“MI CORAZÓN INQUIETO “
POR VIENTO SOLLOZANTE
Primer Libro
MI CORAZÓN INQUIETO 113—De modo que por eso es tan rara la pila en ese lado.
Con una cuchara metí el resto de la comida por el agujero de la pila y encendí el interruptor. La cuchara fue arrancada de mi mano y desapareció por el desagüe con un terrible sonido metálico, como un chirrido.
Don desconectó el interruptor de un salto y tiró del mango retorcido de la cuchara.
Yo miré la cuchara. —Parece tener más sentido tirar la basura ahí fuera que retorcer todas las cucharas —le dije, saliendo de la cocina.
La primera noche que pasamos en nuestra nueva casa desparramé una generosa cantidad de harina de maíz a la entrada para asegurarme de que siempre tuviésemos suficiente alimento para comer. A mí no me importaba que otros echasen arroz, yo prefería echar harina de maíz a la entrada de la casa.
Yo siempre había sido callada, muy silenciosa, hablando de tarde en tarde y moviéndome por la vida como una sombra, permaneciendo invisible y pasando desapercibida, en el trasfondo. Me habían enseñado conforme a las antiguas costumbres, como recordatorio de aquellos tiempos en los que el silencio significaba supervivencia. El silencio mantenía a los seres humanos ocultos del enemigo; el silencio ayudaba a estar al acecho de un ciervo o atrapar a un conejo, pues el ruido asustaba a la caza y uno pasaba hambre, además de que el ruido podría ser la causa de que a uno le matasen, pero ahora era diferente. Tenía que aprender a hablar, tenía que aprender a hacer ruidos innecesarios, a charlar cuando no había nada que decir, a "hacer conversación".
Cuando Don me explicaba que yo era demasiado callada yo le contestaba: —No tenemos nada en común acerca de qué hablar.
Me quedé tremendamente sorprendida cuando, de buenas a primeras, Don mostró un gran conocimiento acerca de las culturas indias. Cada noche, a la hora de la cena, tenía algo que decir sobre una de las tribus o uno de los grandes jefes.
114 MI CORAZÓN INQUIETO
—Yo no sabía que supieses tanto acerca de los indios —le dije una noche después de haber estado él hablando sobre Jerónimo.
—Oh, sí, los indios siempre me han interesado. Hizo una pausa y dijo: —¿Sabes una cosa? Estabas equivocada, tú y yo tenemos mucho en común.
En su mirada había algo extraño, pero no lograba averiguar qué.
Una noche, algún tiempo después, se descubrió accidentalmene su secreto. Yo tenía frío y me acordé de que me había dejado mi suéter en el coche y fui a buscarlo. Al ir a buscarlo en el asiento de atrás, vi que sobresalía de debajo del asiento un libro. No podía recordar haber dejado un libro en el coche, pero sabía que tenía que ser mío porque Don no leía nunca libros.
Lo saqué y averigüe que no solamente había uno, sino tres libros metidos debajo del asiento y leí los títulos.
De la A a la Z sobre los indios americanos —de los apaches a los zunis.
Batalla del Little Bigliorn.
El piel roja—Ese noble salvaje.
Empecé a reírme porque Don había pensado que le ayudaría a comprenderme y había leído los libros en secreto. Cuando vi el título El noble salvaje me reí a gusto.
Había subrayado algunas partes de los libros y las había aprendido de memoria casi palabra por palabra. Yo recordaba las conversaciones suyas, a la hora de la cena, y me daba cuenta de que habían salido de estos libros. Yo me preguntaba cuántas horas se habría pasado sentado en el coche, intentando leer estos libros tan aburridos y anticuados, teniendo en cuenta lo lentamente que él leía.
Dejé de reírme porque la verdad es que no tenía la más mínima gracia, pues estaba realizando grandes esfuerzos por comprenderme. Me emocioné pensando en lo mucho que yo le importaba. Volví a colocar los libros debajo del asiento y entré en la casa. Ese sería su secreto.
MI CORAZÓN INQUIETO 115
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