sábado, 11 de noviembre de 2023

LA BÚSQUEDA FINAL- Trono Blanco-2

LA BÚSQUEDA FINAL

Rick Joyner

1997

Luego el camino se abrió hacia un pasillo tan amplio que no pensé que podría caber en la tierra misma. Su belleza no podía ser imaginada por ninguna referencia de arquitectura humana. Estaexcedía la maravilla de cualquier cosa que hubiese experimentado, incluyendo el jardín o el salón que contenía los tesoros de la salvación.

Estaba en este momento tan sobrecogido de gozo y belleza como lo había estado previamente por la oscuridad y el temor hacía tan solo unos minutos atrás. Luego comprendí que cada vez que había experimentado un gran dolor o una gran oscuridad del alma, había sido seguida por una revelación mayor de gloria y paz.

En el fondo estaba la fuente de esa gloria que emanaba de todo lo demás en el salón. Sabía que era el Señor mismo y aunque ahora

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LA BÚSQUEDA FINAL

lo había visto muchas veces, comencé a sentir un poco de miedo mientras avanzaba hacia Él. Sin embargo, este era un temor santo que solo magnificaba el gran gozo y la paz que también sentía.

Sabía que el Trono del Juicio de Cristo era la fuente de mayor seguridad que jamás había experimentado, pero al mismo tiempo era fuente del más grande y puro temor. No me di cuenta cuan grande era la distancia hasta el trono.

Era tan maravilloso caminar ahí que no me importaba si el llegar tomaba mil años. En términos terrenales, me tomó mucho tiempo.

En cierto modo sentía que eran días y en otros años. Pero de cierta forma, el tiempo terrenal no tenía relevancia allí.

Mis ojos estaban tan fijos en la gloria del Señor que caminé durante mucho tiempo antes que me diera cuenta que estaba pasando a multitudes de personas que se encontraban de pie en filas hacia mi izquierda (había igual cantidad hacia mi derecha, pero estaban tan lejos que no podía verlos hasta que llegué al trono).

 Mientras los miraba me detuve. Eran deslumbrantes, con un corte de realeza mayor que cualquiera que hubiese visto antes. Sus rostros eran cautivantes. Nunca había habido tanta paz y confianza adornando un rostro humano. Cada uno era bello más allá de cualquier comparación terrenal. Mientras miré a aquellos que estaban cerca mío, estos se inclinaron para saludarme como si me reconocieran.

«¿Cómo es que me conocen?», pregunté, sorprendido de mi propio coraje para formular esta pregunta.

«Tú eres uno de los santos luchando en la última batalla», respondió un hombre cercano a mí.

«Cada uno de nosotros te conoce, al igual que a todos aquellos que están luchando ahora en la tierra. Somos los santos que hemos servido al Señor en las generaciones anteriores a ti. Somos la gran nube de testigos que hemos recibido el derecho de contemplar la última batalla. Los conocemos a todos ustedes y vemos todo lo que hacen.»

 

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