jueves, 20 de octubre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS –Parte 002

EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS –Parte 002

PRIMERA PARTE

VISITACIONES Y VISIONES

Capítulo 1

CAMINO Al, CIELO

Prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

FILIPENSES 3:14

Mi nombre es Choo Nam Thomas y soy coreanoamericana. Soy la única hija de mis padres, quienes fallecieron, y tengo dos herma­nos: uno menor y otro mayor que yo. Estoy casada, y tengo un hijo y una hija ya casados. Soy abuela de dos nietos y dos nietas.

En Corea, mi familia no era religiosa en manera alguna. Nunca había oído de Jesús hasta que fui a la iglesia. Hasta entonces, sólo había oído sobre la iglesia y Dios.

Me convertí al Señor en febrero de 1992. Literalmente, me enamo­ré de Jesús después de asistir un par de veces a la iglesia. Cuando supe lo que Él hizo por mí, decidí entregarle toda mi vida.

Dios respondió a mis oraciones, y esto permitió que mi fe se fuera fortaleciendo más cada día. Rápidamente comencé a diario a perder mis antiguos deseos. Sólo podía pensar en Jesús cada momento en que estaba despierta. Tenía tanto temor de Dios, que era incapaz de hacer algo concientemente en contra de su voluntad. Mi deseo era sólo agra­darlo a Él, y aprender lo más posible acerca de Él para poderle hablar a otros.

UNA VISIÓN Y EL FUEGO DE Dios
Recibí el fuego del Espíritu Santo mientras estaba orando en mi casa
en 1994. Aproximadamente un mes más tarde, vi la presencia del Señor mientras adoraba en la iglesia Neighborhood Assembly of God en Tacoma, Washington. Él estaba sentado cerca del púlpito. Tenía sus piernas cruzadas, y lo podía ver tan claramente como si fuera una persona real, a excepción de su cara.

Lo percibí con el pelo blanco como la seda y llevaba una túnica de color blanco puro. Después de verlo por casi cinco minutos, mi cuerpo ardía con un gozo inexplicable y quedé totalmente comprometida con Jesús. Después de esta experiencia que cambió mi vida, mi familia y yo comenzamos a asistir a la iglesia Puget Sound Christian Center en Tacoma, Washington.

El Domingo de Resurrección de 1995, tuve otra experiencia espiri­tual profunda. Mientras asistíamos al primer servicio, mi cuerpo empe­zó a agitarse violentamente y tuvimos que quedarnos para el segundo servicio. Estaba experimentando el mismo fenómeno conocido entre los cuáqueros y los primeros pentecostales.

Desde entonces, mi cuerpo nunca ha dejado de agitarse en la igle­sia o durante mi tiempo de oración en mi casa. Dos semanas después de esta experiencia del Domingo de Resurrección, recibí el don de lenguas en mi casa y comencé a cantar en el Espíritu. Mientras veía una cruzada de Benny Hinn por televisión, me puse en pie y levanté mis manos en oración. Entonces caí al suelo y permanecí ahí por casi tres horas. La unción del Espíritu Santo era tan fuerte que no podía levantarme, y todo lo que podía hacer era cantar, hablar en lenguas y reír.

Desde entonces, durante cada servicio de adoración, puedo ver la presencia del Señor Jesús en la iglesia. Las visiones del Señor que recibo continuamente no son tan intensas como la primera, pero sí son igual de reales.

UN VASO DISPUESTO

Creo que estas emocionantes y extrañas experiencias son la forma en que Dios me está preparando para la obra a la cual me ha llamado. Tengo un fuerte deseo de recibir los dones de sanidad y ganar almas, pero no sé cómo servirle, salvo compartir con todos quién es Jesús.

Al principio, algunos miembros de mi familia y amigos rechaza­ron mi mensaje y no les gustaba que yo siempre hablara de Jesús. Sin embargo, ahora las cosas son diferentes. No importa con quien esté, sólo quiero hablar del Señor, y Él me ha dado el privilegio de guiar a

mucha gente a Él, incluyendo a mis parientes y amigos. Todos mis seres queridos ahora son salvos.

Jesús está siempre en mis pensamientos y mi boca. Cuando se presentan tiempos difíciles, pienso acerca de lo que Jesús hizo por noso­tros. Cuando me acuerdo de todo lo que Él ha hecho, me doy cuenta de que nada es demasiado difícil para mí. Cuando alguien me lastima, simplemente medito sobre todo lo que Jesús hizo por mí en el Calvario, y me lleno de paz al instante.

