SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT
JOSEPH ANFUSO Y DAVID SCZEPANSKI
CAPITULO VI
Exilio en Madrid
Frente al lavatrastos lleno de Frente al lavatrastos lleno de cubiertos, platos y vasos por lavar, en su apartamentito en Madrid, María Teresa se quedó contemplándolos y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejías.
"Aquí estoy", pensaba, "yo, la esposa del hombre que ganó la presidencia de su país, haciendo lo que más detesto".
Mientras seguía llorando, silenciosamente entró Efraín por la puerta del pequeño apartamiento que ocupaban en el veintitresavo piso de un edificio. Al verla así, le preguntó: "Mi amor, ¿por qué lloras?".
Ante su pregunta María Teresa se desahogó aún con más fuerza. "¿Y qué queres que haga.
No puedo evitarlo. Aquí estoy yo, la esposa del hombre que ganó la presidencia de Guatemala lavando platos en España, mientras que la esposa del hombre que te robó las elecciones está en Guatemala gozando de lo lindo".
Efraín la abrazó y le dijo: "No llores. Me pones triste. ¿Por qué no descansas? Yo lavaré los trastos".
¡Ah, no importa!", dijo María Teresa regresando a su lavado de trastos.
Todavía estaba disgustada. Allá en Guatemala también ella lo había presionado para que peleara. "No dejes que te roben la presidencia", le había dicho.
Pero él había rehusado escucharla. "Todo lo que pasaría es que habría mucha gente joven muerta. Y obtener la presidencia no vale una sóla gota de sangre derramada por un guatemalteco", le había contestado.
Conforme pasaban los meses en Madrid, María Teresa se amargaba más y más. Hubo una recepción en la Embajada de Guatemala para el Ministro de la Defensa y la esposa del Presidente Kjell, que estaban de visita y ella se negó a asistir. También había rehusado las invitaciones que le hicieran para visitar a la esposa del Embajador. Ocasionalmente, Efraín le contaba que tal Ministro o pérsonalidad de Guatemala estaba de visita en España, y su comentario siempre era: "Magnífico, espero que se diviertan".
Debido a que no podía borrar de su mente la traición hecha a su esposo, se asombraba de la aparente tranquilidad de él. Sabía que el haberle robado la presidencia y este exilio en Madrid eran golpes muy duros para él; sin embargo, no parecía disgustado.
Efraín aceptó su derrota como un soldado acepta la suya en una batalla. Pero a pesar de ello, se había sentido profundamente herido, no sólo por el fraude y el exilio, sino también por la desintegración de su familia, parte del resultado final. Sólo Zury, su hijita mejor, estaba con ellos. Sus dos hijos mayores, Homero y Enrique, ambos asimismo militares, habían tenido que quedarse en Guatemala. Y después del anuncio de la victoria de Kjell, los dos habían sido puestos bajo vigilancia militar.
También había gran amargura y tristeza en su corazón por la reacción de muchos guatemaltecos ante su derrota y lo que consideraban como una cobarde huida hacia España. Por haberse rehusado a pelear, los líderes del Partido Democracia Cristiana se habían disgustado con él. Los estudiantes a quienes les había pedido conservar la paz, lo acusaron de haberse vendido al gobierno. Circulaban rumores que había recibido entre medio y un millón de Quetzales. Y mucha gente comentaba que el exilio no había sido un puente de plata, ¡sino de oro!
Estas acusaciones lo herían profundamente. Había tratado de salir con honor y de demostrar, por medio de su negativa a provocar un alzamiento en armas, que era un hombre de principios. Pero ahora, para muchos guatemaltecos, él era sólo uno más de esos sucios politiqueros que tanto había señalado. Nada podría haberle herido más.
En la Embajada su trabajo era poco. Esto le dejaba bastante tiempo para leer y meditar. Se dedicó a la lectura de libros sobre Econo-79 mía, Política y Filosofía e incluso tomó un curso universitario sobre "La Estrategia y la Política Internacional".
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