EL FUTURO RECONOCIMIENTO DE NUESTROS AMIGOS
EN EL CIELO,
POR PROF. HENRY ZIEGLER, D. D.,
JUNTO CON LOS REQUISITOS PARA EL RECONOCIMIENTO
POR REV. P. ANSTADT, D. D.,
También extractos de los escritos de Harbaugh, Schmucker, Stork, Luther, Melanchton, Knapp, Calvin Tillotson, Doddridge, Baxter, Melville y otros, junto con extractos de los poetas.
1895
NUESTROS AMIGOS EN EL CIELO *ZIEGLER* 1-14
Voy a prepararles un lugar. Vendré otra vez y los tomaré conmigo, para que donde yo estoy, ustedes también estén. (Juan 14:2)
Pretace*
En una visita al venerable Prof. Henry Ziegler, Doctor en Filosofía, me mostró varios libros manuscritos que había preparado para su publicación. Entre otras cosas, me entregó el manuscrito de "Reconocimiento después de la muerte", que constituye la primera parte de este pequeño volumen.
El reconocimiento en el cielo es un tema predilecto para él, como lo es también para mí y para miles de cristianos, cuyos amigos los han precedido a esa tierra feliz.
Inicialmente, se planeó publicar el ensayo del Dr. Ziegler simplemente en forma de folleto, de unas treinta y dos páginas. Pero a medida que leía el argumento bíblico y lógico del Dr. y me interesaba profundamente el tema, la idea se expandió en mi mente hasta el punto de preparar y publicar este pequeño libro.
En consecuencia, añadí algo de mi propia composición; A saber, "Los Requisitos para un Futuro Reconocimiento".
Luego encontré en libros algunas reflexiones muy hermosas e interesantes de otros hombres, de las cuales recogí extractos.
Entre ellos, menciono a los doctores Harbaugh, Schmucker, Stork, Lutero, Melanchton, Knapp, Calvino, Tillotson, Doddridge, Baxter, Melville y otros. Y, finalmente, extractos de los poetas.
Esta pequeña obra no es sectaria, ni siquiera en el sentido estricto de la palabra, un libro confesional. Los sentimientos expresados y las esperanzas albergadas en el. son compartidos por la mayoría de los cristianos de todas las denominaciones; sí, de una forma u otra, también por «todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas» de todos los tiempos y tierras. Dice el Dr. Harbaugh: «El reconocimiento en el cielo no es la creencia de una sola secta, ni de una clase de sectas, sino la voz de la Iglesia.
Hombres de todos los credos expresan aquí su creencia en esta doctrina. Es una de esas verdades que emanan de la mente y el corazón cristianos universales.
Es tan amplia como las necesidades y las aflicciones humanas. Como la esperanza misma del cielo, brota en cada corazón que busca esa morada amistosa y pacífica».
Por lo tanto, lo envío con la esperanza y la oración de que sea una fuente de consuelo para muchos afligidos, cuyos amigos no se han perdido al pasar por el valle de la sombra de la muerte, sino que solo se han adelantado para dar la bienvenida a sus seres queridos a ese hogar feliz, donde Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.
P. ANSTADT,
York, Pensilvania, agosto de 1895.
RECONOCIMIENTO DESPUÉS DE LA MUERTE
Las relaciones y amistades que se forjan aquí en la tierra son, en muchos casos, muy íntimas, fuertes y entrañables. Estos lazos se manifiestan en su máxima profundidad y ternura solo con la muerte de nuestros queridos amigos. ¿Quién de nosotros no ha experimentado estos lazos eternos y este profundo dolor por la muerte de nuestros seres queridos? Y con qué naturalidad surge en el corazón cristiano el pensamiento reconfortante y la esperanza de una reunión, reconocimiento y comunión en el más allá eterno.
¿Es esta esperanza una ilusión? ¿O tiene una base sólida para fundamentarla como una certeza absoluta? — "En la tierra de luz y gloria, ¿nos conoceremos allí?"
No tenemos ninguna promesa directa en la palabra de Dios de tal reconocimiento futuro de nuestros antiguos amigos y conocidos en la tierra; sin embargo, tenemos varias garantías satisfactorias de esta esperanza casi universalmente acariciada.
PARTE I.
La primera prueba y certeza se encuentra en nuestros afectos domésticos y sociales. Suponer que nuestros vínculos paternales, filiales y fraternales, y también sociales en general, serán erradicados, o incluso esencialmente modificados, después de la muerte, llevaría a la conclusión de que los seres inteligentes y racionales pueden existir sin una naturaleza afectiva y emocional; pues, si los vínculos a los que acabamos de referirnos se destruyen, la destrucción de toda nuestra naturaleza afectiva y emocional parecería estar igualmente implicada. Esto es inconcebible.
Por el contrario, la vida después de la muerte debe ser una perpetuación del presente: llevaremos con nosotros nuestro carácter, nuestros principios, nuestro conocimiento, nuestros afectos y apegos, adquiridos y apreciados aquí en la tierra.
Pero para perpetuar en el cielo los lazos formados en la tierra, es necesario reconocer a las personas con quienes se han formado tales lazos; es decir, reconocer a antiguos amigos y conocidos. A menos que, por lo tanto, nuestra naturaleza cambie radicalmente "Allí nos conoceremos."
PARTE II.
La segunda prueba se encuentra en la esperanza casi universal, entre las naciones gentiles de la antigüedad, de una reunión y reconocimiento de formas de amistad en el Seol o el Hades. Esta esperanza generalizada no puede explicarse racionalmente, excepto suponiendo que se tratara de una tradición transmitida a partir de una revelación muy antigua sobre este tema; pues, si la razón por sí sola no pudiera desarrollar y demostrar la creencia y la esperanza de una vida inmortal, tampoco podría desarrollar y demostrar la de una futura reunión y reconocimiento. De la primera, está escrito que «Cristo abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio»; e igualmente cierto es de la segunda, que ha sacado a la luz, con mayor certeza, una futura reunión y reconocimiento.
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