una introducción luminosa e impresionante.
De todas las Memorias de la desventurada María Antonieta, tan tonta en la prosperidad, tan heroica en la adversidad, ninguna posee tanto el innegable encanto de la intimidad como las páginas escritas por la desventurada Princesa de Lamballe, amiga íntima y confidente de la Reina. Su terrible muerte, despedazada por una multitud aullante de sans-ctilottes es una de las escenas más trágicas de los días del Terror. Las Memorias deben su preservación a Catherine Hyde, la confidente tanto de la Princesa de Lamballe como de la Reina. La introducción escrita por esta dama da un relato vívido de sí misma, de su ascenso en la Corte y de la manera en que estos registros invaluables fueron preservados. El frontispicio es una magnífica reproducción en fotograbado del célebre cuadro de Meisel de la Despedida de Luis XVI a María Antonieta
Desde Córcega hasta Waterloo es el período que abarca las brillantes y chismosas Memorias del gran Napoleón escritas por la esposa de uno de sus más ilustres mariscales, el duque de Abrantfes. Este registro de acontecimientos, conversaciones, vida social y cortesana, escrito de primera mano, tiene todo el atractivo de una narración verbal escrita por una mujer ingeniosa y femenina. Su ingenua disculpa por introducir los detalles de su ajuar atrapa al lector de inmediato y, a medida que uno lee, la simpatía por la escritora aumenta en medida. Los detalles que da Madame Junot sobre la vida temprana y el entorno de Buonaparte están llenos de interés y, además, sus Memorias proporcionan gran parte de la comparativamente pequeña cantidad de información que poseemos sobre las excentricidades y aberraciones sociales de los hermanos y hermanas del Emperador. La era napoleónica no podía permitirse el lujo de perder estos registros casi invaluables. El Sr. S. N. Hamilton, autor de "Cartas a Washington" y autoridad en todos los asuntos napoleónicos, ofrece una breve y sumamente satisfactoria reseña biográfica.
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