sábado, 22 de octubre de 2022

EL CASTILLO- EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS –Parte 005

 EL CASTILLO

 EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS –Parte 005

estaba cerca de la sala del trono de Dios una vez más, y con cada paso que dábamos, mi corazón palpitaba con más intensidad.

Entramos en la sala, y ésta era más admirable e inspiradora que antes. El relumbrante trono de oro del Señor estaba encima de una plataforma ovalada. Los rayos de gloria resplandecientes corrían desde el centro de la sala donde la plataforma estaba situada.

Un ángel me dirigió a un pequeño cuarto lateral, y me sorprendí al descubrir un cuarto de baño allí. Un espejo de cuerpo entero cubría la pared entera al lado izquierdo de este cuarto, y muchas sillas de ter­ciopelo hermosas estaban puestas cuidadosamente delante del espejo.

Un hermoso ser estaba parado ante mí, e inmediatamente percibí que estaba con un ángel. Este ser abrió un gran ropero que contenía muchas túnicas, vestidos y coronas. El ángel seleccionó una de las túni­cas y puso una corona sobre mi cabeza. Cada túnica estaba bordada con colores vivos. Creo que las prendas eran las más imponentes y costosas que jamás haya visto.

Después de vestirme, el ángel me acompañó de nuevo a la sala principal. El Señor estaba esperándome. Vi que Él llevaba una túnica y una corona como las mías.

Me llevó a otro edificio 

parecido a los castillos medievales europeos que había visto muchas veces en fotos. Había una pared de piedra a ambos lados del castillo, y unas flores espléndidas estaban plantadas por todas partes. Al contemplar el panorama que tenía ante de mí, me sentía en un maravilloso mundo de belleza, paz y felicidad. No quería regresar a la tierra.

La Biblia dice que todos adoraremos al Señor ante su trono: "Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glo­rificarán tu nombre. Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas; sólo tú eres Dios" (Salmo 86:9-10). En otro pasaje, el salmista procla­ma: "Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos. Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto" (Salmo 103:19-20). El profeta Isaías declara: "El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies" (66:1). El cielo es un lugar tan glorioso, y será un gozo adorar a Dios allá por toda la eternidad.

Una vez oí una canción sobre el cielo que proclamaba: "El cielo es mejor que aquí / Gloria a Dios / Qué gozo y gloria / Andar por calles de oro puro / Entrarás en una tierra donde nunca envejecerás" (autor desconocido). Ahora sé la verdad que contiene esta canción. El cielo es mucho mejor que esta tierra. En verdad, no hay comparación entre la tierra y el cielo.

Entramos en el castillo e inmediatamente noté la alfombra de vivos colores en el vestíbulo. Los elegantes muebles habían sido seleccionados para combinar con el color y estilo de la alfombra. Las paredes eran brillantes y radiantes, tan resplandecientes que

que casi me dejan ciega. Al final del pasillo, hacia delante, vi una puerta corrediza. Me pregunté qué descubriría al otro lado.

EL LAGO ESPECIAL

Pronto descubrí que la puerta corrediza de cristal no conducía a otro cuar­to, sino que daba al jardín del castillo. En el centro de este glorioso lugar, había un pequeño lago. El jardín interior estaba enteramente rodeado por una muralla de piedras. Flores de todo tipo y descripción formaban un mar de belleza por dondequiera que mirara.

Vi que una variedad de árboles frutales crecían cerca de la muralla de piedras. Estos árboles estaban llenos de frutos grandes, que parecían tener un aspecto de exquisitez como jamás había visto. Estaban rodeados por una abundancia de flores preciosas. Esparcidas por este asombroso jardín, había unas rocas grandes grisáceas, que parecían como si hubieran sido estratégi­camente puestas para sentarse y descansar,

El lago realmente me intrigaba, y sólo de verlo, empecé a cantar en el Espíritu y danzar de felicidad. De verdad que no puedo explicar por qué reaccionaba a este panorama con tanto entusiasmo, pero algo sobrenatural estaba impulsándome a expresar mi gratitud, mi felicidad y mi paz de esta manera tan demostrativa. El Señor se sentó en una roca y me observó mientras danzaba.

