sábado, 2 de agosto de 2025

MILAGRO EN HAMBURGO SEGUNDA GUERRA MUNDIAL * Mi historia del Sábado*

  MILAGRO EN HAMBURGO SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla.

 “Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos;”

 

MILAGRO EN HAMBURGO SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Basado en un hecho Real***

Nombres y fechas son  recurso literario

MI HISTORIA DE LOS DÍAS SÁBADOS

El autor dedica esta historia al PADRE ETERNO, A MI SALVADOR JESUCRISTO Y  E.S.

Por el autor del blog - un apasionado por la historia de antaño

Ciudad de Huehuetenango,  Sábado 2 de Agosto del año del Señor de 2025

  

 Señor Todopoderoso, Gracias por  regalarme un nuevo día de vida. Ayúdame a honrarte, a glorificar tu, nombre y a pensar en tiDanos el pan nuestro de cada día” “ Caerán a tu lado mil y diez mil a tu lado, más a ti no llegará, porque has puesto al Altísimo

 ”— Así de esta manera, invocando el poder del Eterno Padre, se levantó muy de mañana el día 1 de Agosto de 1943, la hermosa Krystabel  Von Strüber en la ya muy golpeada Hamburgo.

Siendo las nueve de la mañana, estando  en su iglesia, juntamente  con sus hermanos evangélicos, dieron inicio a un bendecido culto de fe.

A las diez de la mañana, sonaron las alertas de un ataque aéreo.    

El Pastor Hans Schäfer, hizo salir a  los fieles de la iglesia inmediatamente. Se dirigieron todos al bunker. Trescientas personas se amontonaron en su interior.

Al cerrarse las puertas, un diluvio de bombas explosivas e incendiarias  explotaron alrededor. Los edificios de los alrededores fueron  demolidos y reducidos a escombros. Una y otra vez caían y caían las bombas.  El fuego acababa la tarea  que los aviones habían dejado en pie.

Interminable les pareció el tiempo a los hermanos en medio del caluroso ambiente del bunker. Los creyentes   escuchaban el chisporroteo y crepitar  del rugiente fuego que devoraba arriba los alrededores.

 Al cesar al fin la alerta que señalaba que podían salir ya sin peligro al exterior, el El Pastor Schäfer subió los escalones para abrir las puertas. No pudo hacerlo porque estaban demasiado calientes. Encontró un taburete y lo lanzó a las puertas que ni siquiera se movieron. Los hombres unieron fuerzas y halaron con todas sus fuerzas, pero las recias y solidas hojas de acero no cedieron. Golpearon, martillaron con todas sus energías, pero era inútil.

El alto grado de calor de la tormenta de fuego había fundido las puertas, uniéndolas y soldándolas firmemente.  Si continuaban golpeando las puertas más rápido consumirán el precioso oxigeno que los mantenía con vida.

—Hermanos míos, fieles ovejas del rebaño del Señor,  arrodillémonos y supliquemos con todo nuestro corazón y fe al Salvador. Hagámoslo de manera silenciosa para  que conservemos el mayor tiempo el oxigeno que nos queda.—dijo el Pastor Schäfer.

La bella  Krystabel arrodillada clamaba desde lo profundo de su noble corazón:

—Mi padre celestial, imploro tu misericordia…tu puedes hacer un milagro, no dejes que perezcamos asfixiados…el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida

Todos de rodillas, escuchaban en medio del silencio, los sollozos de niñas  y de algunas mujeres, que apenas movían sus labios…

A mucha distancia, se escuchaba que llegaba un nuevo bombardero.  Luego el ruido de los motores fue acercándose. Después  comenzó a volar en círculos sobre la ciudad una y otra vez.

Todos los creyentes que estaban  en el interior de su tumba  sellada ,escucharon  el zumbido de una gran bomba al caer. Se acurrucaron  llevados por la costumbre para sobrevivir a los bombardeos.

La bóveda y la tierra retemblaron y se sacudieron violentamente. Las niñitas  gritaban de susto. La bomba había estallado cerca, muy cerca,  pero no lo suficiente para herir  a los fieles. Las dos puertas de metal que estaban fundidas se abrieron de par.

Al aquietarse el polvo, el Pastor  y la congregación  salieron  entre los escombros y el humo  que los envolvían por todas partes. (Pueblo mío, abriré tus tumbas, te sacaré de ellas. Ezeq. 37.12)

 Trescientas personas  a la luz  de la ciudad  llameante, se arrodillaron una vez más y dieron gracias al Padre Celestial.

***Basado en un hecho real que aparece en “La Gente más feliz de la tierra” Demos Shakarian**

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