“MI CORAZÓN INQUIETO “
Por Viento Sollozante
Primer Libro
54 -59 MI CORAZÓN INQUIETOLe abrí
la camisa y me encontré con un hombro perfectamente sano.
Kansas y Pedernal empezaron a reírse como histéricos. —¡ Cómo te hemos
engafiado! Era salsa de tomate —dijeron golpeándose mutuamente en la espalda y gritando como coyotes. —¡ Viento Sollozante, todo te lo crees! ¿Es que no eres capaz de
ver la diferencia entre la sangre y la salsa de tomate?
Cuando nos subimos a la camioneta para regresar a la ciudad se estaban riendo
todavía. —Nunca más en mi vida volveré a creer ni una sola palabra de lo que me
digan —dije amenazándoles con el puño. —Eso es lo que recibo por preocuparme de
ustedes, animales salvajes. ¡Pero me han
engañado por última vez!
Kansas se fue a vivir con Pedernal durante un tiempo. Afortunadamente a mí no
me despidieron y cuando regresé de despedir al Hermano Búfalo todavía tenía mi
empleo.
Un par de semanas después me encontré a Pedernal esperándome fuera de mi
departamento. —le han disparado a Kansas —me dijo.
—¡ Sí, claro! —le contesté burlonamente. —¿No crees que no debes derrochar
tanta salsa de tomate?
—No, lo digo en serio, no es mentira. Le han
disparado de verdad y está mal herido. He venido para llevarte
al hospital a verle.
—Pedernal, si se trata de otra de tus estúpidas bromas ...
—Esta vez no —me dijo con la voz tensa y le creí.
El trayecto hasta el hospital me pareció muy largo y Pedernal me contó la historia
por el camino. —Le dijo a la policía que había sido un accidente, les dijo qne
había estado practicando el tiro al blanco y que había tropezado con su
escopeta y que la había perdido. Dijo que regresó a la ciudad en la camioneta y
que intentó que alguien le ayudase, pero la gente se creyó que estaba borracho
y no le hicieron el menor caso. No fue hasta que se cayó de la camioneta y
perdió el conocimiento que alguien vio que estaba sangrando y llamó a la
policía.
MI CORAZÓN INQUIETO 55
—¿Está bien? —le pregunté muy angustiada.
—Le han pegado un tiro en el estómago. Está mal
herido, pero vivirá —dijo haciendo una pausa. —El .. bueno, no
importa.
—Pedernal ¿qué sucede?
—Bueno, que te he contado la historia que él quiere que crea la gente, así que
no repitas jamás lo que te voy a decir ahora.
—No lo haré.
—Kansas estaba saliendo con una muchacha y a su familia no le gustaba porque ya
habían escogido para ella a un muchacho que les agradaba para que se casase con
ella. Los hermanos de ella le advirtieron a Kansas que se alejase de ella, pero
ya le conoces. Uno de los hermanos le hizo un disparo, se asustó y se trajo a
Kansas hasta la ciudad y le dejó tirado en la acera. Es un milagro que no se
desangrase antes de que le llevasen al hospital.
—¿Por qué no le dijo la verdad a la policía para que pudiesen arrestar al
hombre que lo hirió.
—Lo que está haciendo es proteger a la muchacha, no a su hermano. No quiere que
ella se vea implicada en el asunto porque ella ni siquiera se ha enterado de lo
que ha sucedido —dijo Pedernal sonriendo. —Kansas ha dicho que está seguro de
estar curado de los sentimientos románticos que sentía hacia ella. Entonces
volvió a advertirme diciendo: —¡ Recuerda que ha sido un accidente!
—Lo comprendo —le dije.
A Kansas le dio una peritonitis y estuvo muy
grave, entre la vida y la muerte y yo me temía que la gangrena acabase con él de
la misma manera que había sido la causa de la muerte de mi abuela.
Pedernal y yo le visitábamos todos los días y yo le
pedía a Dios constantemente que le conservase la vida y por fin comenzó a
mejorar y yo alabé a Dios por permitirle vivir.
Cuando a Kansas le dieron de alta en el hospital debía de quedarse aún dos
semanas más en la cama y era preciso cambiarle los vendajes todos los días. No
había nadie más que pudiese cuidarle, así que se 56 MI
CORAZÓN INQUIETO
trasladó a mi casa, durmiendo en mi cama y yo en el sofá.
Se pasaba una gran parte del tiempo durmiendo y leyendo novelas del oeste. La verdad es que no era un
problema, a excepción de cuando llegaba el momento de cambiarle los vendajes.
Yo tragaba saliva y aguantaba el aliento, haciendo lo posible por no ver la
costra grande y sangrienta con un enorme cardenal negro y morado alrededor de
ella. Cada día me resultaba más fácil cambiarle el vendaje y por fin llegó el
momento en que no me afectó.
