lunes, 5 de septiembre de 2022

10- EL DISFRAZ PERFECTO DE SATANÁS- "MI PROPIO YO"- “…CUANDO HUYE SATANÁS” C.S.LOVETT

  “…CUANDO HUYE SATANÁS”

C.S.LOVETT

Covina, California.

1969

EL DISFRAZ DE SATANAS -EL DISFRAZ PERFECTO

El disfraz de Satanás es tan efectivo que le permite dominio casi total de la vida cristiana, sin que la víctima sospeche que tiene un amo maligno. El cristiano satani­zado no tiene idea de que Satanás le está dirigiendo. Usted jamás pensaría que eso pudiera pasarle al cris­tiano, pero tal vez se ruborice al conocer la naturaleza del disfraz diabólico. Eso también podría explicar por qué Ud. no ha podido disfrutar de la vida a que aspira en Cristo.

¿El disfraz? Prepárese para una sorpresa porque la máscara del diablo es

USTED MISMO

"EL PROPIO YO" Y guárdese la sonrisita irónica para cuando vea lo que esto implica. Le aseguro que no va a parecerle nada chistoso. ¿Puede darse astucia mayor que la de presentar sugestiones satánicas como ideas propias de usted?

• Tal vez nunca se ha preocupado por observar si hay alguien que provoca la conducta de usted, desde sus bases mismas. Ese alguien existe. A ejemplo de Cristo, usted debe entrenarse para percibir la influencia del espíritu no-santo en sus actos habituales. Eso fue lo que hizo el Señor cuando "volviéndose dijo a Pedro: ¡ Quítate de delante de mí, Satanás!" y cuando "levantándose (en la barca) reprendió" al que estaba detrás de la tempestad. Tras la mayoría de nuestros pensamientos y nuestras acciones está el maligno. Su disfraz nos impide percibir su presencia. Nos resulta muy difícil admitir que alguien, aparte de nosotros mismos, pueda manipularnos la con­ducta sin tocar siquiera nuestro libre albedrío.

LA MASCARA DEL PROPIO YO

De acuerdo con la Palabra de Dios, Satanás es cria­tura egocéntrica. Mal comenzó al ocurrírsele "Yo seré semejante al Altísimo." "Yo." El problema siempre parte del yo. La principal característica de Satanás es esa ob­sesiva preocupación consigo mismo. Vive sólo para sí; es el egoísta perfecto. Ya usted habrá observado esa exageración del YO en Isaías 14: 13 y 14:

"SUBIRE al cielo

Levantaré MI trono

SUBIRE a la altura

SERÉ semejante al Altísimo."

Cuando Satanás se enamoró perdidamente de su pro­pia belleza, de su sabiduría y su poder, quedó atrapado por su yo. De hecho, el blasfemo "no tuvo por usurpación ser igual a Dios" y arrastrado por monumental egolatría, pretendió destronar al mismo Dios. Sólo que el Señor lo denunció inmediatamente:

"Por cuanto se enalteció tu corazón, y me dijiste... en el trono de Dios estoy sentado (siendo tú hombre y no Dios), y has puesto tu corazón como corazón de Dios" (Ez. 28: 2).

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Eso lo desenmascaró. Su espíritu estaba abiertamente contra el Espíritu de Dios y Satanás no podía seguir ya más en el cielo. Cristo habla de su expulsión de esta manera:

"Yo veía a Satanás caer como un rayo" (Luc. 10: 18).

Ahí tiene usted al espíritu satánico. Saturado de amor propio, de auto-alabanza y de satisfacción consigo mismo. ¡Mírese como se mire, el espíritu del yo es el espíritu de Satanás.