Recordé un versículo del Antiguo Testamento: "Y David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová" (2 Samuel 6:14). El lago me recordó un versículo en Apocalipsis: "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apocalipsis 22:17). Sí, hay numerosos cuerpos de agua en el cielo, y el agua de este lago era clara y tranquila. Brillaba como cristal.

El Señor me dijo: "Éste es un lago especial".

Yo sabía que lo era, pero no podía entender el porqué. El Señor  no me dio explicación alguna en ese momento, pero supuse que el lago contenía muchos secretos espirituales que al final aprendería uno por uno. Me preguntaba: ¿Es aquí donde mis pecados y los pecados de todos los demás creyentes han sido sepultados? ¿Es el lago un símbolo del agua de la Palabra de Dios?

Ciertamente, el agua representa la purificación del pecado que nuestro Señor nos proporcionó. Su Palabra nos dice que "si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Las palabras de jesús que Juan escribió vinieron a mi mente: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (3:5).

JESOS ESTÁ LISTO Y... ESPERANDO

Después de unos momentos de puro placer, danzando y cantando cerca del lago, el Señor me llevó de regreso al palacio blanco donde me había cambiado el vestido que tenía ahora puesto. Entonces, caminamos de vuelta a la montaña cubierta de árboles y follaje verde.

"Regresaremos a la tierra", dijo el Señor.

Me tomó de la mano nuevamente, y empezamos a volar por el firmamento  celeste hasta la tierra. Llegamos al lugar donde habíamos comenzado este viaje en particular, la bella y pacífica playa donde habíamos caminado antes.

Jesús dijo: "Hija mía, ahora sabes cuán especial eres para mí. Quiero que recuerdes que me tomó un largo tiempo el prepararte y traerte a mi reino, y enseñarte estas cosas para que pudieras contárselas al mundo".

Yo asentía con la cabeza lo que Él estaba diciéndome.

El Señor continuó: "Quiero que recuerdes todo lo que te digo y enseño. Asegúrate de que lo escribas todo. Yo me aseguraré de que todo el mundo entienda todo lo que te digo y enseño".

Esta parte de su mensaje levantó la pesada carga de responsabilidad que había sentido sobre mí, desde que me dijo por primera vez que yo había sido escogida para hacer su obra. Ahora sabía que Él simplemente hablaría a través de mí y así alcanzaría a otros. Yo sólo tenía que estar dispuesta a ser usada por Él. No habría nada difícil en esto, después de todo lo que había experimentado y había visto.

Jesús continuó: Muchas personas piensan que yo nunca vendré por ellos, pero te digo, voy a venir más pronto de lo que ellos piensan" Cuando dijo esto, el tono de su voz cambió. Parecía que estaba casi enojado o por lo menos yo sentía que había una gran urgencia en sus palabras. Era un aviso. Era un mensaje que yo tenía que compartir, y compartirlo ahora. Los últimos tiempos están verdaderamente cerca. Jesús viene pronto.

Creo que el Señor está listo para buscar a su pueblo, pero su pueblo no está listo para irse con Él. Parecía muy urgente. Por eso tengo que anunciar este mensaje. No tengo otra alternativa, sino simplemente obedecer al Señor. La gente necesita ser advertida de que la venida del Señor está cerca. La gente necesita prepararse para su Segunda Venida, arrepintiéndose de sus pecados y recibiendo a Jesús en sus vidas.

La Biblia es muy clara en cuanto a esto:

"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engen­drados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad."

—JUAN 1:12-14

Jesús, la Palabra Viva de Dios, estaba diciéndome que vaya rápido a contar a otros que Él viene pronto. Eso es lo que Él quería decir cuando dijo: "Tenemos mucho trabajo que hacer".

