viernes, 8 de agosto de 2025

LA LUZ DE LAS NACIONES *DEEMS* 1-17

 LA LUZ DE LAS NACIONES.

 POR CHARLES K. DEEMS,

 Pastor de la Iglesia de los Extranjeros, Nueva York, y Presidente del Instituto Americano de Filosofía Cristiana,

 AUTOR DE "El Altar del Hogar", "¿Y Ahora Qué?", "Pesas y Alas", etc. Y EDITOR DE "PENSAMIENTO CRISTIANO".

1884

LA LUZ DE LAS NACIONES.

 POR CHARLES K. DEEMS

1884

LA LUZ DE LAS NACIONES *DEEMS* 1-17

INTRODUCCIÓN.

 IMPORTANTE LEER ANTES DE CONTINUAR.

Después de todo lo que se ha escrito a favor y en contra de Jesús, millones de personas creen que él es "La Luz de las Naciones". Una figura histórica tan importante merece un examen repetido, a la luz de las generaciones sucesivas y de la acumulación de habilidad e investigación científica. La ley que un autor se impone al escribir un libro debe conocerse antes de poder comenzar una crítica adecuada. Si este volumen, o cualquier parte del mismo, se juzga como si hubiera intentado una Vida de Cristo, se podría cometer un grave error de interpretación respecto al volumen y a su autor. No es un libro así, como tampoco lo es un volumen de sermones o poemas. Se abstiene cuidadosamente de ser una Vida de Cristo. Una Vida de Cristo comienza necesariamente con la suposición de que Jesús era el Cristo. Debe ser dogmática y puede ser útil principalmente para los cristianos. No he dado por sentado tal cosa. Tampoco he asumido en este libro que los biógrafos originales, los Cuatro Evangelistas y Pablo, fueran inspirados. Simplemente asumo que sus libros son tan confiables como los de Heródoto y Jenofonte, Tácito y César. Escriben sobre Jesús, hijo de María. Conservan recuerdos de sus actos y palabras. Trato a estos biógrafos evangélicos como lo haría con esos autores clásicos. Me esfuerzo por crear una narrativa armoniosa a partir de sus registros y por determinar cuál era la conciencia de Jesús al realizar cada acto y pronunciar cada palabra, de acuerdo con las leyes del pensamiento que conozco. Este libro no debe juzgarse desde ningún punto de vista teológico. Si mis puntos de vista teológicos son de alguna importancia, deben buscarse en mis Sermones, no aquí. VII V1U INTRODUCCIÓN. En este libro se encontrará una nueva traducción de los dichos de Jesús. La regla general en tales casos es no hacer una traducción literal de cada palabra por su sinónimo en la lengua a la que se traduce, sino representar los modismos de un idioma con los de otro. Me he apartado de ese canon porque todo aquel que lea este libro tendrá en sus manos la Versión Común, que, por lo general, cumple esa función. Las traducciones aquí presentadas difieren de las de la Versión Común en que suelen ser casi estrictamente literales, y se han hecho a propósito para que quienes no conozcan el original tengan la oportunidad de comparar una versión literal con una idiomática. Mis traducciones del griego deben ser juzgadas por los eruditos a la luz de esta afirmación.

El idioma que Jesús usó fue el arameo palestino, también llamado hebreo por los primeros escritores eclesiásticos, según Papías, Ireneo, Orígenes, Eusebio y Jerónimo. El Evangelio de Mateo fue escrito en ese idioma. Es posible que Mateo también haya escrito la versión griega de su propio Evangelio. Los libros de Marcos, Lucas y Juan fueron escritos en griego, un idioma que es probable que Jesús usara en ocasiones. Se supone que los autógrafos de estos cuatro libros se han perdido, al igual que probablemente todas las copias realizadas en los tres primeros siglos. Además de las causas habituales de la desaparición de libros, podemos mencionar en este caso la meticulosa ejecución de los decretos de Diocleciano a principios del siglo IV (febrero del 303 d. C.) para la destrucción de todos los libros sagrados de los cristianos, con el fin de extirpar la «superstición», como él la llamaba. A pesar de las severas penas que obligaban a todos los magistrados a ejecutar esos decretos, algunas copias escaparon a las llamas. La persecución de Diocleciano concluyó en el año 313 d. C. Constantino, el primer emperador cristiano, ascendió al trono en el año 324 d. C. En el año 328, reclamó a Eusebio, quien había sido desterrado, y, en una carta que Eusebio cita en su Vida de Constantino, el emperador le ordenó que hiciera que cincuenta copias de las Sagradas Escrituras se escribieran en pergamino preparado, de manera legible, en un formato cómodo y portátil, por transcriptores con amplia experiencia en la materia. Constantino reconoció la finalización de esta obra en una carta posterior a Eusebio, INTRODUCCIÓN. IX. Una de esas copias, o quizás la copia más antigua de una de ellas, es propiedad del emperador de Rusia. Se llama Códice Sinaítico, pues fue hallado en un convento del Monte Sinaí por Tischendorf, un erudito alemán. Esa copia, al ser la más antigua que se conserva, constituye la base de mi traducción. Por lo tanto, siempre que el lector encuentre alguna de las palabras de Jesús en este libro diferente a la de la versión común, comprenderá que se acerca así a la fuente de la literatura producida por Jesús y sus expresiones. La diferencia en las características de los cuatro autores, comúnmente llamados los Evangelistas, es digna de mención.