AL CAER EL HOMBRE

El día que Adán cayó quedó maldito el suelo. Eso rio fue lo peor sino que en ese instante se plasmó la naturaleza de Adán. Hasta entonces había sido inocente. Ahora, acababa de enfrentar, a sabiendas, su voluntad contra la de Dios, tal como Satanás lo había hecho, to­inando así partido con la rebelión satánica. En Adán se había encontrado el mismo espíritu de Satanás y del cual cabía también decir:

"Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad" (Ez. 28, 15).

A igual pecado, igual resultado. Expulsión.

Por gusto o sin él, Adán ingresó a la pandilla de Satanás y sin que pudiera capitanearla, pues el diablo era ya el jefe. Es cierto que Dios dio a Adán dominio sobre la tierra para que la poblara (Gén. 1: 28), pero lo perdió al rebelarse. Así Satanás se convirtió en el "dios de este mundo." Con la desobediencia adámica, el mando pasó a Satanás, rey de los desobedientes.

A partir de Adán, los hombres nacemos bajo control satánico, heredando el "espíritu de desobediencia" del primer hombre, pues "por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores" (Rom. 5: 19). Tal es la ley de que se cosecha lo que se siembra : los pecadores sólo pueden producir pecadores. Así fue pig­norada la creación entera y Satanás se constituyó en amo de la raza humana. • Vemos que aún en la Caída queda a salvo el libre albedrío. Satanás no puede ejercer control sobre la voluntad humana pues su dominio está limitado al uso de sugestiones. Sin embargo, la naturaleza caída del hom­bre garantiza el predominio diabólico. El acceso que tiene a las naturalezas carnales y su habilidad para apelar a las pasiones le permite dominar a los hijos de los hombres. Veamos ahora cómo es que esto sucede a fin de poder penetrar tras el super-disfraz de Satanás.

EL MISMO ESPIRITU

Cuando Adán escogió desobedecer a Dios, su espíritu se hizo como el de Satanás: un espíritu de auto-exaltación. Así que el espíritu de Satanás es idéntico al del hombre caído y esta es LA CLAVE DE SU DISFRAZ. La natu­raleza caída está en todo cristiano, inyectada por el espíritu de desobediencia. Al ser salvo, el cristiano recibe el Espíritu Santo con lo cual germina en su interior una nueva criatura. Pero no por eso se deshace de la antigua. Si así fuera, la vida en Cristo sería tan automática como el trueno después del rayo. Eso eliminaría el crecimiento espiritual, que sólo puede resultar de la lucha continua entre las dos naturalezas del cristiano.

• Como esta obrita carece de énfasis doctrinal, he pro­curado en lo posible no herir susceptibilidades teológicas. Creo que la victoria del cristiano está por encima de tecnicismos humanos. Así que, cuando hablo de que el espíritu del hombre es pecador, carnal, caído, adámico o satánico, sólo trato de emplear expresiones descrip­tivas. Si usted, hermano, tiene en su teología un término que sea más adecuado, magnífico; le suplico que lo use. Nombres aparte, lo que me interesa es referirme a ese espíritu insurgente que está en todos nosotros, siempre ansioso de quererse imponer. Ese espíritu que puede us­ted reconocer en el impulso íntimo de interrumpir al que está hablando; de contar la propia experiencia cuando se oye narrar la ajena; de precipitarse a explicar algo que alguien más está explicando. Un espíritu presente en todos nosotros, como lo denuncian muchas de nues­tras expresiones habituales:

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"No entiendo como puede haber alguien que le guste. "Pues fíjate que yo. . . ."

"No me importa lo que digan, yo.

"Ya está bastante viejo como para no andar...

"Pues no estás para saberlo pero yo, en tu lugar . . . ...

 "Yo siempre. . . ."

"Creo que alguien en sus cinco sentidos debería.. . ...

Y tantas más como éstas; todas ellas, joyitas de auto-suficiencia.

A esto es lo que llamo aquí la naturaleza carnal, caída, adámica, el viejo hombre, etc. Usted puede hacer lo mismo, sustituyendo mis expresiones con sus términos, y su teología permanecerá intacta. Yo me esfuerzo en identificar a alguien por su modo de operar, más que por su nombre teológico. Para los fines de este libro, será más preciso.

