viernes, 14 de noviembre de 2025

SATANÁS: Y DESTINO*JENNINGS*1-3

 SATANÁS: SU PERSONA, OBRA, LUGAR Y DESTINO

POR F. C. JENNINGS

Nueva york

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CAPÍTULO I.

 INTRODUCCIÓN.

 CONTENIDO

SATANÁS: Y DESTINO*JENNINGS*1-3

 El tema, a la vez difícil y solemne: la inspiración divina debe asumirse como norma de verdad —Lo que la Ciencia tiene que decir al respecto —Lo que la Razón tiene que decir.

 El tema sobre el que deseo escribir es de particular dificultad y solemnidad. Dificultad por varias razones, sobre todo a la luz de las ideas falsas, e incluso paganas, que nos han sido legadas de tiempos de oscuridad y superstición; y cuya aceptación solo puede deberse a una culpable negligencia por nuestra parte de la clara enseñanza de la Palabra de Dios. Esta, en efecto, ha sido ampliamente modificada en los últimos años por muchas obras excelentes sobre este tema y otros temas estrechamente relacionados; y debo expresar mi agradecimiento a estas por las numerosas sugerencias que me han brindado, y de las cuales me he valido en las páginas siguientes. Pero el tema es también de profunda solemnidad, y gran es la responsabilidad que conlleva abordar su elucidación.

Sabemos bien que es muy común, incluso entre algunos cristianos, recibir con una sonrisa la sola mención del nombre de nuestro temible enemigo; o usar ese nombre en un chiste como si no significara nada; pero concedamos la mera posibilidad de tal existencia, y solo los necios lo tratarían a la ligera.

Concedamos, repito, la mera posibilidad de la existencia de un ser de poderes trascendentes, al frente de huestes de seres dotados de capacidades similares; a quien debemos la pérdida de la inocencia original y la felicidad que la acompañaba; que ha vencido al hombre en una lucha justa, incluso sin estar, como ahora, atado a una naturaleza corrupta; que aún está comprometido a impedir el regreso de todo ser a Dios; concedamos también la mera posibilidad de que todo cristiano se vea inmerso en un conflicto de vida o muerte con tal ser, y uno se ve obligado a abordar el tema —incluso asumiendo estas posibilidades— con tal reverencia, y demás, que uno siente el peligro de recibir o comunicar cualquier visión errónea del mismo, hasta el punto de exclamar: «¿Quién es suficiente?». ¿Para estas cosas? Bendito sea Dios, que se nos permite añadir: «Nuestra suficiencia proviene de Dios». Soy consciente de que asumir la mera existencia del Diablo se considerará una falacia. La cuestión entera,  esto, al igual que todos los demás puntos, no debe darse por sentado, sino que debe probarse. Y esto lo admito sin reservas; solo que por otro lado, también debe admitirse que algo debe ser aceptado mutuamente como un estándar de Verdad al que se pueda recurrir para esa prueba.

Ahora bien, no es mi propósito escribir para aquellos que dudan o cuestionan que esos escritos conocidos como las Escrituras, o la Biblia, nos den exactamente este estándar.

 Si tales lectores cuestionaran esto, al menos principalmente, sería necesario primero tratar de establecer la autoridad de esas Escrituras como proveedoras de un estándar divino y, por lo tanto, perfecto de verdad; y por muy importante que sea esto en el ministerio cristiano en estos días, yo no lo considero necesario para aquellos para quienes escribo.// dando por hecho, que los lectores son cristianos creyentes en la autoridad e inspiración divina//

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