jueves, 4 de agosto de 2022

EL CAIRO - “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS”

 POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS”

POR J. MOISÉS DELEON LETONA

(El escritor es tio abuelo del autor del blog- un huehueteco apasionado por lo de antaño.)

IMPRESIONES DE UN GUATEMALTECO EN SU VIAJE
ALREDEDOR DEL MUNDO DURANTE LOS AÑOS DE
1922 A 1924.

Es el libro que a continuación leeremos y es debidamente apreciado a nivel mundial. Se encuentra en las siguientes bibliotecas

Librería del Congreso de  los Estados Unidos de América

Biblioteca Teológica "Lorenzo Boturini" de la Basílica de S.M. de Guadalupe. Ciudad de México

Bibliotheca Generalis Custodiae Terrae Sanctae-Ciudad de Jerúsalen

Libro que forma parte del Patrimonio Literario de España-. -Dedicación del autor a S.M. el Rey D. Alfonso XIII-XIV.

 El Cairo.

 El nombre de la capital de Egipto viene de los vocablos árabes El-Kahira.

 El aspecto de la metrópoli africana, visto desde la cima de Yebel-Mokattam, colina elevada que se encuentra cerca de la población, es hermosísimo. Se destaca la ciudadela cons­truida con fragmentos de pequeñas pirámides por orden del Sultán Saladino, según afirman las leyendas. Al pie se extien­de la ciudad con sus mezquitas bizantinas, sus alminares, sus edificios de distintos colores y sus espléndidos jardines que, además de gran variedad de flores, contienen: limoneros, grana­dos, datileras; cocoteros, corozos, damascos, ravenalas; palmas reales, ricas y sicomoros. Este último árbol tiene una leyenda que, para nosotros los cristianos, encierra un verdadero poema religioso. Según ella, cuando la Sagrada Familia huyó a Egip­to, amenazada por los sicarios de Herodes, ya en territorio egipcio, fué perseguida muy de cerca por una escolta del feroz Rey de Judea; pero tan luego como los soldados se aproxima­ron al paraje en que la Virgen, San José y el NIÑO DIOS esta­ban descansando bajo la tupida sombra de un frondoso sicomoro, el árbol bajó sus ramas, ocultándolos completamente con sus anchas hojas, de la vista de sus perseguidores.

 Se debe a los sultanes de la dinastía Bahrita el florecimiento del arte arquitectónico en el Egipto y datan de su época las más bellas construcciones que atesora El Cairo. Aunque en lo anti­guo los ornamentos adolecen de falta de vida y de cierta pesan­tez, los posteriores a la dinastía que dejamos mencionada ya adquieren cierta elegancia de estilo árabe y abundan las colum­nas, capiteles, arcos y cimborrios de ese estilo, tan lleno de arte y delicadeza, que se ha denominado "morisco."

 Abundan los minaretes semejantes a los que coronan los templos y palacios de Constantinopla ; y más de alguna de estas torres nos trajo a la memoria la fachada de la Academia Militar de Guatemala.

 Sobre el Nilo, que al pasar por El Cairo tiene 400 metros de anchura, existen varios enormes puentes de los cuales los más importantes son los de Bulak y Kasr-en Nil; el primero tiene cuatro tramos de hierro y descansa en gigantescos basa­mentos de sólida piedra.

 El Musky es la arteria principal del comercio a donde afluye la vida mercantil de la ciudad. Atraviesa al Cairo en toda su anchura y en ella están los grandes almacenes y bazares de los

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 europeos así como también de muchos árabes, sirios y judíos. Los establecimientos de comercio se distinguen por su gran elegancia. Por doquiera presentan: alfombras, esteras, muebles raros con incrustaciones de nácar, oro, plata, etc.; todo el derro­che de fantasía y buen gusto que han hecho famosos en el Mundo los artículos de lujo procedentes del Oriente.

 Las manifestaciones pintorescas de la vida oriental consti­tuyen la nota saliente del Cairo. En las callejuelas estrechas los comerciantes en pequeño aparecen sentados en el suelo con las piernas cruzadas y rodeados de los objetos que más frecuen­temente solicitan los compradores.

 Grupos de campesinos con jaiques de algodón azul o feces rojos, camellos de rítmico andar, vehículos de transporte delan­te de los cuales van los conductores gritando: "¡Eminak' (a la derecha,) "¡Yemalak!" (a la izquierda;) vendedores que prego­nan a grandes voces su mercancía y largas recuas de asnos con pesadas cargas forman el conjunto extraño y atrayente de los barrios en que la vida autóctona no ha sido modificada por los europeos.

