LA BÚSQUEDA FINAL
Rick Joyner
1997
PARTE IVEL TRONO BLANCO
Contemplé por última vez el salón grande dentro de la montaña. Las piedras preciosas y los tesoros que representaban las verdades de la salvación eran imponentes en su gloria. Parecía que no había fin a su extensión y no había forma de comprender totalmente su belleza. No podía imaginar que los salones que contenían las otras verdades de la fe pudieran ser más gloriosos.
Esto me ayudó a comprender porqué tantos cristianos nunca querían abandonar este nivel, estando contentos simplemente con maravillarse de las doctrinas básicas de la fe. Sabía que podía permanecer aquí durante la eternidad y nunca aburrirme.
Luego el águila que estaba parada al lado mío me exhortó:
«¡Debes continuar!»
Cuando volteé a mirarla, bajó el tono de su voz, pero continuó: «No hay ningún lugar mayor de paz y seguridad en el cual podamos habitar que en la salvación del Señor. Fuiste traído aquí para conocer esto porque tú necesitarás esta fe para el lugar donde vas a ir ahora, pero no debes permanecer aquí más tiempo.»
La afirmación del águila acerca de la paz y la seguridad me llevó a pensar acerca de los guerreros valientes quienes habían luchado en la batalla desde el primer nivel de la montaña, Salvación.
Habían luchado y liberado a muchos, pero estaban también malheridos.
No parecía que hubiesen encontrado la paz y la seguridad aquí.
Luego el águila interrumpió mis pensamientos nuevamente, como si estuviese escuchándolos: «Dios tiene una definición distinta a la nuestra de lo que significan paz y seguridad. El estar herido en una pelea es un gran honor. Fue por los azotes del Señor que somos sanos, y es a través de nuestros azotes que nos es dada también la
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EL TRONO BLANCO
autoridad para sanar. En el mismo lugar en el cual el enemigo nos hiere, una vez que hemos sanado, recibimos el poder para sanar a otros. La sanidad era una parte fundamental del ministerio del Señor, y también una parte básica del nuestro. Esta es una razón por la cual el Señor permite que le sucedan cosas malas a su pueblo, de manera que puedan recibir la compasión para otros mediante la cual opera el poder sanador. Esta es la razón por la cual el apóstol Pablo relató que había sido azotado y apedreado cuando su autoridad fue cuestionada. Cada herida, cada cosa mala que nos sucede puede ser transformada en autoridad para hacer el bien. Cada azote que el gran apóstol recibió resultó en salvación para otros. Cada herida que un guerrero recibe resultará en la salvación, sanidad o restauración de otros.»
Las palabras del águila eran muy alentadoras. Parado allí, en medio de la gloria de los tesoros de la salvación, hacía que esta verdad fuese aun más clara y penetrante. Quería salir y gritarlo desde la cúspide de la montaña, para que todos los que aún luchaban estuviesen animados por ella.
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