PODER EN LA SANGRE

El último día del mes febrero de 1996 fue aún más emocionante de lo que fue el comienzo. Desde las 4:00 hasta las 5:30 de la madrugada del 28 de febrero, el Señor estuvo conmigo. Vino y me dijo: "Choo Nam, ¡soy tu Señor".

Me alcanzó y me tomó de la mano, y milagrosamente fuimos trans­portados a la playa bonita. Él sostenía mi mano mientras caminábamos a lo largo de la orilla del mar, y esta vez el Señor parecía deseoso de hablar conmigo. Era como si Él tuviera un deseo ardiente de compartir muchas cosas conmigo.

Nos sentamos en la arena cerca del mar. Mientras las olas iban y venían delante de nosotros, algo asombroso sucedió. El agua de la arcilla se convirtió en sangre. Una ola roja oscura y espumosa se levantó delante de nosotros. Parecía como si la sangre fuera sucia, y pregunté: ¡Por qué está la sangre tan sucia?" Es mi sangre, Chao Nam ", respondió.” la que ha lavado y quitado todos los pecados de mis hijos.”

Comencé a llorar cuando oí esta declaración. Él había derramado su sangre por mí, para limpiarme de todos mis pecados. Él que no conocía pecado se hizo pecado por mí, para que yo pudiera ser vestida de la justicia de Dios. La sangre del perfecto Cordero de Dios me había lavado y limpiado, y me había puesto en libertad. Es su sangre la que me permite vencer al enemigo en mi vida. Las lágrimas que derramé brotaron desde lo profundo de mi alma, cuando reconocí, con gratitud, todo lo que Jesús había hecho por mí.

"No llores, hija mía", me dijo.

Tomó mi mano, y volamos una vez más. Conforme ascendía con el Señor, sabía que me revelaría más verdades. Tenía gran expectación. "Vamos al cielo'; Él proclamó.

No había sensación física en mi cuerpo transformado mientras nos elevábamos desde la playa. La sensación de volar, en mi cuerpo trans­formado, no me hacía sentir mareada, porque mi cuerpo transformado no reacciona como mi cuerpo terrenal reaccionaría en circunstancias similares.

EL HILO ESCARLATA

Cuando llegamos al reino del cielo, caminamos a lo largo del conocido camino, pasamos por el portal y entramos en el palacio blanco. Nos cambiamos de vestimenta y nos pusimos las hermosas vestiduras del reino. Entonces fuimos al pequeño lago otra vez.

El lago es un lugar muy especial y extraordinario. Una vez más, canté canciones del Espíritu y dancé delante del Señor. Él simplemente se sentó sobre una roca y disfrutó observarme. Parecía que le gustaba verme danzar, cantar y alabar a Dios.

"¿ Te gusta este lugar, hija mía?"

"Sí, mi Señor", dije sonriendo.

"Te traeré aquí cada vez que vengas al cielo. »

Ese anuncio me emocionó por dos razones: porque quería seguir viniendo, y porque amaba este particular y extraordinario lugar cerca del pequeño lago. Era un oasis lejos de las preocupaciones del mundo, un lugar de refrigerio, descubrimientos y gozo. Amaba ese lugar.

Poco después, salimos del pequeño lago y caminamos hacia el edificio blanco donde nos habíamos cambiado los vestidos por la vestimenta regular, y volamos hasta la playa en la tierra. Me pregunté por qué no me habría enseñado algo nuevo esta vez en el cielo. Caminamos por el río donde está el túnel, y vi que el río se convirtió en sangre. Jesús señaló: «Esa es mi sangre, la sangre que derramé por mis hi¡os".

Sus palabras me hicieron llorar. Incliné mi cabeza y empecé a sollozar.

El Señor acarició mi cabeza y me dijo: «No llores, hija mía':

Era la implorante tristeza en su voz que me hizo continuar llorando. Él quería que sus hijos supieran que Él había derramado su sangre por ellos voluntariamente, pero muchas personas no han reconocido esta poderosa provisión para sus vidas. Otra vez, la verdad de las Escrituras hizo eco en mi mente: "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:1 t). Me di cuenta de que este hecho causaba dolor y pesar en el corazón de mi Señor, y yo me sentía muy honrada y agradecida de que Él me hubiera elegido para compartir estos sentimientos conmigo.

