jueves, 9 de noviembre de 2023

RIOS MONTT IV-b

SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT

La Verdadera Historia del Controversial Presidente de Guatemala

 Por

SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT

JOSEPH ANFUSO   Y   DAVID SCZEPANSKI

La presión para que Ríos Montt fuese removi­do del cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejérci­to se hizo cada vez mayor. Finalmente, un día lo llamó el Presidente Arana Osorio y le dijo: "A Guatemala se le ha concedido una oportunidad única. Se nos ha pedido que en­viemos a un General para dirigir los Estudios de la Escuela Interamericana de Defensa, en Was­hington, D.C., y yo lo he escogido a usted, General Ríos Montt. Es un gran privilegio para usted y para Guatemala".

Ríos Montt supo inmediatamente por qué lo habían elegido. Era el exilio con puente de plata que se tendía para aquellos que se con­sideraban peligrosos, enviandolos con un alto cargo al exterior. Aunque este nombramiento tenía toda las apariencias de un alto honor y prestigio, Ríos Montt vió claramente la verda­dera intención.

La noticia no le agradó. Durante 30 años ha­bía subido la escala de los rangos militares, he­cho carrera militar con honores, había obtenido las más altas distinciones en la Escuela Politécni­ca y trabajado duro para cada ascenso. Poseía muchas Citaciones de su Ejército, a su vez él lo amaba y le había dado lo mejor de su vida. Este "exilio" lo sentía como una amarga recompensa.

Saludando al Presidente Arana, le dijo: "Mu­chas gracias, creo que es lo mejor". Pero por dentro se sentía indignado.

En otra época se hubiera hallado muy compla­cido con ese nombramiento de Director de Estu­dios de la Escuela Interamericana de Defensa; ese período en Washington hubiera significado mucho, pues sabía que a su regreso a Guatemala ascendería a una posición más alta. Pero ahora ya no. Había llegado al puesto más alto del Ejército, únicamente superado por el de Minis­tro de la Defensa, sólo para que ahora lo quita­ran de allí y lo mandaran fuera.

Decepcionado y amargado, salió para Washing­ton en Julio de 1973. A los pocos días llegó María Teresa. Era obvio para ella que Efraín estaba deprimido y temía que los meses siguientes les serían largos y difíciles.

Una noche, asistieron a una cena a donde concurrirían otros militares y diplomáticos de Guatemala. Entre los invitados María Teresa re­conoció al Secretario del Partido Democracia Cristiana de Guatemala (DC). Un poco curiosa, se acercó a preguntarle qué hacía en Washing­ton.

"He venido especialmente a invitar a su espo­so para que sea nuestro candidato a Presidente en las próximas elecciones", le respondió.

María Teresa se quedó asombrada. ¿Efraín ... un político?.

Esa noche le dijo a su esposo "Mira, amor­cito, no te vayas a meter con esos de la DC. Son politiqueros. Por favor, Efraín, no vayas a aceptar '.

Sin embargo, la mente de Efraín ya estaba ponderando una decisión, que no sería fácil. Por un lado, participar en política en Guatemala significaría salir del Ejército y quedar en situa­ción de disponibilidad, que era como una espe­cie de retiro forzado. Significaría; en otras pa­labras, el fin de su carrera militar.

Igualmente preocupante le resultaba la alian­za que tendría que hacer con los Demócrata Cristianos. Los que siempre habían sido anate­ma para él —los politiqueros— tocaban ahora a sus puertas. Sin embargo, aunque le cayeran mal, reconocía que no podría ser candidato presidencial sin el apoyo de un partido oficial­mente inscrito.

También tomó en consideración que si acepta­ba la candidatura presidencial, esto sería percibi­do como una amenaza para ese gran grupo de funcionarios que sólo pensaban en sus propios intereses y que a toda costa lucharían por mantener a Guatemala bajo su asfixiante puño. Naturalmente que la aparición de un General del Ejército, de ideales reformistas y con principios morales no les podría ser nada grato.

Pero por otro lado pensaba que, en caso de ganar, tendría una excelente oportunidad para poder llegar a hacer todo aquello, y aún más, de lo que no pudo llevar a cabo durante su gestión como Jefe del Estado Mayor del Ejército.

"Nos regresamos a Guatemala", anunció a María Teresa, apenas tres meses después de haber llegado a Washington. "Vamos a regresar y vamos a trabajar más duro que nunca".

"¿Crees tú que podamos ganar?", le preguntó María Teresa, abandonando sus esperanzas de disuadirlo.

¡Ganaremos!", le dijo moviendo la cabeza afirmativamente; luego, alzando su voz, como si le hablara a todo un universo escuchándole, agregó: "Con todas las fuerzas de nuestro corazón vamos a tratar de llegar a la meta. Nada nos impedirá la victoria. ¡Ganaremos!"

 

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