Si el espíritu del hombre es de

AUTO-suficiencia, AUTO-exaltación, AUTO-satisfacción, AUTO-glorificación.

Y Satanás tiene espíritu de

AUTO-suficiencia, AUTO-exaltación, AUTO-satisfacción, AUTO-glorificación.

Entences ... ambos son idénticos. El espíritu del hom­bre coincide con el espíritu de Satanás. Siendo idénticos, quien esté lleno del espíritu satánico no tiene que rendir culto al diablo para adorarlo : basta con que se adore a sí mismo. ¡ Ni más ni menos! Quien comprende esta susti­tución, ha desenmascarado a Satanás.

La plenitud del espíritu

Hay en mi congregación un peloterito que juega en ligas infantiles, gran "fanático" del beisbol. Cuando las series mundiales, vino uniformado a la iglesia, su pelota abultándole una bolsa, guante en la izquierda y radio transistor en la derecha. No pudo oír mi predicación porque su oído estaba pendiente de cada palabra del cronista deportivo, hablándole desde el transistor Para mí, ese niño estaba lleno del espíritu del beisbol. Sólo quería pensar beisbol, hablar beisbol y hasta dormir con un "bate" de beisbol. Fuera de eso, nada le importaba. Sin exagerar, usted podría asegurar que comía y so­ñaba beisbol. Que estaba poseído del beisbol, lleno de él y que vivía beisbol.

Mientras escribo estas líneas, el problema de los de­rechos civiles sacude mi patria, los Estados Unidos. Miles de personas están llenas con el espíritu de libertad igua­litaria. Todo su tiempo está consagrado al deseo domi­nante de participar en marchas de protesta. Fuera de eso, nada les interesa. Comen, duermen y sueñan derechos civiles y en esa lucha invierten todo su tiempo, dinero, energías y talentos. Están llenos del espíritu de la igual­dad humana. Si usted ha participado en movimiento semejante comprenderá perfectamente lo que quiero de­cirle.

Así es quien está lleno del Espíritu de Dios. No piensa en otra cosa. Háblele de política y le dirá algo así como que "Para mí, el vivir es Cristo." No habla de otra cosa. Todo su punto de vista podría sintetizarse en tres pala­bras: "Una cosa hago." Come, duerme y sueña Cristo ; fuera de eso nada le interesa. Puesto que sólo quiere pensar, hablar y obrar como Cristo, los efectos se mani­fiestan en su expresión, su apariencia, sus tratos, su cumplimiento cabal y su manejo en la rutina diaria. Alguien totalmente lleno del Espíritu de Dios, se interesa en las cosas en tanto tengan alguna relación con Cristo. El móvil de su vida es la pasión de axaltar a su Salvador; vive sólo para su Señor sin importarle lo que otros pien­sen. Desde que se acuesta hasta que se levanta, sólo se ocupa de glorificar a Cristo. Ñada le distrae porque sólo El le atrae.

Posiblemente usted conozca alguien así. Esa es la clase de persona que a mí me gustaría llegar a ser y estoy seguro que usted quisiera lo mismo para usted. ¡ Qué sublime sería si usted sólo tuviera el anhelo de gritar alabanzas al Señor! Desafortunadamente . .. hay otro espíritu tratando de someternos. Si él no anduviera tan cerca, nosotros seríamos la mejor propaganda que Cristo pudiera tener. ¡ Pero él vive! ¡Satanás está vivo! Y su espíritu tiene poder para entrar y salir libremente por nuestra naturaleza carnal. Cedemos a la influencia del espíritu anti-santo más frecuentemente de lo que nos gustaría admitir y por eso la plena vida en Cristo nos queda mucho más lejos de lo que quisiéramos. ¡ Qué diera yo si tuviera por Cristo la misma pasión que tenía mi peloterito por su beisbol !