"Hice todo por mis hijos", dijo. 'Aún asi, algunos de ellos no creen, y aún los que creen, no viven conforme a mi Palabra. "

El dolor en la voz de mi Señor era muy real. Me acordé de cómo lloró una vez por la ciudad de Jerusalén, porque la gente de allí lo había abandonado. También recordé cuando se entristeció por el hecho de que sus discípulos no lo habían comprendido. Él realmente se molestó por el hecho de que algunos de ellos se quedaron dormidos en vez de orar esa noche en la que fue traicionado.

Cuánto le habrá dolido cuando Pedro negó conocerlo, y debe haber sufrido profundamente cuando Judas Iscariote lo traicionó. Aún hoy cuando sus hijos le dan la espalda a diario, se olvidan de Él e igno­ran el poder de la sangre que derramó el Señor por ellos. Yo sentía el profundo dolor que mi Maestro estaba sintiendo.

Ahora sabía más que nunca por qué mi llamado tenía que ser cumplido. Toda la gente —los conversos e inconversos— tiene que saber del poder de la sangre de Jesús. Tiene que entender todo lo que Él hizo por todos en el Calvario.

El pueblo de Dios, así como la gente del mundo, tiene que saber que Jesús ha hecho un camino, para que todos venzan al mundo, la oscuridad, la maldad y todas las obras del enemigo. La sangre de Jesús, un hilo escarlata que entrelaza y une la Biblia entera, ha abierto un camino para todos.           

Las personas tienen que saber que la verdad que Jesús expresó en Apocalipsis nos afecta aún ahora:

"Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias."

-APOCALIPSIS 3:10-13

¡Maranata! Capítulo 5

MI REINO ESTÁ LISTO

A causa de la esperanza que está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio.

COLOSENSES 1:5

Los únicos que pueden venir aquí son aquellos cuyos corazones son tan puros como el agua", fue lo que Jesús me aseguró a nuestra llegada al  cielo durante las tempranas horas del 29 de febrero.

"Choo Nam, hija mía, la obra para la cual te he llamado es muy importante para mí, y necesita ser cumplida pronto. "

Estaba de pie ante su gloriosa presencia, asombrada. Llegó a mi cuarto a las 4:15 A.m. Fuimos al túnel que había visto antes. Esta vez el tunel estaba más luminoso y radiante, y las paredes del túnel brillaban con un magnífico surtido de colores. Era como una mina llena de dia­mantes , esmeraldas, zafiros y rubíes. Era impresionante.

Después de esto fuimos a la playa, donde noté que el agua estaba sucia, con el color de la sangre como la otra vez. El borde de la arena,donde el mar llegaba, se había ensuciado con el mismo color. "Es mi sangre," dijo el Señor nuevamente.

El Maestro es muy paciente. Él frecuentemente repite las partes más importantes de sus mensajes para que yo entienda bien, y para eso me está preparando. Cada vez que Él me enseña la sangre que derramó por sus hijos, incluyéndome, comienzo a llorar.

Al ver mis lágrimas, Jesús me consuela diciendo: "Mí reino está listo para mis  hijos. Quienquiera que esté listo y quiera venir le será permitido estar  aquí».

NO ME LO MEREZCO

Caminamos y pasamos por una puerta hermosa que parecía tener incrustaciones de marfil y perlas alisadas. Entonces, entramos en el palacio blanco, donde un ángel me acompañó al cuarto de baño y me puso un vestido precioso que había preparado para mí.

Luego, Jesús me llevó a un río. Una muralla de piedras grisáceas corría a lo largo de la corriente de agua y árboles majestuosos, de hojas perennes, formaban el panorama de fondo. Noté cuán clara y tranquila estaba el agua. El agua brillaba como el cristal más fino que yo jamás hubiera visto.

