martes, 7 de noviembre de 2023

SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT Cap.II-b


SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT

JOSEPH ANFUSO   Y   DAVID SCZEPANSKI

A la muerte de su hermano mayor, Efraín se convirtió en la cabeza de sus hermanos y pronto estableció entre ellos un régimen de autoridad. Una vez, después que su hermano Antonio le había pegado al hermanito menor, Efraín agarró a Antonio y le aplicó de su propia medicina. Furioso, Antonio tomó la guitarra de Efraín y le arrancó dos cuerdas, sosteniéndolas desafiantes sobre su cabeza.
"Antonio", le dijo Efraín con voz calmada pero autoritaria, "dámelas". Antonio obedeció inmediatamente.
Mucha de la firmeza de carácter de Efraín se debía probablemente a su madre, una mujer estricta y disciplinada, que nunca vaciló en corregir a sus hijos con fuertes reprimendas o nalgadas. Por otro lado, su padre era un hombre suave e inclinado a la compasión, que generalmente los compensaba de lo estricto de su mamá.
Efraín y sus hermanos jugaban un día a la orilla del río, cuando de repente empezó a llover torrencialmente. Empapados, corrieron a su casa. "Hoy nos pegan", dijo uno de los hermanos menores cuando se acercaban al portón.
"Vengan", dijo Efraín, "saltemos por la pared de atrás y nadie nos verá. Mamá no tiene que saberlo". Pero ella lo supo, y cada quien recibió su dosis de nalgadas y se les mandó a la cama.
Esa noche, cuando su mamá no los veía, su papá fué a consolarlos a la cama, los besó y les regaló a cada uno un centavo para dulces.
Todos los hermanos Ríos Montt supieron siempre que mamá era la ley y papá la ternura.
Además de la disciplina de su mamá y la dulzura de su papá, hubo otra persona que influyó mucho en la vida del joven Efraín y ella fue su abuelita, doña Juana
Castillo de Ríos. Ella era evangélica o protestante. Es más, su hermano había fundado la Iglesia de la Misión Centroamericana en Huehuetenango, llegando a ser en la época de la niñez de Efraín el más grande y creciente grupo protestante en Guatemala. 

. La mamá de Efraín, sin embargo, era católico-romana, la religión del 90 o/o de los guatemaltecos en 1930. Los católicos de entonces veían a los pequeños grupos de evangélicos con desdén, mientras que los evangélicos a su vez, con frecuencia, mostraban abiertamente su anti-catolicismo.
Pero en la casa de los Ríos Montt cada quien había aprendido a respetar las creencias religiosas del otro y a vivir en paz. La abuelita era el único miembro de la familia que podría haber sido descrita como fanática de su religión.
Conforme doña Juana entraba en años empezó a sufrir de una parálisis, que le produjo grandes llagas en uno de sus pies, que exigían curaciones diarias. Para el joven Efraín el sufrimiento de su abuelita le resultaba muy doloroso y su tratamiento aún más. Sin embargo, observó que doña Juana siempre estaba sonriente y positiva respecto a su vida, lo cual le produjo una profunda e imperecedera impresión.
Llegó el momento en que doña Juana ya no pudo caminar sola y entonces le pedía a Efraín que la llevara a la Iglesia, regalándole un centavo después de cada servicio. También le daba medio centavo cada vez que le leía la Biblia. Efraín empezó a gustar de los servicios religiosos y de las lecturas bíblicas, al punto que ya no quiso recibir los centavos de la abuelita. De todos sus hermanos, él fué el más interesado en el amor que doña Juana sentía por Jesús.
Una vez le preguntó "Abuelita, ¿qué significa ese evangelio del que usted habla?".
Doña Juana lo observó por un momento, luego lo atrajo hacia ella y con cariño le dijo: "Significa amor. Debido a que Dios me ama y me perdona, yo quiero amarle a El y servirle a El. Y también quiero servirte a tí".
"Pero, ¿qué le va a pasar cuándo se muera?", le preguntó Efraín, dándose cuenta cuan débil estaba y lo mucho que la echaría de menos.

"¡Ah, yo me iré al cielo y oraré por tí". Abrazándolo, empezó a cantar en voz baja: "Del abismo El me sacó, librándome del mal..." Esta era una canción familiar para Efraín; su abuelita la cantaba siempre a todos sus nietos cunado se sentaban a su alrededor en la sala familiar

Efraín la quería mucho. Y se sintió atraído hacia ese Dios que ella parecía conocer tan bien.
Un día, uno de los tíos de Efraín los llevó a él y a sus hermanos a una reunión evangélica de un grupo que había llegado a Huehuetenango. Como siempre, Efraín gozaba con los cantos de alabanza. Muchas de estas mismas canciones las había oído a su abuelita y las otras en la Iglesia.
Durante la prédica estuvo muy atento y al final, cuando el Pastor invitó a venir al frente a todos aquellos que deseasen entregar públicamente su vida a Jesús, entre el pequeño grupo que pasó iba el joven Efraín.
Esa noche, al regresar a su casa, lleno de júbilo les anunció orgullosamente "Acabo de recibir a Jesús como mi Señor y Salvador".
"¿Qué ha hecho este Efraín?", le preguntó su intrigada mamá a Antonio, que también había ido a la reunión.
Antonio se encogió de hombros y le dijo "Aceptó a Jesús".
La noticia de la decisión de Efraín no provocó mucho interés en la familia, pero su abuelita, por supuesto, estaba feliz. En cuanto a Efraín, para quien las palabras "católico" y "protestante" no significaban nada, simplemente se sentía feliz de poder llamar a Jesús "mi Señor y Salvador", así como lo hacía su abuelita.
Doña Juana empeoró y ya no pudo ir más a la Iglesia. Efraín tampoco. Finalmente doña Juana murió. No obstante el conocimiento de la presencia de Dios en su vida permaneció con Efraín para siempre.
Cuando tenía trece años de edad, todos los hermanos fueron a pasar vacaciones a su finca en San Rafael Petzal. Generalmente las vacaciones caían en la temporada más calurosa y las familias que podían las pasaban en sus fincas. Los Ríos Montt se iban a la finca de su familia.
A cada quien se le asignaban tareas y a Efraín le tocaba manejar la molienda. En la finca se cultivaba caña de azúcar, la que se depositaba en un gran molino movido por bueyes, que la iba triturando hasta convertirla en azúcar morena. Una yunta de bueyes lentamente daba vueltas alrededor, moviendo la gran rueda que, a su vez, movía el molino

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