viernes, 3 de noviembre de 2023

VIENTO SOLLOZANTE Primer Libro 96 -98

  “MI CORAZÓN INQUIETO “

POR VIENTO SOLLOZANTE

Primer Libro

96    MI CORAZÓN INQUIETO

  —No tengo tiempo para hacer las cosas debidamente, no puedo hacerte la corte, ni traerte regalos. Tendré que hacerte la corte después de casarnos. Mira, ya sé que ahora mismo no sientes gran cosa hacia mí, pero algún día lo sentirás —dijo, esperando que yo hablase.

—Lo pensaré —le dije, entrando en la casa rápidamente y cerrando la puerta.

¡No podía creerlo! ¡Un hombre me había pedido que me casase con él! Y no le importaba que yo fuese una muchacha delgaducha, fea y mestiza.

Esa noche no pude dormir. Como es natural era una tontería el pensar en casarme con un extraño porque no sabía nada de él y además no era la clase de hombre que yo quería. Yo quería haberme casado con Relámpago Amarillo, pero él no me había querido. ¿Qué sucedería si ésta fuese la única oportunidad que tuviese para casarme? ¿Qué pasaría si yo no me casaba con éste, Don Stafford? Me volvía una vieja solterona y tenía que vivir sola toda mi vida. No podía ser demasiado exigente, después de todo ¿quién me creía yo que era? Yo no era hermosa, ni inteligente, ni rica. ¿Qué tenía yo que ofrecer? Cierto que el Rdo. McPherson decía que yo valía más que una estrella, pero yo no podía imaginarme a mí misma diciéndole a ningún hombre que tenía suerte casándose conmigo porque a los ojos de Dios yo valía más que una estrella!

A la mañana siguiente temprano me llamó el Rdo. McPherson para decirme que mi amigo, Don Stafford, había ido a verle y le había solicitado ser miembro de nuestra iglesia y le había dicho que se uniría a ella el domingo. Yo estaba demasiado pasmada como para poder decir algo.

Ese día, más tarde, vino a verme el joven de Alaska, trayéndome un broche de plata, sobre el que había grabado: "Con todo mi amor, Don."

—¿Lo has pensado? —me preguntó.

—Sí.

—¿Y bien?

—No lo sé —le contesté.

     MI CORAZÓN INQUIETO    97
—Lo comprendo. Por lo poco que me conoces podrías pensar que soy Barba Azul o Jack el Destripador.
—¿Quién?
—No tiene importancia —dijo.
—Gracias por el broche —le dije poniéndomelo. —He comprado algo más ... por si acaso.
Me dijo esto al tiempo que me entregaba una pequeña caja.
La abrí y me encontré con dos alianzas. ¿Por qué los blancos consideraban el oro bonito? A mí me gustaba mucho más la plata y las turquesas que encontraba más hermosas.
Me sentía cansada. Estaba cansada de trabajar, de estar sola, de tomar decisiones y de preguntarme qué sucedería con mi futuro.
—Si me quieres, me casaré contigo —le dije suspirando. ¿Qué tenía yo que perder?
Me tomó en sus brazos y me levantó y mis pies se quedaron suspendidos a bastante distancia del suelo. Estaba segura de que las costillas se me romperían si me apretaba un poco más y el único pensamiento que pasó como un rayo por mi mente fue: ¿Qué he hecho?
Esa noche me encontré con el Rdo. McPherson en su despacho. —Don me ha pedido que me case con él —le dije.
—¿Qué le respondiste? —me preguntó.
—Le dije que lo haría —le contesté muy avergonzada.
—¿Lo quieres?
El silencio era tan opresivo que podía notarlo. —Estoy cansada, no quiero estar sola más tiempo —le dije casi en un susurro.
Quiero que seas feliz. ¿Crees que serás feliz con Don? —me preguntó.
—No lo sé. Parece ser una persona agradable y no cree que yo sea demasiado fea como para casarse conmigo y no creo que tenga jamás una oportunidad mejor para casarme,

 98    MI CORAZÓN INQUIETO
¿Has orado al respecto y le has pedido a Dios que te muestre cuál es su voluntad para tu vida?
—He orado, pero no he oído ninguna respuesta —admití. Me quedé callada y miré al suelo.
El matrimonio resulta difícil incluso cuando dos personas se aman mutuamente —me dijo el Rdo Me Pherson. —Pero el amor es el que los mantiene unidos en los momentos penosos. Sin amor ... en fin ... —me dijo haciendo un gesto que expresaba lo desesperado de esa situación.
—Pero debe de quererme, de lo contrario no me hubiese pedido que me casase con él. Podría haber escogido una muchacha mejor que yo, pero ha sido a mí a quien ha elegido y es la primera vez que una persona me ha querido. Además, ¿qué tengo que perder? —le dije presentando mi argumento.
El Rdo. McPherson emitió un quejido y cerró sus ojos. —¡Viento Sollozante! ¡Sin tan sólo lo supieses! No puedo decirte la cantidad de personas destrozadas que proceden de hogares desgraciados.
—¡Pero yo me siento sola! —le dije suplicante.

 —Pero podías casarte y seguir sintiéndote sola todavía.
—Mire usted, es posible que se haya exagerado este asunto
del amor. Quizás las personas esperen demasiado del amor y por eso se sientan decepcionadas y por eso, a lo mejor no deberíamos de esperar nada en absoluto del matrimonio y entonces no nos sentiríamos decepcionados —razoné.
—¿ Cómo crees que será tu vida con Don —me preguntó.
—No lo sé. Cuidaré de su casa y cocinaré y él proveerá comida y protección, es un buen trato. —¿Y qué me dices de los hijos? —me preguntó claramente.
Yo me puse colorada y le contesté: —No quiero hijos.
¿Qué quiere Don? —me preguntó.
—No lo sé, no hablamos acerca de ello.

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