 Entre las instituciones civiles, la más importante es El Museo Egipcio, fundado por el eminente sabio francés Mariette, para Egiptología solamente. Está en un edificio cuya construc­ción costó la suma de 5,000,000 de francos. Este edificio se ele­va a la orilla derecha del Nilo, cerca del puente de Kasr-en Nil y del soberbio palacio del Jedive, que hoy ya se denomina Rey de Egipto. El Museo está admirablemente metodizado. Cada objeto tiene un número rojo que corresponde al catálogo en inglés y otro negro que se refiere al catálogo en francés. En el jardín del Museo, que es admirable por la variedad de plan­tas orientales que florecen allí, se encuentra un suntuoso sarcó­fago conteniendo los restos de su fundador Mariette, cuya estatua se levanta cerca del mismo lugar. Flanquean la puerta prin­cipal, que da entrada a la Gran Galería de Honor, dos enormes esfinges extraídas en las excavaciones de las ruinas de Karnac.

 En las salas del piso principal están perfectamente clasifi­cados los objetos de pequeñas dimensiones, así como las momias, armas, joyas, etc., cuyo conjunto es tan rico y variado que nadie disputa a este Museo el puesto de primero en el Mundo. Entre los objetos que despiertan mayor interés aquí, están las nume­rosas momias, unas tan antiguas que datan de antes de Jesu­cristo. Están muy bien conservadas. Sus colores son vivísimos: chillantes, pudiera decirse . Contienen adornos y dibujos dora­dos. Hay algunas que tienen sus correspondientes ataúdes muy

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 bien decorados, lujosos. Las cintas de seda—muy angostas—con que cubrían los cadáveres después de embalsamados, están tan unidas y tan simétricamente colocadas y tirantes, que constitu­yen un verdadero tejido. El lector se imaginará con qué esmero se embalsamaron los cadáveres de los Reyes, Príncipes, Princesas y demás reales personajes egipcios cuyas momias vieron nuestros ojos en aquel Museo que, con su grandeza, produce una impresión de apoteosis ...

 Interesantísimo es también el Museo Arabe en el cual se pueden admirar las maravillas que el arte sarraceno, que floreció en Egipto durante doce siglos, dejó por doquiera. Se encuen­tra en el Palacio de Babel Khalk, a donde fueron trasladados todos los objetos artísicos que guardaba la Mezquita de el-Hal­Kim cuando fué dañada por un terremoto, dando así prin­cipio al célebre, Museo Arabe. Se conservan en él lápidas conmemorativas, vasos, tazas de fuente, mirabs, laudas, capite­les, blasones con figuras de animales, mosaicos, etc. La sección de bronces y metales es riquísima y comprende muchos cande­leros, vasos, mesas, puertas, estuches del Corán, armas, cofres, cerrojos y lámparas. Hay también enormes linternas muy pare­cidas a las que adornaban el Palacio de la Alhambra en España.

 La Biblioteca Kedival es otro de los edificios más impor­tantes, no sólo por su estructura de un elegante estilo árabe, sino también por los tesoros científicos y artísticos que contiene. Fué fundada en 1870 por el Kedive Ismail y está dividida en dos secciones : la una científica y la otra literaria. Posee la colección más grande de Coranes que se conoce en el mundo oriental, contándose entre ellos el que perteneció a la Sultana Safiya, que tiene más de un metro de alto y en el cual las líneas del texto son alternativamente negras y doradas. Las minia­turas persas de toda clase de libros orientales forman otra de las secciones más interesantes. Entre las obras literarias y científicas se conservan las del poeta persa Chiraz, las de Assar, la Cosmografía de Cazuini y una crónica del Reino Otomano por Rachid. La Biblioteca Kedival comprende más de 50,000 volúmenes, 10,000 mapas y un curioso monetario oriental.

 El Cairo, que es también la metrópoli de todo el Continen­te Africano, además de ser capital de Egipto, tiene una his­toria llena de episodios románticos. Ha sido campo de acción de grandes personajes, desde el Sultán Saladino hasta el Empe­rador Napoleón; ha sido el lugar en que el Cristianismo ha teni­do sus más fuertes choques con el Islamismo, es la cuna de los cuentos llamados "Las Noches Arabes," preciosas fantasías para

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 niños; es el lugar donde han nacido grandes escuelas filosóficas; y, por último, es hoy uno de los más concurridos paseos de Invierno de los ricos de Europa y de América.