Antes de la primera visita que el Señor me hizo, tenía unos sueños muy especiales con las nubes. Estos sueños me recordaban algo que mi padre una vez compartió conmigo. Me dijo que mi madre había soña­do con nubes. También, con frecuencia, me mencionaba que mi madre había tenido un sueño especial conmigo, antes de que ella estuviera embarazada de mí. Me dijo que ella nunca olvidó un sueño sobre un día despejado que, de repente, se puso muy nublado. Las nubes vinie­ron hacia la parte delantera de la casa. Una de ellas entró en el cuarto donde ella estaba dormida y llenó el cuarto con un resplandor blanco.

Mi madre estuvo enferma la mayor parte de su vida, y murió cuan­do apenas tenía cuarenta años. Nunca compartió esos sueños y visiones conmigo, pero mi padre me habló muchas veces de ellos, especialmente el de las nubes. Nunca los tomé en serio, hasta que tuve mi propia experiencia con sueños y visiones.

La interpretación de mi padre sobre el sueño de las nubes era que yo hubiera podido llegar a ser muy exitosa si hubiera sido un varón, porque en aquellos tiempos muchos hombres orientales creían que sólo los varones podrían llegar a tener éxito en la vida. Yo creo, sin embargo, que el sueño era una señal del Señor. Al leer este libro, usted entenderá que las nubes han sido una parte importante en la obra de preparación que el Señor ha hecho y continúa haciendo en mi vida.

Desde mi encuentro con Jesús, he tenido un fuerte deseo de orar por otros. He llegado a ser una verdadera guerrera de oración. La ora­ción de intercesión se ha convertido en mi estilo de vida. Asistí con regularidad a un estudio bíblico en una iglesia coreanoamericana por casi un año antes de que mi esposo, Roger, fuera salvo.

No realicé ningún trabajo a tiempo completo en la iglesia, ni aprendí muchos versículos bíblicos; pero aún así, Él me escogió para su especial obra. Según mi Señor Jesús, Él quiso que primeramente llegara a conocerle y aprendiera a obedecerle, que me enfocara sólo en Él. Al mostrarme el cielo y todas las demás visiones que he tenido el privilegio de experimentar, Él empezó a prepararme para el ministerio al cual me ha llamado. Ahora estoy aprendiendo a conocerlo por medio de la oración y el estudio de su Palabra.

REVELACIÓN DEL CIELO

El resto de los capítulos de este libro, como usted pronto descubrirá, describen algunos viajes extraordinarios en los cuales Dios me ha lleva­do desde que entregué mi vida a Él. Dios me pidió que escribiera estas experiencias en este libro, para que otros vean y entiendan. El porqué me eligió para esta importante obra sigue siendo un misterio para mí, pero sí sé que Él quiere que yo advierta a la gente en el mundo, y en la iglesia, que no queda mucho tiempo para que podamos finalizar la obra que Él nos ha llamado a hacer.

El Padre en el cielo quiere que toda la gente sepa cuánto Él le ama y desea bendecirla, si sólo confiaran en Él y obedecieran su Palabra. Él me ha enseñado que muchos creyentes están, en realidad, obrando como ateos, no creen de verdad que hay un cielo. Puedo decir, con toda certeza, que es posible para nosotros –a este lado de la eternidad– saber que el cielo es muy real. Además, ahora sé que nuestro Dios es capaz, como su Palabra dice, de "hacer todas las cosas mucho más abundan­temente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Efesios 3:20).

El propósito de este libro es dar la gloria a Dios: "A Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén" (Efesios 3:21).

Por favor, lea estas páginas con una mente y un corazón abiertos, y deje que el Señor le hable a usted directamente. Él tiene un plan maravilloso y propósito para su vida. Él ha preparado un hogar para usted en el cielo. Como yo, usted puede descubrir lo emocionante que es saber que usted se dirige a la tierra prometida.

Capítulo 2

TODO PODER EN El,
CIE1,0 Y EN tA TIERRA

YJesús se acercó y les habló diciendo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra':

MATEO 28:18
25

E1 1996, como había profetizado el pastor Larry Randolph, llegó a ser el año más maravilloso, emocionante, importante y poderoso de mi vida. Todo comenzó en la última noche del año 1995. La unción del Señor fue muy real para mí durante toda la noche. De hecho, su presencia era literalmente tan ardiente que casi no podía respirar. Había experimentado la presencia y el poder del Espíritu Santo anteriormen­te, pero esta noche era muy diferente. Era un período intenso de amor y emociones, y sentí que algo único, maravilloso y a la vez misterioso, iba a suceder.

Lo que estaba experimentando desafiaba la razón y la lógica, pero la presencia del Señor era tan real que sentía que podría alcanzarlo físicamente y tomar su mano. Esto era una realidad espiritual, que sobrepasaba cualquier cosa que hubiera experimentado jamás en el terreno natural.

