Sábado, 11 de febrero de 2017
UNA MUJER EN SHANGRI-LA (2) MARGARET HASTINGS
SELECCIONES DEL READER´S DIGEST
FEBRERO DE 1946
NUESTRO DESAYUNO consistió en un sorbo de agua de los botes de emergencia, una píldora de vitaminas y unos pocos caramelos. Laura, Decker y yo estábamos tiritando, sin poder evitarlo.
Se convino en
que pasaríamos el resto del día y la noche en aquel peñasco para reponernos un
tanto del choque, y que luego, a la mañana siguiente, nos aventuraríamos
montaña abajo. Muy en secreto yo me decía a mí misma que probablemente descalza
como estaba, no podría hacer aquella jornada a través de la selva.
Estábamos seguros de que los pilotos del ejército acudirían a prestarnos
auxilio. Efectivamente, el primer avión pasó en la mañana. McCollom sacó
apresuradamente el espejo del estuche de señales y lo hizo funcionar sin
descanso. No nos vieron pero 1a sola idea de que estaban buscándono hizo que
nos sintiéramos mil veces mejor.
Como de costumbre, lluvia y niebla empezaron a envolver la montaña en las,
primeras horas de la tarde. Yo me refugié debajo del encerado, junto con Laura,
que estaba terriblemente inquieta. Ni siquiera la morfina pudo tranquilizarla.
Dormí un rato y cuando desperté, Laura estaba tan
inmóvil que tuve miedo y llamé a McCollom. Vino él, le tocó las manos, le tomó
el pulso, Y sin decir una palabra, trajo otro encerado, la envolvió en él y la
puso al lado de Eleanor. Yo debía haber sentido una pena horrible
por la muerte de aquella amiga tan querida. Pero todo lo que pude pensar fue:
«Ahora sus zapatos me pertenecen». McCollom encendió un cigarrillo y me dio a
mí otro. Hasta el amanecer estuvo sentado junto a mí haciéndome compañía. Creo
que nunca en la vida volveré a pasar una noche más larga que aquella.
AL AMANECER nos dispusimos a emprender la marcha montaña abajo.
McCollom hizo—para cargarlo él—unpaquete grande con la mayor parte de las
raciones de emergencia, el agua y dos Lamparas eléctricas de mano; luego
preparó uno más pequeño para Decker. A mí me dio un balde con las raciones del
día, dos botes de agua y un puñado de caramelos.
McCollom salió adelante, yo iba en medio, y Decker
atrás. Todo en la selva parecía abalanzarse a clavarnos las uñas. El
cabello que aún conservaba me caía hasta la mitad, de la espalda, y a
cada momento mis compañeros tenían que estarlo desenredando de los arbustos
erizados de espinas. Tanto me desesperaba aquello que
acabé por rogarle a McCollom que me cortara el cabello. Sacó su navaja de
bolsillo y procedió a complacerme, desmochando sin reparo hasta que todo aquel
estorbo no quedó más largo de seis centímetros.
Tratando de orientarnos entre la salvaje maleza, dimos con un zanjón que
descendía en áspero declive, y echamos por él. No habíamos bajado mucho cuando
nos vimos metidos casi hasta la rodilla en un rápido arroyo que, saltando de
piedra en piedra, se precipitaba por la vertiente de la montaña. Seguimos su
curso, pero de pronto nos atajó un salto de más de 6 metros de altura. McCollom
asió uno de los bejucos, gruesos como cables, de que estaba llena la selva, y
se lanzó al aire. Por un momento quedó meciéndose sobre la catarata, y luego se
deslizó bejuco abajo hasta tocar tierra.
—¡Ahora tú, Margaret!—me ordenó.