 El viajero se encuentra en El Cairo, pudiera decirse, ya en el corazón de la vida oriental; y, sin embargo, puede satis­facer todavía sus más refinados gustos de hombre del Occidente y encontrar, con facilidad, hoteles que compiten en lujo y co­modidades con los de las capitales europeas y americanas.

 Cada recodo de la vieja ciudad de los jedives guarda su interesante trozo de historia. Las ruinas de una antigua forta­leza, los restos de una destartalada mezquita, las piedras grie­tosas de un puente romano, todo está ahí lleno de evocaciones históricas que conducen a uno en alas de la fantasía a aquellos tiempos en que Saladino salió al encuentro de los héroes que conducía Ricardo Corazón de León o bien a los tranquilos y felices días del buen Harum-al-Rashid, que fué tan amigo del Emperador Carlomagno, y que se trasladaba de Bagdad al Cairo en busca de las sagradas aguas que habían de devolverle la salud y la esperanza.

 Mil recuerdos están asociados a estas piedras que han visto desfilar los siglos. Pesados monumentos de arquitectura anti­gua se perfilan sobre el horizonte cuando uno extiende la vista desde algún punto elevado. Hacia la izquierda yace la desolada Menfis, acaso la ciudad más vieja del Mundo; un poco más allá alcánzase a divisar la tierra de Goshen, en donde los israelitas vivieron antes del éxodo hacia la Tierra Prometida; dos millas hacia abajo de la corriente del Nilo, cerca de Embabeh, está el paraje en donde las tropas francesas derrotaron a los mamelu­cos en las batalla conocida en la historia con el nombre de "Bata­lla de las Pirámides." Todo eso y mucho más puede ser visto en pocas horas en El Cairo, que presenta un campo de acción admirable para el turista ávido de estas emociones.

 Lejanos están ya los tiempos del bondadoso Tewfik que, según es fama, recibía fácilmente a los extranjeros que desea­ban visitarle. El actual Rey Fuad I, que fué educado en Cons­tantinopla, se hace guardar toda la pompa y ceremonial de los soberanos europeos.

 Nosotros tuvimos ocasión de ver a Su Majestad Fuad I en una de las plazas de El Cairo paseando en un automóvil descu­bierto. Iba vestido casi a la europea, pues tan sólo el turbante rojo que llevaba en la cabeza le daba cierto aire oriental a su traje lleno de adornos dorados, parecidos a los del uniforme diplomático. De su pecho pendían varias relucientes condeco

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 raciones; y contestaba ceremoniosamente los saludos llenos de respecto que el pueblo le prodigaba al pasar. Este soberano, que se ha distinguido por su hábil política en los asuntos inter­nacionales, sucedió en el trono egipcio a su hermano Hussein I, que murió en 1918. Al reasumir Egipto su soberanía, fué pro­clamado Rey el 15 de marzo de 1922, habiendo resultado uno de los más progresistas hombres de estado del país del Nilo. Se le debe la fundación de la Universidad Egipcia, la del Instituto Ictiológico y la reorganización de la Sociedad Geográfica del Egipto. Desde aquella fecha se comenzó de nuevo a usar en la Tierra de las Pirámides la palabra Rey para designar al soberano, en vez de Jedive o Kedive, como se decía antes.

 En El Cairo, si os alejáis de vuestro hotel un poco, para ir, por ejemplo, a la Oficina de Correos, os sorprenderá la mezcla tremenda de nacionalidades que en toda la ciudad se observa: una nodriza alemana que lleva en sus brazos al hijo de un co­merciante francés, está preguntando en una de las ventanillas del correo por cartas que espera de Berlín; un sacerdote de la Iglesia rusa trata de enviar en otra ventanilla un giro postal a Constantinopla; un marino inglés lee en un rincón una carta—quizás de la novia lejana—que lleva las estampillas postales de Inglaterra; un centroamericano frente a la "poste restante" inquiere sobre su correspondencia de Guatemala, un estudiante indio pregunta por el valor del porte de una carta dirigida a Calcuta .... y así todos los demás, cada uno es de nacionalidad distinta, habla diferente idioma y lleva diverso traje.

