LA BÚSQUEDA FINAL
Rick Joyner
1997
LOS TESOROS DEL CIELO
Amaba tanto a esta águila que casi no podía soportar dejarla.
Estaba contento de saber que podría verla nuevamente. Ahora la puerta me atraía como un imán. La abrí, y entré.
La gloria que contemplaba abrumaba de tal manera que inmediatamente caí de rodillas. El oro, la plata y las piedras preciosas eran mucho más bellas de lo que puede ser descrito. De hecho, eran los rivales de la gloria del Árbol de la Vida. La habitación era tan grande que parecía no tener fin. El piso era plateado, los pilares de oro, el techo era un solo diamante puro que reflejaba cada color que hubiese conocido, así como muchos que no había visto antes. Una cantidad innumerable de ángeles estaban alrededor, todos vestidos con distintas togas y uniformes de origen no terrenal.
Mientras comencé a caminar a lo largo del cuarto, los ángeles se inclinaban en saludo formal. Uno tomó un paso hacia adelante y
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LA BÚSQUEDA FINAL
me dio la bienvenida, llamándome por mi nombre. Explicó que yo podía ir a cualquier lugar y ver cualquier cosa que quisiera en el salón. Nada sería restringido para aquellos que atravesaran la puerta.
Estaba tan sobrecogido por la belleza que no podía ni hablar.
Finalmente comenté que esto era aun más bello que lo que había sido el jardín. Sorprendido, el ángel respondió, «¡Este es el jardín! Esta es una de las habitaciones en la casa de tu Padre. Nosotros somos tus siervos.»
Mientras caminaba, una gran compañía de ángeles me seguía.
Volteé y pregunté al líder por qué me seguían. «A causa del manto», dijo él. «Hemos sido asignados a ti, para servirte aquí y en la batalla por venir.»
No sabía qué hacer con los ángeles así es que continué caminando.
Me sentía atraído a una gran piedra azul que parecía tener el sol y las nubes dentro de ella. Cuando la toqué, los mismos sentimientos me inundaron como cuando había comido el fruto del Árbol de la Vida. Sentí energía, una claridad mental no terrenal, y un amor que se magnificaba en todos y por todo. Comencé a contemplar la gloria del Señor. Mientras más tocaba la piedra, más se incrementaba la gloria. No quería quitar mi mano de la piedra pero
la gloria llegó a ser tan intensa que finalmente tuve que hacerlo.
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