MI CORAZÓN INQUIETO 17
Mi tío y yo montamos, en nuestros caballos y nos dirigimos hacia el rancho donde él trabajaba. Dejamos que los caballos caminasen lentamente por el camino desgastado, pues ninguno de los dos sentíamos deseos de que acabase el día.
—Viento Sollozante —me dijo de repente, rompiendo el silencio— ¡vayamos a casa!
—¿A casa? Pero si no tenemos casa —dije encogiéndome de hombros.
—Me refiero a la reserva kickapu! Volvamos a la reserva!
—¿Lo dices en serio? —le pregunté, temiéndome que andaase de bromas.
—Podemos ir mañana. Te recogeré temprano. Empaqueta todas tus cosas porque no volveremos. ¡Vamos a ser libres!
Lanzó un grito de guerra y clavó sus talones en los flancos del caballo, haciendo que éste emprendiese un alocado galope.
Pegué un grito y le di la latigazo a mi caballo, haciendo que saliese disparado. Ibamos a ser libres!
Mi caballo se quedó muy atrás de Pedernal y yo le miraba, a bastante distancia, viendo el sol que brillaba sobre su espalda desnuda, con los músculos tensos, sobre el caballo, galopando en dirección a la libertad.
¡Libertad! ¿Era posible? ¿Podíamos volver a la reserva y vivir como nos diese la gana?
Me sentía llena de ilusión, me incliné sobre mi caballo, espoleándole hasta que le dimos alcance a Pedernal. Galopamos el uno junto al otro, gritando y riendo, invadidos por la esperanza de una vida libre.
Esa noche en mi casa empaqueté todas mis escasas pertenencias en una caja de cartón y me dispuse a marcharme. No tenía muchas cosas, así que en quince minutos tuve todo guardado.
Me disponía a llamar a mi jefe para decirle que al día siguiente no iría a trabajar, pero decidí no molestarme en hacerlo, pues lo más seguro era que no tardase en despedirme. Ese año había tenido ya ocho empleos diferentes.18 MI CORAZÓN INQUIETO
Me puse mi abrigo con flecos de piel y me fui caminando hacia la iglesia. Tenía que despedirme del Rdo. McPherson y de Audrey, pues eran mis mejores amigos y me habían apoyado siempre que había tenido necesidad. Me habían enseñado acerca de Jesús y eso había cambiado mi vida, por eso no me iba a resultar fácil despedirme de los mejores amigos que jamás había tenido.
Tan pronto como entré por la puerta se dieron cuenta de que algo me rondaba la mente y no perdí el tiempo hablando de cosas insignificantes.
—He venido a despedirme —les dije.
—¿Que has venido a despedirte? —me preguntó Audrey.
—¿A dónde te vas a ir? —me preguntó el Rdo. MePherson, cerrando su Biblia y juntando las manos. Me había visto despedirme muchas veces desde que nos habíamos conocido y siempre había vuelto a los pocos días o a las pocas semanas.
—Mi tío y yo vamos a volver a la reserva. Nos vamos para siempre, no les volveré a ver, pero les escribiré y les diré cómo estoy.
Yo intentaba suavizar la despedida.
—Pero querida ¿qué vas a hacer allí? —me preguntó Audrey, con una expresión de preocupación.
—No lo sé, quizás cace un poco y me dedique a la agricultura. Nos irá bien.
—¿Crees sinceramente que eso es lo mejor para ti? Y tu tío Pedernal.. . —su voz se perdió porque se acordaba de las terribles luchas que habíamos tenido en el pasado.
—Oh, él no es mala persona, ya no nos peleamos.
—Pero ¿hay iglesia en la reserva? Debes permanecer fuerte en la fe cristiana, no vuelves a tu dios Viento. Hace solamente unas semanas que eres cristiana, así que necesitarás amigos cristianos y una iglesia.
—No se preocupen, me llevaré la Biblia que me dieron ustedes y aunque no vaya a la iglesia, la leeré.
A Audrey se le hundieron los hombros y dijo:
—Viento Sollozante, debes de andar con cuidado,
MI CORAZÓN INQUIETO 19
Puesto que Dios tiene un plan para tu vida y tú no debes de echar a perder el plan que él tiene para ti. Eres muy descuidada con tu futuro, no haces nunca planes.
—Sí que los hago —alegué— pienso volver a la reserva.
—¿Y después, qué?
—Después, lo pensaremos ... —le dije, con la esperanza de que Audrey no me echase el sermón de costumbre, sobre obtener un trabajo bueno y seguro, con un futuro, pues ella no podía entender por qué a mí no me era posible mantener un trabajo más de un mes o dos o por qué me cambiaba de casa cada cuatro meses. Ella no tenía idea de lo que significaba sentirse solitaria ni inquieta. Era un buena amiga, pero no comprendía a los indios.
—Viento Sollozante ¿es preciso que te vayas? Esto es tan repentino. ¿No puedes pensarlo durante un tiempo? Tienes un trabajo bastante bueno y tu departamento es bonito —dijo Audrey.
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