 Mateo era un hombre de negocios práctico; Marcos era un observador estético; Lucas tenía una inclinación científica, y Juan era devotamente metafísico. Se nos permite ver a Jesús tal como se presentó a cuatro discípulos de sus actos y carácter. Debemos ejercitar nuestra habilidad en combinar sus impresiones.

 Es una gran ventaja tener un tema expuesto desde tantas perspectivas diferentes. Jesús fue el Fundador de una Fe. Vivió hace siglos. Se han hecho las más diversas afirmaciones sobre su persona y sus enseñanzas. Casi cada uno de sus dichos se ha convertido en la base de un dogma. No es de extrañar, entonces, que los historiadores se topen con acciones y declaraciones suyas que presentan dificultades.

 Algunas de estas siguen siendo dificultades en el siglo XIX. En tales casos, he dicho con franqueza: «No entiendo esto». Lo mismo ocurriría, creo, con cualquier otro estudiante honesto y escritor justo. Con esta franqueza no puedo perder la estima de aquellos cuya estima merece la pena. Pero no he evitado los momentos difíciles. Los lectores cansados quizá desearían haberlo hecho. Dondequiera que me ha parecido haber una explicación, la he dado. Puede que satisfaga a algunos. Puede que lleve a otros a descubrir lo que les resulta más satisfactorio. En ningún caso, creo, los lectores indoctos y sensatos quedarán perplejos, y en ningún caso, confío, los eruditos se escandalizarán.

No he pretendido parecer erudito. Para quienes no conocen los idiomas en que escribieron los evangelistas, ni los idiomas en que los eruditos han comentado estas obras, me he esforzado por simplificar el camino con todas las ayudas necesarias. Tampoco he pretendido ser original. Siempre que he recurrido a la labor de otros, he reconocido su mérito, según recuerdo. Si ha habido algún fallo en este punto, ha sido por inadvertencia. Para subsanarlo y para remitir a los estudiantes a las fuentes de mi propia información, X INTRODUCCIÓN. He proporcionado una lista de los libros utilizados en la preparación de este volumen. He leído la literatura sobre el tema lo mejor que he podido. Todos los escritores sobre este tema tienen dificultades con la cronología. En este libro, creo que los puntos terminales del nacimiento y la muerte son fiables, especialmente este último; Pero muchos de los incidentes de la vida se han organizado en un orden que he considerado oportuno modificar varias veces. El resultado de mi investigación es la convicción de que no está en la capacidad humana lograr una armonía de los hechos en esta biografía, que debería afirmarse con certeza en el orden preciso en que ocurrieron. Aquí y allá hay algunos que sabemos que se precedieron. No cabe duda sobre el orden del Bautismo, la Tentación, el Sermón de la Montaña, la Transfiguración, etc., pero hay incidentes menores que desconciertan a cualquier cronólogo. Las agrupaciones históricas y biográficas de este libro, tal como se publica, son el resultado final de mi más minucioso estudio, y no se han adoptado en ningún caso simplemente por su efecto pintoresco. Cabe decir que casi todos los lugares que Jesús hizo memorables con su presencia personal han sido visitados por el autor durante una estancia de varios meses en Tierra Santa. Así, ha aprovechado la ayuda que la geografía puede brindar a la historia, y así ha verificado las afirmaciones topográficas de este libro.

 Estoy seguro de que al preparar estas páginas no he tenido ambición de novedad; pero no he temido las novedades, ni ninguna opinión me ha resultado recomendable por ser antigua. Por otro lado, la novedad no ha sido una recomendación, ni la antigüedad un menosprecio.

 He buscado la verdad. Cuando creí haberla encontrado, la escribí y ahora la publico sin dejar de indagar si estas opiniones sinceras agradarán o desagradarán, o si ponen a Jesús a su alcance en ventaja o en desventaja.

En esto he procurado imitar el espíritu y el estilo de los evangelistas. Sería una gran estupidez dedicar años a un tema que, más que ningún otro, ha absorbido el estudio de hombres reflexivos, sin mejorar las opiniones que se formó en su juventud con menos investigación. La preparación de este libro ha sido, para mí, una gran recompensa. En la medida de lo posible, he dejado de lado cualquier prejuicio dogmático. Pero al escribir este libro he estado preparando una memoria de mi querido amigo, y si, por amor a él y en el espíritu de él, he tratado todos los registros con la mayor honestidad, también es justo declarar que los he tratado con la reverencia del amor varonil; y, sea cual sea la decisión final de mis lectores, concluyo esta obra con un amor por Jesús más profundo y mejor que el que siento por cualquier otro hombre, vivo o muerto.