 En las calles, a lo largo de las aceras o bajo los pórticos de los grandes edificios públicos, se pueden ver todavía los es­critores de cartas, graves, imperturbables, listos para escribir a la gente ignorante su correspondencia, ya se trate de la amo­rosa y ardiente misiva de un doncel para la dueña de sus pensa­mientos, o de la seca e imperiosa esquela de un acreedor sin entrañas, que amenaza a su deudor con la cárcel, si no paga su deuda.

 Verdaderamente heterogénea es la mezcla que se observa en los hoteles. Príncipes de los estados europeos se sientan, hom­bro con hombro, con comerciantes italianos o franceses. Los ingleses, siempre hablando de los grandes beneficios que la ocu­pación británica ha reportado a Egipto, se ven por todas partes. El egiptólogo erudito conversa con la modista de París, que ha llegado al Cairo a gozar de unas vacaciones. Y, así, en todas partes la misma diversidad de naciones, hábitos y ocupaciones. Sin embargo, en una cosa coinciden todos los viajeros: en el

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 deseo de olvidar las durezas de la vida, de respirar aquel aire embalsamado y de contemplar el soberbio espectáculo que ofre­ce al turista el maravilloso y legendario País de las Pirámides.

 El Cairo es también un puerto militar estratégico que tiene el control de las aguas del Nilo en su famoso Delta ya men­cionado.

 El Jardín Zoológico, que queda a mano derecha yendo de El Cairo hacia las Pirámides, es también de mucha importancia. Ocupa varias decenas de acres a la orilla del Nilo. Aquí se puede admirar una gran variedad de ejemplares de la fauna africana; entre otros, las jirafas, zebras, elefantes, rinoceron­tes, cocodrilos, tigres, próteles (feroces carniceros,) cigüeñas, una interesante variedad de gallinas procedentes de la India, las "pintadas," cuya carne es muy apetecida, serpentarios, gran variedad de patos y muchísimos pájaros de vistoso plumaje. También vimos algunos pares de carneros de raza especial, que soportan perfectamente aquel cálido clima. Así mismo vi­mos, entre otros animales curiosos, áspides de color verde ama­rillento y cuello ensanchado, especie rara y peculiar de Egipto.

 El Jardín Zoológico y sus alrededores están provistos de amplia sombra producida por los inmensos árboles, seculares muchos de ellos, que allí destacan sus frondosos ramajes.

 Salimos de este jardín vivamente impresionados por los centenares de animales raros que habíamos contemplado, entre los cuales existían de todos los tamaños, desde el enorme elefante hasta el insignificante áspid con que. se dió muerte Cleo­patra.

 Tuvimos oportunidad de visitar, durante nuestra permanen­cia en El Cairo, la Granja Experimental de Matarich, célebre en el Mundo por los avestruces que allí se crían y que llegan a alcanzar hasta 3 metros de altura. Son las aves más grandes, las más corpulentas que se conocen; su carrera es veloz y alcanza grandes distancias. Se distinguen por su larga vida, por lo fino de su plumaje, que las hace muy apreciables para la industria de los sombreros y por la velocidad de su carrera. La longe­vidad de estos animales es notable, llegando algunos a vivir hasta un siglo. Soportan muy bien el peso de una persona y, domesticados, tiran perfectamente de vehículos de peso ligero. El nido de estas aves consiste en un hoyo practicado en el sue­lo, en el cual varias hembras depositan en común sus huevos, que llegan a pesar hasta 4 libras cada uno. A diferencia de la generalidad de las aves, el avestruz macho cuida de la incuba­ción.

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 Dos puentes inaugurados en 1908 conectan la Isla con la parte de la ciudad que se llama El Viejo Cairo; y otro puen­te, al Oeste de Roda, únela al barrio de Giza, situado en el margen occidental del Nilo. La Isla de Roda se adorna con una linda mezquita edificada por Kait Bey; y en su extremo Sur está el "nilómetro," curioso aparato con el cual los habitantes de la región han marcado durante miles de años la ascensión de las aguas del Nilo. Es un pozo cuadrado con un pilar octo­gonal marcado en codos en el centro.

 Muy cerca del Cairo y un poco hacia el Sur se encuentra la Isla de Roda, donde, según refieren las tradiciones árabes, Moisés fué encontrado en medio de los cañaverales del Nilo por la bellísima Princesa, hija del Faraón, y rescatado, salvado de las aguas.

 Printed in the United States o¡ America.

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