NADIE ESTA INMUNIZADO

Tal vez se ha preguntado usted si el que está lleno del Espíritu de Dios quedará inmunizado contra ataques satánicos. En otras palabras, ¿el espíritu anti-santo se­guirá teniendo la influencia de antes sobre él ? Es algo que usted mismo puede contestar. Basta con que recuerde que, aunque el Señor Jesucristo estaba desde el naci­miento lleno del Espíritu Santo, durante toda su vida terrenal sufrió el ataque continuo del maligno. La ple­nitud del Espíritu Santo no elimina la presencia del espí­ritu anti-santo.

Sólo que, a diferencia de Cristo, nosotros no podría­mos decir que

"Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí" (Juan 14: 30).

Lejos de ello, pecamos, desobedecemos a sabiendas, vivimos para nosotros mismos y hemos exaltado el egoís­mo adulando nuestras almas con las cosas mundanas. Por eso Satanás puede obtener de nosotros todo lo que se le antoja. Nuestra naturaleza adámica es todavía parte de la pandilla satánica; nuestro viejo hombre sigue siendo el mismo desobediente que vive en apetitos car­nales y sólo para satisfacer los deseos de la carne (Ef. 2: 3). Estamos plagados de debilidades que Satanás pone en marcha con sólotentar. Ya me parece oír que alguien protesta: "¡Oiga usted, eso no! ¡Dése cuenta de que nuestro viejo hombre está crucificado con Cristo y que las cosas viejas pasaron!"

 Amigo mio, dese cuenta de que en su inconsciente está almacenado cada chiste soez y cada pensamiento depravado que ha pasado por usted. Cada átomo de envidia, lujuria o celos que ha sentido, los tiene allí bien guardaditos. Observe y verá cómo aun cuando está orando aflora a su conciencia algún recuerdo o incidente perverso del pasado. Vale más que vaya buscando otra interpre­tación al versículo que ha citado pues podría decirle de varios cristianos consagrados que me han asegurado que eso es lo que ellos han experimentado al estar orando. Aun en momentos de mayor devoción los asaltaban me­morias asquerosas. Ni siquiera una partícula de nuestra maldad ha pasado fuera de nuestra memoria y toda ella está presente, siempre al alcance de Satanás. Si no lo cree, nada más observe cómo actúa el enemigo.

Nada de lo que vivimos se pierde. En el inconsciente está grabado el re­gistro de todo lo malo que hayamos jamás pensado, sentido o visto ; Sata­nás tiene acceso libre a esa informa­ción y sabe usarla para sus fines. Sólo con Cristo le falló. Gracias a su pureza personal, a su obediencia per­fecta y a su repugnancia por el mal, el diablo quedó sin algo de qué pudiera asirse. Como Cristo jamás perte­neció a la pandilla desobediente, Satanás carecía de toda autoridad sobre El. El Señor no fue arrebatado del reino satánico. ¡Nosotros sí !

Tal vez usted aduciría que Cristo fue tentado. Y estamos de acuerdo. Tentado "en todo como nosotros." Pero jamás pecó. Esa es la diferencia entre El y nosotros. Sufrió tentación completa. Aun quien no ha pecado su­fre la tentación, como en el caso de Adán. Por estar en cuerpo humano, el Señor quedó expuesto a todas las pruebas carnales. Por ser una Persona quedó susceptible a todos los ataques del orgullo. Sufrió :

Hambre física: "Di a esta piedra que se convierta en pan." Temor a la muerte: "Con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte."

Amor propio: "En un momento todos los reinos de la tierra."

No, en nada dejó de ser tentado, pero Satanás no pudo hallar en El algo que pudiera decir: "¡Esto es mío!" P'ri nosotros tiene mucho. Somos pecadores y Satanás es rey de pecadores.