Un día tiró el libro al pie de la cama y fue a parar al suelo.
—¿Tienes más libros del oeste? —me
preguntó.
—¿No quieres leer algo diferente? ¿No estás cansado de leer sobre personas a
las que les han pegado un tiro? —le pregunté.
Comenzó a reírse, pero se detuvo y se puso la mano sobre la herida. —Ya sabes
que antiguamente muchos cowboys eran heridos por un tiro media docena de veces
en su vida y morían habiendo llegado a una edad muy avanzada.
—Bueno, pues a ti te quedan cinco tiros más, así que buena suerte.
Coloqué algunos libros sobre la cama, dos de
ellos del oeste y dos libros cristianos.
Kansas cogió los dos libros cristianos y dijo:
—Estos los puedes volver a poner en su sitio.
—Deberías de leerlos, son buenos.
—Te he dicho una docena de veces que no me interesa la religión. Me gustaría
que dejases de echarme sermones, ¡estoy cansado de oírlos! —dijo de mal humor.
—Nunca tendré otra oportunidad de hacerte estarte quieto y escucharme.
—Mira, estoy de acuerdo contigo, ya sé que las antiguas costumbres han muerto, sé que los dioses indios son falsos, pero tampoco
creo en tu Dios. No creo que exista un dios de ninguna clase, de lo contrario
este mundo no sería un lugar tan corrompido. No creo en nada porque no hay nada
en qué creer.
MI CORAZÓN INQUIETO
Mientras esté aquí pienso pasarla bien y luego me moriré y ése será el final
del asunto.
Apunté en dirección a su herida y le pregunté: —¿A eso le llamas pasarlo bien?
Agarró un libro y se puso a leerlo. No
volví a mencionarle la religión y una semana después se marchó. Nunca más volví a verle.
Algunas veces oía hablar acerca de sus correrías a Pedernal. Kansas fue
arrestado por haber intentado robarle un tambor a una banda, siendo atrapado
cuando huía en un taxi, pues se le enganchó el tambor en la puerta del taxi. Se
pasó tres días en la cárcel por escándalo y por borracho. Fue arrestado por intentar robar un búfalo en un parque de
animales y encima de eso seguía manteniendo que los indios tenían
derecho a cazar búfalos siempre que el sol brillase y siempre que la hierba
creciese y que estaba escrito en los tratados. Le pusieron una multa de
cincuenta dólares y lo dejaron en libertad. Se casó varias veces y destrozó
media docena de coches. La suya era una carrera que le conducía a la muerte y a
la destrucción como si su ropa ardiese y nada pudiese detenerle.
Entonces nos enteramos de que Kansas había
recibido un tiro y que había muerto en una pelea en un bar de Wyoming.
Cuando yo oí la noticia me acordé de lo mucho que le habían gustado las novelas
del oeste y como había dicho que algunos de los antiguos vaqueros habían
recibido media docena de heridas de bala durante su vida. Yo me preguntaba si
le habían matado realmente en una pelea o si él había planeado suicidarse y
había empezado él la pelea. De ser eso cierto no podría haber planeado un final
que más encajase con el argumento de algunas de sus novelas del oeste.
Le habían matado en una lucha con pistolas en una
cantina en Wyoming.
Yo echaba de menos a Kansas, echaba de menos su alocamiento y la manera tan
temeraria como vivía.
Varios años después regresé a las llanuras donde
Pedernal, Kansas y yo habíamos pasado el día buscan-
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do un lugar dónde esconder a "Buena Medicina", como habíamos nombrado
al búfalo. Encontré la cueva, quité las rocas de
la entrada esperando encontrarme con una calavera, pero en lugar de eso me
encontré con que el búfalo estaba perfectamente bien conservado. Su pelo ni
siquiera tenía polvo y el pellejo se había convertido en piel dura. Lo saqué
por los cuernos y lo miré más de cerca. La piel de las mejillas
había quedado estirada y daba la impresión de que el búfalo se estaba riendo. A
Kansas le hubiese gustado eso. Buena Medicina, el Búfalo Sonriente. Me llevé a
casa la cabeza y la guardé,
Algunas veces las personas que me visitaban se daban un susto al ver una cabeza
tan enorme en mi sala de estar, pero yo me limitaba a sonreír, me acordaba de
Kansas y decía: —¿Cuántas personas tienen la suerte de ser dueñas de una cabeza
de búfalo?
Y acariciaba uno de los cuernos, añadiendo: —Especialmente uno que sonríe.
—Kansas, te echo de menos. ¿Por qué tuviste tanta prisa en morirte?
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