Había una expectativa en mi corazón. De algún modo, me di cuenta que lo único que tenía que hacer era continuar esperando en la presencia del Señor, y que Él me hablaría y enseñaría cosas maravi­llosas. A lo largo de esta larga —pero agradable— noche, me aferré a ¡i versículo bíblico de Jeremías que contiene una promesa de nuestro 26       ¡EL CIELO ES TAN REAL!

Padre: "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" (Jeremías 333).

Mientras esperaba con gran ilusión, pude oír los fuegos artificia­les y otros fuertes ruidos de la gente que celebraba la llegada del Año Nuevo. Conforme el 1995 daba paso al año 1996, continué esperando durante las horas de la madrugada hasta el amanecer. Nada pasó, pero estaba determinada a escuchar la voz de Dios.

El primero de enero de 1996, era un día frío y húmedo en el noroeste, pero había un gran calor en mi corazón, que ningún viento del invierno podía enfriar. La palabra de Dios habló a mi corazón: "Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová (Salmo 27:14).

Esperar es una de las cosas más difíciles de hacer en el mundo y, sin embargo, ¡es la clave de tanto poder en la vida espiritual! El Señor quiere que esperemos en su presencia, porque es la manera en que desa­rrollamos la paciencia que necesitamos para crecer y servir.

Aunque no había dormido nada la noche anterior, el día de Año Nuevo me sentí descansada, gozosa y llena de energía mientras mi familia y yo celebrábamos el día festivo. Desde las nueve hasta las once de la noche de ese día, el calor de la presencia del Señor me recordó una vez más mantener una vigilia nocturna. Dormí brevemente, y entonces me desperté recuperada, deseando oír la voz del Señor.

Ese horario en el que casi no dormía, prosiguió por toda la primera mitad del mes de enero. Todavía no oía al Señor. Sin embargo, sentí por fe que me preparaba para un encuentro personal con Él.

TEMBLOR EN LA NOCHE

El 19 de enero me desperté a las tres de la mañana. Mi cuerpo esta­ba temblando. Eso nunca me había sucedido mientras dormía. Sin embargo, desde el Domingo de Resurrección de 1995, mi cuerpo había estado temblando durante los cultos de adoración en la iglesia y los momentos de oración personal.

Hay algo en las noches, un tiempo de tranquilidad y poca distrac­ción, que brinda una oportunidad especial para que el Señor se acerque a su pueblo. Este era ciertamente mi caso.

Algunas veces, la unción del Señor venía tan fuerte sobre mí que sentía que iba a desmayarme. En otros momentos, me dejaba sin­tiéndome mareada y débil. A menudo, quedaba tendida en la cama1

Todo poder en el cielo y en la tierra          27

completamente inmovilizada por el poder de la presencia de Dios. Todo es demasiado maravilloso como para describirlo totalmente, pero intentaré presentarlo como sucedió.

La Biblia está llena de ejemplos de personas que temblaron y se agitaron en la presencia del Señor. Algunas veces, esta manifestación está acompañada de temor, pero la mayoría de las veces se trata de una etapa preparatoria. Dios está a punto de hacer una gran obra a través de un recipiente entregado a Él. Ciertamente, ese fue el caso del pro­feta Jeremías, quien oyó la voz de Dios preguntándole: "¿A mí no me temeréis? dice Jehová. ¿No os amedrentaréis ante m2" (Jeremías 5:22).

Quien llegaría a ser conocido como "el profeta llorón" contestó la pregunta de Dios: "A causa de los profetas mi corazón está quebrantado dentro de mí, todos mis huesos tiemblan; estoy como un ebrio, y como hombre a quien dominó el vino, delante de Jehová, y delante de sus santas palabras" (Jeremías 23:9).

La Palabra de Dios nos enseña que el temblor y la agitación son manifestaciones Físicas propias de la presencia de Dios. Otros ejemplos se encuentran en Daniel 10:7, Salmo 99:1, 114:7, Habacuc 3:16 y Mateo 28:4; así como Hechos 4:31, uno de mis favoritos: "Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo".

"QUIERO HABAR CONTIGO"

In la noche del 19 de enero, la presencia del Señor fue tan intensa en MI cuarto que temblé, sudé y me sentí muy débil por más de una hora. entonces oí algo. ¿Era la voz de mi Señor y maestro?

Giré la cabeza sobre mi almohada para mirar en dirección al soni­do, y allí, resplandeciente, estaba una figura con vestiduras blancas. El esplendor que provino de ese visitante desconocido fue tan brillante que  no podía ver su rostro, pero en lo profundo de mi corazón sabía que yo había sido bendecida por una visitación especial del Señor.

¿Cómo puede pasarme esto a mí?, pensé, mientras temblaba con más violencia aún, y lloraba con lágrimas de amor y gozo. Era el Señor, el Señor del cielo y de la tierra, y Él voluntariamente, había escogido visitarmee de esta manera muy especial. Me sentí tan humilde y pequeña ante su presencia. No pude parar de llorar.