Sin detenerme a pensarlo agarré el bejuco, y un segundo después estaba flotando
en el espacio, con la cabeza medio entontecida por el vértigo. Vino luego el
turno de Decker. Cayó en el agua, al lado nuestro, y exclamó
sonriendo:"!De todo había pensado yo hacer en la vida, menos de Tarzán
Viernes, 27 de mayo de 2016
LA ORACION CONTESTADA DE UNA MADRE
Huo-Ping (La madre del conocido escritor chino watchman Nee)
Watchman
Nee nació el 4 de
noviembre de 1903, en Fuchow, China. Su
nacimiento fue una respuesta a la oración. Su madre, Huo-Ping, temía seguir el
mismo camino que su cuñada, la cual tuvo seis hijas, pues de acuerdo a la
costumbre china, los varoncitos eran preferidos. Ella ya había tenido dos hijas
y, aunque en esa época era sólo una cristiana de nombre, oró por un hijo, prometiendo dedicarlo al servicio de Dios.
El año siguiente, ella dio a luz el hijo solicitado.
En 1916, a los trece años, Nee entró en una escuela cristiana en Fuchow para
recibir una educación al estilo occidental. Por ser un alumno brillante él no
necesitaba estudiar mucho para estar entre los mejores de su clase. Aunque había
observado algunas tradiciones cristianas como el bautismo, la comunión y la
escuela dominical, hasta entonces no había aceptado a Jesús como su Salvador.
Él amaba el mundo y anhelaba la gloria terrena. Gustaba de leer novelas
románticas e ir al cine; escribía artículos para revistas y con el dinero
ganado jugaba a la lotería.
Durante este período, China estaba pasando por grandes agitaciones.
Naturalmente, por ser joven, Nee fue afectado por los movimientos políticos a
su alrededor. Al mismo tiempo, desarrolló una fuerte aversión a la iglesia y a
los predicadores. Cuando su padre le habló que él
había sido consagrado a Dios para ser un predicador, su reacción fue
la más negativa imaginable. “¡De ninguna manera!”, fue su firme respuesta,
dejando en claro que él había planificado su propio futuro en una dirección
completamente diferente. El joven prometió que nunca sería un predicador.
A fines de febrero de 1920, Dora Yu, una de las primeras evangelistas chinas,
fue a Fuchow para realizar reuniones de avivamiento en una capilla metodista.
Huo-Ping, que la conocía de antes, acudió a las reuniones y fue salva. Por su
parte, Nee, aunque fue invitado por su madre, no asistió a las reuniones. En
realidad, en aquella época él odiaba a su madre, por haberlo acusado injustamente
de la quiebra de un jarrón valioso en su casa. Ella había descubierto más tarde
su error, pero nunca se disculpó.
Ahora, sin embargo, Huo Ping había sido salva. Comenzó, entonces, a hacer
devocionales con su familia. En una de esas ocasiones, cuando ella comenzó a
tocar al piano el primer himno, fue profundamente tocada por el Espíritu de
Dios. Ella sintió que debía hacer una confesión a su hijo antes de que pudiese
adorar al Señor públicamente. Para sorpresa de la familia, ella repentinamente se levantó, fue hasta su hijo, y
envolviéndolo en sus brazos, le pidió: “Por
amor de Jesús, por favor, perdóneme por haberlo castigado injustamente y con
ira”.
Esto tocó a Watchman Nee profundamente. Él nunca
había oído de un padre chino que asumiera una culpa ante su hijo. Si su propia
madre fue así transformada, debería
haber algo poderoso en la predicación de la evangelista visitante. “El
cristianismo”, pensó, “debe ser más que un simple credo. Esa predicadora es
digna de ser oída”. Entonces, a la mañana siguiente él dijo a su madre que
estaba dispuesto a oír a Dora Yu.
El joven Nee fue a la reunión aquella noche, como lo había prometido, y su
corazón fue tocado por el evangelio. Sin embargo, él sintió una gran lucha
porque sabía que no sólo debería aceptar la salvación, sino también consagrar
su vida entera al Señor. Después de varios días de desazón interior, por fin,
la noche del 29 de abril él se arrodilló en su cuarto e hizo una decisión
radical. Él mismo lo diría después: “Yo sabía que Él había muerto y que ahora
vivía en mí – así también yo debería morir y vivir para Él. Yo debería servirlo
por toda mi vida”.
Así se cumplió el deseo de su madre cuando
ella lo ofreció al Señor aun antes de nacer. ¡Maravilla
de los caminos de Dios!
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