LA CUESTION JUDIA
POR A.C. GAEBELEIN
NUEVA YORK
1912
LA CUESTION JUDIA*GAEBELEIN*3-6
Sin embargo, hay una razón especial por la cual el Espíritu Santo en Romanos introduce los tres capítulos que forman la segunda parte. Es la siguiente. En la primera parte, capítulos i al viii, el Espíritu de Dios muestra que judíos y gentiles no tienen justicia y están perdidos, que no hay nadie que haga el bien, ni uno solo. Entonces Dios revela su justicia y su salvación para judíos y gentiles, que es por la fe.
A un anciano santo le preguntaron cuáles eran las tres grandes lecciones que había aprendido en su experiencia cristiana, y él dijo: «Primero, aprendí que nunca he hecho nada bueno en mi vida; segundo, que nunca podría hacer nada bueno; y tercero, que Cristo lo ha hecho todo». Esto es precisamente lo que se enseña en la primera parte de Romanos
Ahora, tras demostrarse plenamente la culpa y la condición de perdición del judío y del gentil, el judío queda fuera de la vista. En esta dispensación de la gracia, Dios trata por igual al judío y al gentil creyentes; no hay diferencia. El judío y el gentil creyentes están bajo la gracia, unidos al Segundo Hombre, y poseen toda bendición espiritual en Cristo Jesús, Hijo y Heredero, destinado a ser como el Primogénito de entre los muertos.
Pero surge ahora una objeción por parte del judío. Las preguntas son frecuentes en las historias de la vida cristiana. El judío ahora tiene una pregunta, después de haber escuchado todo acerca de esta salvación por gracia para él y para los gentiles, así como los resultados de esta salvación.
Esta es la pregunta:
—"¿Qué sucede con nuestras promesas y bendiciones nacionales? Dios nos ha prometido tanto como nación, y estas promesas aún no se han cumplido; ¿las cumplirá?"—
En otras palabras,
—"¿Significa que la gracia de Dios hacia los gentiles que ha terminado con nosotros como nación, que nuestro pueblo ha sido completamente y definitivamente rechazado y que las muchas promesas contenidas en los oráculos de Dios jamás se cumplirán?"—
Esta pregunta se responde en la segunda parte del Romanos.
En ella, el Espíritu Santo muestra cuán justa y misericordiosamente trata Dios a judíos y gentiles, y el final de la sección, nuestro capítulo, muestra de manera sumamente bendita que Dios no ha desechado a su pueblo; el tiempo de su plenitud y recepción se acerca y todo Israel será salvo. El capítulo, en su estructura, es muy sencillo. En el pasaje anterior leemos: «Pero Isaías, con gran valentía, dijo: “Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí”.// Creyentes gentiles en Jesucristo MESIAS// Pero a Israel le dijo: “Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y rebelde”». La cita es de Isaías 65:1, 2, y en ella se predice claramente el llamado de los gentiles, así como la actitud de Dios hacia su propio pueblo, Israel. Ahora bien, si Dios es hallado por ellos (los gentiles) y se manifiesta a los que no preguntan por Él, y si su propio pueblo no responde a sus manos extendidas hacia ellos, ¿no estaría justificado decir que Él ha desechado a su pueblo?
El capítulo once plantea, por lo tanto, esta misma pregunta: "¿Ha desechado Dios a su pueblo?". La gran pregunta que es El gran título de este capítulo. El hecho de que Dios no haya desechado a su pueblo se demuestra a lo largo del capítulo. Hasta el versículo 27, el Espíritu Santo ofrece siete respuestas y pruebas a esta pregunta de que su pueblo, Israel, no ha sido desechado ni definitiva ni completamente. Tras demostrarse este hecho, llega el grandioso y sublime final (versículos 28-36), que corresponde al final de la parte doctrinal de la Epístola en el capítulo octavo. Seguiremos en nuestra exposición estas siete respuestas y pruebas.
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