SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT
La Verdadera Historia del Controversial Presidente de Guatemala
Por
SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT
JOSEPH ANFUSO Y DAVID SCZEPANSKI
La presión para que Ríos Montt fuese removido del cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejército se hizo cada vez mayor. Finalmente, un día lo llamó el Presidente Arana Osorio y le dijo: "A Guatemala se le ha concedido una oportunidad única. Se nos ha pedido que enviemos a un General para dirigir los Estudios de la Escuela Interamericana de Defensa, en Washington, D.C., y yo lo he escogido a usted, General Ríos Montt. Es un gran privilegio para usted y para Guatemala".Ríos Montt supo inmediatamente por qué lo habían elegido. Era el exilio con puente de plata que se tendía para aquellos que se consideraban peligrosos, enviandolos con un alto cargo al exterior. Aunque este nombramiento tenía toda las apariencias de un alto honor y prestigio, Ríos Montt vió claramente la verdadera intención.
La noticia no le agradó. Durante 30 años había subido la escala de los rangos militares, hecho carrera militar con honores, había obtenido las más altas distinciones en la Escuela Politécnica y trabajado duro para cada ascenso. Poseía muchas Citaciones de su Ejército, a su vez él lo amaba y le había dado lo mejor de su vida. Este "exilio" lo sentía como una amarga recompensa.
Saludando al Presidente Arana, le dijo: "Muchas gracias, creo que es lo mejor". Pero por dentro se sentía indignado.
En otra época se hubiera hallado muy complacido con ese nombramiento de Director de Estudios de la Escuela Interamericana de Defensa; ese período en Washington hubiera significado mucho, pues sabía que a su regreso a Guatemala ascendería a una posición más alta. Pero ahora ya no. Había llegado al puesto más alto del Ejército, únicamente superado por el de Ministro de la Defensa, sólo para que ahora lo quitaran de allí y lo mandaran fuera.
Decepcionado y amargado, salió para Washington en Julio de 1973. A los pocos días llegó María Teresa. Era obvio para ella que Efraín estaba deprimido y temía que los meses siguientes les serían largos y difíciles.
Una noche, asistieron a una cena a donde concurrirían otros militares y diplomáticos de Guatemala. Entre los invitados María Teresa reconoció al Secretario del Partido Democracia Cristiana de Guatemala (DC). Un poco curiosa, se acercó a preguntarle qué hacía en Washington.
"He venido especialmente a invitar a su esposo para que sea nuestro candidato a Presidente en las próximas elecciones", le respondió.
María Teresa se quedó asombrada. ¿Efraín ... un político?.
Esa noche le dijo a su esposo "Mira, amorcito, no te vayas a meter con esos de la DC. Son politiqueros. Por favor, Efraín, no vayas a aceptar '.
Sin embargo, la mente de Efraín ya estaba ponderando una decisión, que no sería fácil. Por un lado, participar en política en Guatemala significaría salir del Ejército y quedar en situación de disponibilidad, que era como una especie de retiro forzado. Significaría; en otras palabras, el fin de su carrera militar.
Igualmente preocupante le resultaba la alianza que tendría que hacer con los Demócrata Cristianos. Los que siempre habían sido anatema para él —los politiqueros— tocaban ahora a sus puertas. Sin embargo, aunque le cayeran mal, reconocía que no podría ser candidato presidencial sin el apoyo de un partido oficialmente inscrito.
También tomó en consideración que si aceptaba la candidatura presidencial, esto sería percibido como una amenaza para ese gran grupo de funcionarios que sólo pensaban en sus propios intereses y que a toda costa lucharían por mantener a Guatemala bajo su asfixiante puño. Naturalmente que la aparición de un General del Ejército, de ideales reformistas y con principios morales no les podría ser nada grato.
Pero por otro lado pensaba que, en caso de ganar, tendría una excelente oportunidad para poder llegar a hacer todo aquello, y aún más, de lo que no pudo llevar a cabo durante su gestión como Jefe del Estado Mayor del Ejército.
"Nos regresamos a Guatemala", anunció a María Teresa, apenas tres meses después de haber llegado a Washington. "Vamos a regresar y vamos a trabajar más duro que nunca".
"¿Crees tú que podamos ganar?", le preguntó María Teresa, abandonando sus esperanzas de disuadirlo.
¡Ganaremos!", le dijo moviendo la cabeza afirmativamente; luego, alzando su voz, como si le hablara a todo un universo escuchándole, agregó: "Con todas las fuerzas de nuestro corazón vamos a tratar de llegar a la meta. Nada nos impedirá la victoria. ¡Ganaremos!"
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