"Chao Nam, hija mía, soy tu Señor, y quiero hablar contigo. Tú has sido mi hija especial por mucho tiempo."

El impacto de su voz, sus palabras, su mensaje me impactó con una fuerza sobrenatural que me dejó tambaleando. Mi cuerpo tembló más fuerte, y sentí mi espíritu elevarse dentro de mí. El don de lenguas comenzó a fluir, seguido por una interpretación clara.

Me moví lo más cerca posible del borde de la cama para no desper­tar a mi esposo, Roger, quien dormía a mi lado. Por un momento pensé cómo él podía dormir con tanto resplandor en el cuarto y el constante temblor que parecía ser lo suficientemente fuerte como para tumbar la cama. Pero este era un momento especial que yo recibía del Señor. Así que Roger continuó durmiendo.

El Señor habló una vez más con su voz apacible y tranquila, pero a la vez firme: Hija,  eres una hija tan obediente, y quiero darte dones espe­ciales. Estos dones van a servirme grandemente. Quiero que estés contenta con estos dones'

 Sabía que, en ese momento, Dios me estaba escogiendo para hacer una obra importante para Él, y que esto tendría que llegar a ser mi único propósito. Sabía que no tenía nada que darle, excepto mi corazón y vida, y que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que Él quisiera o ir al lugar que me mandase. Era una noche de compromiso, reto y propósito. Mi maravilloso Señor empezó a revelarme su voluntad.

He reconocido desde entonces que cuando mi cuerpo comienza a temblar desde mi interior hacia fuera, Dios pronto me hablará. También supe entonces que sus palabras serían vida y victoria.

Mi cuerpo dejó de temblar, y caí en uno de los más tranquilos y apacibles sueños que hubiera tenido en muchos años. Durante el siguiente día, me sentí muy ungida y feliz por haber conocido al Maestro cara a cara. En la mañana, le pregunté a Roger si había sentido u oído algo durante la noche. Movió la cabeza y dijo: "Parece que tengo el sueño muy profundo".

Dios me había escogido para una obra específica. Esto era demasia­do maravilloso como para imaginarlo y a la vez difícil de expresar. Abrí mi Biblia en el Evangelio de San Juan, y leí estas alentadoras palabras que coincidían con la profecía del pastor Randolph: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé" (Juan 15:16).

El Señor me había escogido para ir y llevar frutos que perduren.

Esto es lo que quería más que nada en el mundo. Su Palabra, su presencia, su unción confirmaron el llamado sobre mi vida. Desde ese momento en adelante, me comprometí a obedecer al Señor sin impor­tar las consecuencias.

Entonces mis ojos se enfocaron en los versículos anteriores: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer» (Juan 15:14-15).

Dios estaba confirmando su. palabra, su rhema, en mí por medio del pastor Randolph, y su logos, a través de la Biblia. Recordé las pala­bras del pastor: "Dios va a decirte cosas sobre personas que nunca repetirás. Orarás, intercederás y levantarás a esas personas en oración, porque vas a ser una amiga de Dios, y eso es ser un verdadero profeta; simplemente ser amigo de Dios. Una amiga de Dios. Él te dirá secretos sobre la vida de otras personas y las cosas que hará en la tierra. Así que, prepárate a recibir una fresca unción profética que vendrá en tu vida".

Ya me estaba ocurriendo, y apenas podía esperar para descubrir lo que Dios me diría próximamente.

UNA PROFECíA CUMPLIDA

El  20 de enero, me desperté entre las tres y cuatro de la madrugada. La unción de la presencia del Señor me despertó y otra vez vino acom­pañada de un fuerte calor. Estaba medio dormida, pero, de repente, la voz del Señor me despertó por completo y dijo: "Hija, voy a visitarte muchas veces antes de que termine esta obra. Por lo tanto, quiero que descanses durante las horas del día. Tengo muchos planes especiales para ti. Voy a usarte en gran manera, pero tardaré un tiempo en prepararte para la obra a la cual te he llamado. Tienes que escribir lo que oyes durante cada una de mis visitas':

La experiencia en su totalidad me impresionó, y me quedé asom­brada al pensar que el Señor me visitaría una y otra vez. Ciertamente, una visita del Señor debería ser suficiente. Sin embargo, dijo que vol­vería a visitarme personalmente para que pudiera prepararme para la obra que tiene para mí.

Así de rápido como entró, salió de mi cuarto. No podía verlo ni oírlo. El temblor cesó. Sus palabras de sosiego y las visitas maravillosas me dejaron muy feliz, apacible y, desde luego, con curiosidad.

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