Tengo una última petición.

 Cuando mis lectores hayan leído el libro completo y hayan intentado responder a la pregunta final de la página 710, les harían un favor, tanto a sí mismos como a mí, si volvieran a esta página y respondieran a esta pregunta: — Si tal argumento puede demostrarse mediante un examen racional de los Cuatro Evangelistas, basándose en que sus memorias son meramente humanas en todos los aspectos, ¿quién es Jesús, suponiendo además que esas memorias sean registros divinamente inspirados?

Creo firmemente que son inspirados. Esta creencia se confirma con cada examen de estos libros.

 Sobre este grave tema, no quiero que me malinterpreten.

 Es porque estoy tan plenamente convencido de la inspiración de estos registros que me he sentido tan seguro al basar el argumento de este volumen en una base que no incluye esa elevada afirmación.

Charles F. Deems IGLESIA LA "IGLESIA DE LOS EXTRANJEROS  =(PEREGRINOS DEL MUNDO)

" 4 Winthrop Place, Nueva York

PARTE I.

 EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE JESÚS DESDE EL AÑO 6 DE JULIO HASTA EL AÑO 8 D. C. - UNOS TRECE AÑOS Y MEDIO.

CAPÍTULO I.

ACONTECIMIENTOS PRELIMINARES.

Durante el reinado de Herodes el Grande, en Judea, vivían Zacarías e Isabel.

 Eran de ascendencia sacerdotal y de avanzada edad, sin hijos ni esperanza de tenerlos.

 Sus vidas habían sido intachables. Su familia, su empleo y su carácter les daban un aire de santidad. Zacarías fue el octavo de los veinticuatro turnos descendientes de Abías establecidos por David (1 Crónicas 24:10).

 Un día, según el orden de su turno, según la costumbre del oficio sacerdotal, le tocó en suerte quemar incienso al entrar en el templo de Jehová. Mientras participaba en este acto solemne, contempló una aparición de pie a la derecha del altar del incienso. La visión turbó a Zacarías. Lucas dice que era un ángel, y que el ángel le dijo a Zacarías que su nombre era Gabriel.

 Este era el nombre del hombre que Daniel había visto en una visión, y de quien supo el momento en que el Mesías aparecería. (Daniel 9:21-23. Gabriel = Hombre de Dios). Gabriel predijo a Zacarías que Isabel daría a luz un hijo, cuyo nombre sería Juan (en hebreo, Jehoanan, que significa el don de Jehová, equivalente a Teodoro). Que no bebiera vino ni sidra (Números 6:1-21), sino que fuera lleno del Espíritu Santo y tuviera el poder y el oficio de Elías, es decir, ir delante del Señor y convertir los corazones de los padres a los hijos, y preparar al pueblo para el Señor, como Malaquías había predicho en las últimas palabras del Antiguo Testamento. Zacarías, incrédulo, pidió una señal a Gabriel. Se la concedió. Debía permanecer mudo hasta el nacimiento de su hijo. Mientras esto sucedía, toda la congregación —normalmente numerosa en ese momento— oraba en silencio en el patio exterior.

 El pueblo se asombró de la demora de Zacarías. «Cuando salió, no podía hablar. Por su solemne actitud y su mutismo, el pueblo concluyó que había tenido una visión. Estaban entonces a la espera del Mesías».

Zacarías terminó su semana de trabajo y partió a su casa, probablemente en Hebrón o Judea. Allí, Isabel concibió y se recluyó durante cinco meses, diciendo: «Así me ha tratado Jehová en los días que me miró, para quitar mi afrenta entre los hombres».

 Como siempre se buscaba un Libertador, el mayor deseo de una novia hebrea, en la línea de David, era ser madre —si acaso, madre del gran Rey Esperado—. La esterilidad, por lo tanto, era un oprobio.

 Mientras Isabel esperaba tranquilamente su hora en la región montañosa de Judea, otro prodigio ocurrió en la pequeña y remota ciudad de Nazaret, en el corazón de la Galilea de los gentiles, lejos del espléndido templo donde Zacarías había tenido su visión.

 En ese remoto lugar habitaba una sencilla joven hebrea llamada Mary. Era pobre. Su sociedad( entorno) era la de los trabajadores comunes. Fue entregada a un pariente, un carpintero* llamado José.

***** La palabra traducida como "carpintero" significa cualquier trabajador de la madera, constructor de casas o barcos, o fabricante de muebles de madera. Sabemos que José no era constructor de barcos. No es probable que fuera constructor de casas, debido a la escasez de madera y a la costumbre de construir casas de piedra. Probablemente era fabricante o reparador de muebles. Se ha sugerido que era arquitecto.***

 

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