LA BÚSQUEDA FINAL
Rick Joyner
1997
«¿Sabes dónde están todas las puertas?», pregunté.
«Sí, pero no sabemos a dónde conducen. Hay algunas que parecen muy atrayentes, algunas que son simples y otras que de hecho parecen repulsivas. Una incluso es horrible.»
«¿En este lugar hay puertas repulsivas? », pregunté con escepticismo. «¿Y una que es horrible? ¿Cómo puede ser esto?»
«No lo sabemos, pero te la puedo mostrar», respondió.
«¡Por favor, hazlo!», dije.
Caminamos por un rato, pasando tesoros de gloria inenarrables, todos los cuales eran difíciles de atravesar. También había muchas
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LA BÚSQUEDA FINAL
puertas con diferentes verdades bíblicas sobre cada una de ellas, a las cuales representaban. Cuando el ángel las había denominado «atrayentes», pensé que había subestimado su atracción. Tenía fuertes deseos de atravesar cada una, pero mi curiosidad acerca de la «puerta horrible» me mantuvo en movimiento.
Luego la vi. El término «horrible» había sido también una subestimación. Me causó tal estupor que pensé que me quitaría la respiración.
Gracia y verdad
Me alejé de aquella puerta y me retiré rápidamente. Había una bella piedra roja cerca, sobre la cual casi me abalancé para tocarla con mis manos. Inmediatamente estaba en el jardín de Getsemaní, contemplando al Señor en oración. La agonía que contemplaba era aun más terrible que la puerta que acababa de ver. Sorprendido, retiré mi mano de la piedra y caí sobre el suelo exhausto. Deseaba regresar a las piedras azules o verdes, pero tenía que recobrar mi energía y mi sentido de dirección. Los ángeles estaban rápidamente a mi alrededor, sirviéndome. Me dieron algo de tomar que comenzó a revivirme. Pronto me sentía lo suficientemente bien como para estar de pie y comenzar a caminar de regreso a las otras piedras.
Sin embargo, la visión recurrente del Señor orando finalmente me obligó a detenerme.
«¿Qué fue eso atrás?», pregunté. «Cuando tocas las piedras podemos ver un poco de lo que ves, y sentir un poco de lo que sientes», dijo el ángel. «Sabemos que todas estas piedras son grandes tesoros y todas las revelaciones que contienen son de un valor incalculable.
Contemplamos por un momento la agonía del Señor antes de su crucifixión y brevemente sentimos lo que El sintió aquella terrible noche. Es difícil comprender cómo nuestro Señor pudo haber sufrido así.
Esto hace que apreciemos mucho más el honor de servir a los hombres por los cuales Él pagó un precio tan terrible.»
Las palabras de los ángeles eran como ráfagas de truenos que llegaban directo a mi alma. Había luchado una gran batalla. Había escalado a la cúspide de la montaña. Me había familiarizado con la
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