LAS HUELLAS DE SATANÁS *READ*19-22

 EL DIOS DE ESTE MUNDO

LAS HUELLAS DE SATANÁS:

 EL DIABLO EN LA HISTORIA.

 (LA CONTRAPARTE DE "DIOS EN LA HISTORIA")

HOLLIS READ

“SED SOBRIOS, SED VALIENTES; PORQUE VUESTRO ADVERSARIO EL DIABLO, COMO LEÓN RUGIENTE, ANDA ALREDEDOR BUSCANDO A QUIEN DEVORAR.— 1 PEDRO.xiii .28

LAS HUELLAS DE SATANÁS *READ*19-22

Pero Satanás ha logrado sacar mucho provecho de esto. Y además de este monopolio y perversión de las cosas, que, si se usaran correctamente, solo producirían bien, ha originado por sí mismo ciertos sistemas colosales de error y maldad mediante los cuales ha esclavizado durante mucho tiempo las mentes de millones de generaciones. 20 LAS HUELLAS DE SATANÁS. Tales son los sistemas de idolatría y falsas religiones; y ciertas fraternidades, grandes y pequeñas, como la Compañía de Jesús, los Illuminati de Francia, los Amigos de la Luz y todas las asociaciones similares que son los bastiones de la infidelidad moderna.

 También seguiremos las huellas del Diablo y el horrible reinado del pecado en el que, en los terribles estragos de la intemperancia, en los fascinantes senderos de los divertidos teatrales, en los viles antros de la licencia; Las prácticas viciadoras y ruinosas del jugador. El orgullo, la extravagancia, la ambición, el amor a la riqueza y todas las prácticas afines pueden, en su lugar, servir para ilustrar nuestro tema general. Y, en especial, seguiremos los pasos de nuestro Enemigo en la extendida y casi universal profanación de la riqueza. El dinero es poder; y ningún otro ser inteligente parece más capacitado para apreciar la magnitud de este poder.

¿Quién es el Diablo? — Pero antes de adentrarnos en el asunto de las acciones del Diablo, hablemos de las personalidades. ¿Quién es el Diablo? ¿Qué es y para qué? Le debemos a un enemigo tratarlo con toda la debida cortesía.

 Al hablar de un amigo, tenemos en cuenta su nombre, posición, historia, sin pasar por alto sus antecedentes y ascendencia; y le debemos la misma consideración a un enemigo.

 Buscamos un conocimiento personal, sin estar dispuestos a condenar ni siquiera a un enemigo desconocido, ni siquiera a nuestro Archienemigo.//ni siquiera a tener una pequeña porción de odio, porque caeríamos en su juego// Si no encontramos en su carácter rasgos redentores que podamos destacar en su favor, o que atenuen su mala reputación universal, o ninguna buena acción que expíe el mal que comete, solo maldad y maldad continua, aun así, podemos encontrar algo en su origen, ascendencia y antecedentes de lo que incluso su Majestad Satánica se enorgullezca. De su nombre, o nombres, no podemos decir nada, es decir, de su favor. Todos parecen estar de acuerdo, como hemos visto, en llamarlo «el Diablo, el Dios de este mundo». Malos nombres. Es cierto que a menudo se le llama ángel, pero no en un contexto que lo haga halagador. Se le llama el ángel caído, el ángel del abismo, el mensajero del mal. El título, aunque honorable en sí mismo, parece conservarse en este caso más bien como un amargo recuerdo de lo que fue. Evoca su origen y posición. Era un ángel; Lucifer, el Hijo de la mañana, la Estrella de la Mañana. Ningún título como este honorable puede transmitir a este espíritu caído un recuerdo tan ardiente del pasado.

Sabemos muy poco de la apostasía y caída de Satanás más allá del mero hecho de su pecado mortal y expulsión del cielo. Él es el Príncipe de aquellos ángeles que "no conservaron su estado original, sino que abandonaron su propia morada, y están reservados en cadenas eternas bajo tinieblas para el juicio del gran día." Con admirable unión de patetismo y sublimidad, Milton representó al ángel caído, exclamando:

“ ¡Adiós, campos felices, donde moran las alegrías eternas! ¡Salve, horrores, salve! ¡Mundo infernal! Y aunque, infierno profundo, recibe a tu nuevo dueño; uno que trae no me importa cambiar de lugar o de tiempo.”

Aunque miserable y perverso, y completamente decidido a hacer el mal, incluso a destruir todo bien de la faz de la tierra, aplastando sus frutos, propagando enfermedades, deformando la belleza de la naturaleza, obstruyendo, si fuera posible, todo pensamiento en Dios, toda emoción de gratitud, toda piedad, todo bien; sin embargo, no debemos suponer que nuestro adversario esté necesariamente ya perfeccionado en la miseria o la grandeza, ni que haya alcanzado ya la máxima capacidad de su poder para hacer el mal. Aunque no esté a prueba, sino «encadenado», sujeto a un «más fuerte que él», debemos considerarlo como alguien que sigue avanzando, que sigue madurando en toda maldad.. — en intelecto y poder físico, y en malignidad desmedida y odio a Dios y a todo bien, colmando la medida de su iniquidad, y preparándose para un ataque final y desesperado contra los hijos de los hombres.

 Esta visión parece sustentarse (al menos la idea de que los demonios aún no son completamente miserables) en la oración de la «Legión» para que Cristo «no los atormente antes del tiempo» —