El Señor reiteró la invitación que les extiende a todos aquellos que quieren seguirle y tener un hogar eterno en el cielo con Él: "Los únicos que pueden venir aquí son aquellos cuyos corazones han sido purificados como el agua".

Entonces, noté otros bellos edificios blancos cerca del río bonito justo detrás de los árboles altos. Jesús me llevó a una de esas moradas. Era una mansión con un jardín suntuosamente arreglado, cor muchas flores de colores y árboles frondosos. Las flores más mara­villosas que jamás vistas adornaban la entrada de la puerta. Todas las puertas eran igual de maravillosas, decoradas con extraordinarios paneles de vidrio de colores.

Dentro de la mansión, todas las cosas brillaban y eran muy colo­ridas. La gran sala estaba llena de gente con vestidos preciosos, y cada persona llevaba puesta una corona con una variedad de joyas de todo tipo. Me sentí como la Cenicienta en el gran baile.

Muchos hombres estaban presentes en la sala, pero había muy pocas mujeres. El Señor no me decía quienes eran estos individuos ni por qué estaban allí, pero sí me dijo: "Tú serás como ellos".

Respondí a esta profecía con lágrimas. Cada vez que el Señor me daba nuevas revelaciones yo empezaba a llorar, porque me sentía inme­recedora de su bondad y gracia. Tanto que dije: "¡No me lo merezco!" El tono de la voz del Señor mostró enojo y me reprendió: "No vuelvas a decir esto otra vez, hija".

LA FUENTE DE LA FELICIDAD       

Después de cambiar nuestros vestidos por los celestiales y ponernos las coronas, el Señor y yo caminamos juntos por el pequeño lago tranquilo que había visto anteriormente. Esta era mi tercera visita a este lugar especial de comunión con Él.

Tomé el brazo del Maestro y le dije: "No quiero dejar este lugar. Quiero quedarme aquí contigo para siempre".

"Todavía  no, hija mía. Antes tienes mucho trabajo por hacer para mí. Tengo que enseñarte mucho del cielo, y te traeré aquí muchas veces más. Quiero que estés feliz, preciada hija mía. »

Regresamos al palacio y nos pusimos la vestimenta regular. Entonces volvimos a la playa en la tierra y nos sentamos en la orilla del mar. El Señor tomó mi mano y me dijo: «Estoy dándote poderpara sanar y otros dones espirituales. Dondequiera que estés, estaré allí para guiarte. Me servirás por todo el mundo

 Un mensaje así debería haberme llenado de entusiasmo, pero en realidad me sentí abrumada. "Señor, no sé nada."

"No tienes que saber nada. Yo haré todo por ti. Además, tu esposo estará contigo. Él servirá contigo."

Lo que me dijo me dio alivio en cierta medida. Me calmó el saber que Roger sería parte del ministerio para el cual Dios estaba preparán­dome. Con frecuencia, me apoyaba en mi esposo para que me diera fuerza y ánimo, y me confortó saber que él sería mi compañero en el ministerio. Sin embargo, sentí al mismo tiempo que el Señor estaba llamándome para apoyarme totalmente en Él, no en Roger, ni en mí misma ni en nadie, sino en Él.

Un pasaje pasaba por mi mente: "Fíate de Jehová de todo tu cora­zón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus aminos, y él enderezará tus veredas" (Proverbios 3:5-6). Me decidí tomar esa promesa para mí desde ese momento en adelante. Sabía que el Señor dirigiría mis caminos y cada paso que yo diera. También sabía la verdad de su Palabra: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105). Me prometí a mí misma, desde ese momento en adelante, a andar a la luz de la Palabra de Dios.

Confiaba que Jesús estaría siempre conmigo. Por lo tanto, no ten­dría que temerle a nada ni nadie. Él me habló, me tomó de la mano y me confortó. Me había hecho promesas personales. ¿Cómo podría yo jamás dudar de su presencia, realidad y verdad?

Yo nunca sería la misma. Jesús, mi Señor y Salvador, me había llevado al cielo para prepararme para un ministerio en el cual

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