EL ESPIRITU DE SATANÁS

Quien está lleno del espíritu de Satanás se exalta A Si MISMO. Decir espíritu de Satanás es decir espíritu del YO, al grado de que podríamos afirmar que :

¡ En la medida que alguien viva para sí mismo, será el grado en que esté lleno del espíritu de Satanás!

Y a la inversa, mientras más se viva para Cristo, más lleno se estará con el Espíritu de Dios. ¿Acaso le sor­prende? ¿Esperaba que la persona llena del espíritu de Satanás diera testimonio satánico ? Si así fuera, no lo culparía puesto que quien tiene la plenitud del Espíritu de Cristo vive para exaltar a su Señor. Sería justo esperar que hiciera lo mismo el endemoniado. Pero no es así.

• Si el poseso anduviera proclamando a Satanás, echaría todo a rodar. Arruinaría los designios del diablo quien no puede darse el lujo de competir abiertamente contra el Altísimo. Jamás se arriesgaría a recibir culto público como soberano de rebeldes. Una cruzada "evangelística" para presentarlo como dios de este mundo, le saldría contraproducente y fatal.

¿Será que le disgusta recibir adoración pública? No lo crea. Su anhelo más caro es ser adorado y su mayor angustia es no serlo. Con su diabólico orgullo es natural querer ser reconocido como amo de la creación. Sólo hay algo que desea aún más ardientemente. ¿Lo adivina? Sí, herir a Cristo. Así es. Por sobre todas las cosas, Sata­nás prefiere lastimar a nuestro Señor. Esa es su pasión dominante. La Cruz de Cristo acabó con el futuro de Satanás; todos sus planes se vinieron abajo al morir el Príncipe de la Gloria. Ante su futuro lleno de tinieblas lo que Satanás quiere es venganza. Es todo lo que le queda.

¿Se ha detenido usted a meditar en la mayor ironía de la cruz? ¿Que Satanás pasara tantos trabajos para planear y realizar precisamente lo que había de sellar su suerte eterna ? Le fallaron los cálculos. . . .

"Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabidu­ría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que NINGUNO DE LOS PRINCIPES DE ESTE MUNDO CONOCIO; porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria" (la. Cor. 2: 7-8).

ABUCHEO DE SATANÁS

Cuando Satanás planeó la muerte de Cristo, cometió la estupidez de su vida. Y no hay cosa que lo enfurezca más a uno que malograr lo que más quisiera hacer, por culpa de uno mismo. La suerte del diablo quedó sellada cuando Cristo murió por obedecer. La rabia satánica alcanzó su clímax al descubrir que la muerte de Cristo destruía todo lo que Satanás ambicionaba. Pero era demasiado tarde. . . .

"Para esto apareció el hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (la. Juan 3: 8).

"¡Demontres, de haberlo sabido debe haber pensado el diablo al conocerse la verdad. Demasiado tarde. . . . Así que, perdida toda esperanza, sólo le resta tratar de utilizar el tiempo que le queda para vengarse de su Destructor. Sabe que cada día que pasa es uno menos que le queda, como puede leerlo en Apocalipsis 12: 12. Si apareciera a los hombrés tal como es, el diablo frustraría, anularía y acabaría con la única satisfacción que le queda: herir al Salvador. NO LE QUEDA MAS.

• Estoy convencido de que Satanás prefiere arruinar la vida de un creyente a reinar sobre un millón de incré­dulos. ¿De qué le sirve tener billones de éstos si se da cuenta de que su reino toca a su fin? Por ahora lo único que importa es golpear a Cristo, meta de su odio y objeto de su furia. Invierte los años que le quedan en el afán inútil de tomar revancha contra Quien arruinó sus en­sueños imperiales. Halla más satisfacción en hacer sufrir al Señor que en recibir aclamación popular. Y como Cristo está fuera del alcance, su obsesión es herirlo por medio de sus hijos.

Así es como Satanás ha venido a ser enemigo espe­cializado del cristiano.

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