sábado, 2 de agosto de 2025

"CUANDO FRACASAS... " WINFRED RHOADES 43-48

  EL YO

 CON EL QUE TENGO

QUE VIVIR

WINFRED RHOADES

1938

"EL YO CON EL QUE TENGO QUE VIVIR "   WINFRED RHOADES 43-48

Cuando uno lee los grandes libros de épocas pasadas, uno se sorprende repetidamente —al menos a mí— al descubrir lo modernos que son algunos de sus conceptos.

 Hablamos del reciente desarrollo psicológico y nos enorgullecemos de que algo nuevo ha surgido; pero incluso en ese ámbito, muchas de las ideas que consideramos nuestros importantes descubrimientos se pueden encontrar en libros de todos los tiempos.

Es una lástima que la gente haya sido tan indiferente a ponerlas en práctica, y que, como consecuencia, se haya infligido tantos males.

 Platón, ya cuatrocientos años antes de Cristo, habló de la importancia de "conversar con el orden divino" y afirmó que quien así lo hace "se vuelve ordenado y divino, en la medida en que su naturaleza lo permite", y que así el alma aprende a adornarse con sus propias joyas: templanza, justicia, valentía, nobleza y verdad, preparándose así para su gran viaje.

 Cuando San Pablo presentó su lista soberana, tan similar a la de Platón, y animó a sus amigos a mantener la mente fija en "todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo gracioso", el Apóstol habló como un psicólogo perspicaz y un profundo religioso.

“ ***Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” Filipenses 4.8***

Y cuando Jesucristo dio voz a los ideales insuperables del Sermón del Monte, no solo expuso una religión majestuosa de principio a fin, sino también una psicología completamente sólida.

Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.

Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.

Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.

10 Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

III CONVIRTIENDO LA INADAPTACIÓN EN ADAPTACIÓN

 La persona que se siente completamente desadaptada al mundo no es un sufriente social. Hay otros. Hay muchos otros.

 El hombre que nunca ha encontrado el lugar que le pertenece, el lugar que podría ocupar si tuviera la oportunidad, que una y otra vez ha experimentado algún golpe de infortunio, algún mal suceso, algún accidente del destino, que lo ha empujado justo cuando parecía estar a punto de entrar: es solo uno más entre muchos. El hombre que tiene deseos espléndidos y, sin embargo, siempre encuentra su camino bloqueado, que se ha entregado a grandes esfuerzos solo para descubrir que sus esfuerzos son vanos y que no es deseado, que ha sido relegado a un desvío sin importancia cuando anhela estar en el meollo de la vida y hacer que sus poderes valgan algo de verdadero valor: ese hombre sufre algunos de los dolores más dolorosos de la vida; pero solo sufre lo que innumerables otros han sufrido. 46 CONVIRTIENDO LA INADAPTACIÓN EN ADAPTACIÓN 47

Quizás ese sea su destino: nunca podrá llegar a su lugar en el mundo, el lugar donde podría demostrar para qué sirve, sino que deberá hacerse a un lado y ver a algún hombre o mujer de menor capacidad, pero con mejor suerte, ocupar a medias un puesto que sabe que podría ocupar mejor.

Quizás, por otro lado, sea uno de los hombres que no podría ocupar el mejor puesto ni siquiera si se lo ofrecieran, sino que siempre, debido a alguna peculiaridad en su carácter, deberá ser una clavija cuadrada en un agujero redondo, nunca encajando del todo, nunca realmente necesario ni deseado.

 Aun así, hay algo que puede hacer. Todavía hay maneras de demostrar para qué sirve. Puede decir: «Voy a aprovechar esa dura experiencia que he vivido y a sacarle provecho.

 Recorreré mi camino de decepciones de tal manera que, cuando otros lo recuerden después de mi partida, no lo vean como un camino de fracaso, sino como el camino de un alma que se negó a rendirse incluso después de repetidos contratiempos». Puede decir: «No me rendiré a la desesperación. Me esforzaré por aprender lo que la vida me enseñaría. Estudiaré el arte de adaptarme, para ser lo más útil posible en el mundo y encajar lo mejor posible

 Me volveré receptivo, complaciente, útil y tan interesante como sea posible; y si ni siquiera eso puedo lograrlo de forma convincente, lo haré en las pequeñas cosas que estén a mi alcance». Así podrá vivir, noblemente, entre sus semejantes.

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