miércoles, 22 de febrero de 2023

RETORNO A LA INOCENCIA

30-10-17

 RETORNO A LA INOCENCIA

la tarde de un día en que me dedicaba a tareas de investigación científica. Caminando por una playa solitaria, di con la proa rota de un bote que, empujado por antiguas corrientes, había encallado en un profundo banco
de arena. La bruma acarició el costillar de la nave y luego se me acercó y me envolvió, como si tratara de atisbar más allá de mi cara. No sentí miedo y, sin embargo , con un dejo de tristeza comprendí que no podía partir de inmediato.
Me senté y apoyé la espalda contra los restos de la embarcación. Cerré los ojos y dejé que las minúsculas gotas de niebla me rozaran apenas la cara. Mi mente se deslizó por los intersticios del tiempo ... y me dormí.

CUANDO desperté, la bruma y la oscuridad se estaban levantando. Envuelto en  un grueso abrigo de cuerode oveja, esperé a que la aurora comenzara a rozar el mar y las maderas del esqueleto en que me había refugiado. Fue entonces cuando vi el milagro. Lo vi porque 'me hallaba doblado a ras de tierra y no mirando desde lo alto, con la habitual arrogancia humana.
Al principio no me di cuenta de qué se trataba. Luego que fijé la atención percibí sólo dos orejas erguidas e iluminadas por el sol de la mañana. Debajo, una carita inocente me miraba con timidez. Las orejas se estremecían de curiosidad a todo sonido; aún no habían aprendido a temer. Me desplacé a gatas hasta el otro lado de la proa y en cuclillas quedé junto a él. Era un cachorro de zorro, surgido de una guarida entre las maderas. Posiblemente sus padres no habían vuelto de cacería.
Inocentemente tomó de una pila de desperdicios algo que parecía un hueso de pollo y lo sacudió como ofreciéndomelo. Se dibujaba en su cara una gran alegría juguetona.
Se ha dicho que no podemos con ningún esfuerzo contemplar de frente el universo. El -hombre está destinado a ver únicamente el lado lejano, a percibir sólo la naturaleza en receso. Sin embargo, allí estaba aquel hueso, y, con la cortesía innata de sus dos patas delanteras extendidas y un aparente saludo de cabeza, el zorro de grandes ojos inocentes me invitaba .a jugar. El universo me daba vueltas como por arte de magia, y me presentaba su rostro, y ese rostro era tan pequeño, que el universo mismo se reía.
No era aquel momento para pensar en la dignidad humana. Era una oportunidad para contemplar sorpresas detrás de las estrellas. Con seriedad extendí mis brazos mientras el cachorro gemía con excitación. Siguiendo un impulso, levanté torpemente un hueso y lo sacudí Con los dientes. Nos revolcamos juntos durante un momento de éxtasis. Éramos la inocencia medular, nacida en el huevo, nacida en la madriguera, nacida al final en forma humana, para volverse fría y remota.    -
Pero yo había presenciado mi milagro. Había visto el universo en el comienzo de todas las cosas. Era en realidad un universo infantil, un universo pequeño y risueño. Hice rodar al cachorro y corrí literalmente hacia el saliente más cercano. El Sol estaba casi fuera del mar y el mundo volvía poco a poco a lo normal. No tardarían en regresar los zorros adultos.
Algo más adelante encontré a uno de ellos. Su expresión era alerta y distante. No importaba. Seguimos cada uno nuestro camino y nuestros ojos no se encontraron.
La neblina había venido hacia mí, y también las dos orejitas bañadas de sol. Era un milagro diminuto, como suelen ser las cosas importantes. Durante un momento había tenido el universo en mis manos, por el simple hecho de sentarme en cuclillas ante un zorrito y jugar con un hueso de pollo.
Es  el acto más trascendente y más significativo de mi vida.

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