jueves, 2 de noviembre de 2023

“MI CORAZÓN INQUIETO “ 49- 54

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  “MI CORAZÓN INQUIETO “

Por Viento Sollozante

Primer Libro

Conseguí un trabajo en un hogar de ancianos, segura de poder encontrar la felicidad y la satisfacción sirviendo a otros. Comencé con grandes planes y un corazón lleno de esperanza, yendo a trabajar muy temprano y quedándome hasta muy tarde, pero en lugar de sentirme mejor me sentí peor porque lo irremediable de algunos de los pacientes comenzó a afectar mi propia vida y sabía que ni les estaba ayudando a ellos ni a mí, así que al cabo de dos semanas dejé el trabajo.
Obtuve otro trabajo en una tienda de dulces, pero me echaron a los dos días porque me comía más dulces de los que vendía. Trabajé durante una semana en una tienda de objetos de regalo, pero también me echaron por decirle a una elienta dónde podía comprar los mismos platos por mitad de precio. Durante los próximos meses cambié de trabajo prácticamente cada semana y me trasladé dos veces. Estaba buscando la felicidad en el lugar equivocado, pensando que la felicidad era algo que se podía encontrar en un lugar o en un trabajo o en otra persona, no sabiendo que la felicidad dependía enteramente de mi relación con Dios. El había pasado, por algún motivo, a ocupar un segundo lugar en mi vida y yo estaba caminando en círculos y preguntándome lo que estaba haciendo mal.
Era medianoche y alguien estaba golpeando a mi puerta desesperadamente, así' que me levanté y me 50    MI CORAZÓN INQUIETOpuse la bata. Tenía que ser uno de mis tíos, porque ninguna otra persona en el mundo podía hacer tanto escándalo.
Abrí la puerta de par en par y Pedernal y mi tío Kansas entraron tambaleándose.
Kansas era un año más joven que Pedernal. Su nombre era Kansas Kid, pero le llamábamos sencillamente Kansas. Era.,qpuesto y salvaje y pensaba que ninguna ley había sido hecha para él.
—¡ Kansas, me alegra de que hayas venido! —le dije abrazándole.
—¿A pesar de que sea media noche? —me preguntó riendo.
—¡Especialmente a media noche! —y era cierto, porque ya yo no podía dormir bien. Cuando me metía en la cama me encontraba con que los recuerdos hacían el sueño imposible.
—¿Dónde has estado durante el último año? —le pregunté.
—¡En todas partes! —dijo riendo. Wyoming, Montana, Arizona, México. He estado conduciendo camiones, domando caballos, poniendo trampas y realizando cincuenta trabajos diferentes en cincuenta ciudades distintas.
—¿Qué te trae de regreso aquí? —le pregunté.
—Quería ver qué había sido de mis familiares pobres y Pedernal y tú son los familiares más pobres que conozco.
Dijo estas palabras tirándome del pelo. —¿Tienes algo que comer?
—Puedo freír rápidamente un poco de jamón y unos huevos —le dije mientras me dirigía a la cocina.
—¡No! ¡Huevos y filete de búfalo! Los indios no comemos otra cosa que no sea filete de búfalo —dijo, golpeando con sus pies, calzados de mocasines, contra el suelo y blandiendo su puño cerrado.
—Hace años que no he comido carne de búfalo —le dije, recordando el festín que había sido.
—¿Qué me dices? ¿Viento Sollozante no come ya la carne de sus antepasados? —preguntó Kansas.
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Pedernal se unió a él diciendo: —¡Es una vergüenza!
Salgamos a matar un búfalo para Viento Sollozante. Y Pedernal y Kansas desaparecieron de mi vista. Han estado bebiendo, pensé para mis adentros.
Al cabo de un ratito Pedernal llegó y me entregó tres filetes frescos.
—¿Qué es esto? —le pregunté.
—Búfalo —me contestó.

—No, no lo es —argumenté.
Eso era lo que él había estado esperando.
—Oye, Kansas, tu sobrina no cree que esto sea carne de búfalo. ¡Demuéstraselo!
Kansas entró llevando una enorme cabeza de búfalo recién matado.
—¡Un búfalo, es un búfalo auténtico! ¿Dónde lo han conseguido? —exclamé.
—No preguntes —dijo Pedernal. —No preguntes jamás de dónde procede la comida; limítate a comértela y estate contenta por tenerla.
Kansas colocó la cabeza del búfalo en la bañera.
—¡Buena medicina! —dijo y acarició uno de los cuernos. Me llevó a la cocina y me dijo: —Los indios tienen necesidad del búfalo para vivir, si no quedaran más búfalos, ne habría más indios. El Gran Espíritu nos dio al búfalo, por lo tanto nos pertenece y tenemos derecho a matarlo y comerlo.
Freí los filetes de búfalo y unos pocos huevos e hice un jarro de café.
—Kansas, ni siquiera tú puedes cazar un búfalo en la ciudad —le dije.
—Encontré un pedazo de cuerda y la metí en mi camioneta. El búfalo estaba al otro lado de la cuerda —dijo riendo.
—¿Dónde encontraste la cuerda?
—En el zoológico de la ciudad —me dijo cortando un pedazo de carne.

—¡Eso es imposible! No puedes robar un búfalo del zoológico —dije protestando.    -
—Un guerrero kickapu puede hacer lo que le dé la gana —me replicó.
 52    MI CORAZÓN INQUIETO
Serví el café y oré en silencio diciendo: "Señor perdónanos por comernos este búfalo robado."
Cuando decidieron marcharse ya había amanecido.
—¡Esperen, se olvidan de llevarse la cabeza del búfalo! —les grité.
—No seas tonta, Viento Sollozante. ¿Qué iba yo a hacer con una cabeza de búfalo? Quédatela, es buena medicina —me dijo Kansas.
_¡Kansas, no puedo guardarla en mi departamento! Empezará a echar peste.
Se detuvo y entró de nuevo. —Te estás volviendo una remilgada. ¿Cuántas muchachas conoces que tengan una cabeza de búfalo? —me reprochó.
—¡Kansas! —le supliqué.
—Necesitamos un lugar seguro para guardarla hasta que se haya secado —dijo, yendo a buscar la cabeza del búfalo. —Empaqueta un poco de comida y vámonos.
—No puedo ir con ustedes, dentro de una hora tengo que estar en el trabajo —les dije.
—¿No vas a pasar ni siquiera un día con tu tío? ¡ Encima de que hace todo un año que no me ves! ¡Y encima de que te he traído este regalo tan magnifico! —dijo agarrando la cabeza.
¡Voy a perder mi empleo! Este año he tenido ya una docena de empleos —le expliqué.
Yo he tenido cincuenta trabajos este año y ¿eso qué importa? ¿Acaso prefieres atender las mesas que estar en los grandes espacios abiertos buscando un escondite para el Hermano Búfalo? —me dijo suspirando. —Has herido el corazón de tu tío.
—Está bien, iré. Corrí a la cocina y empecé a guardar comida en una bolsa.
—No traigas carne —me gritó Kansas. —Tenemos doscientos veintisiete kilos de carne en la parte de atrás de la camioneta. Trae solamente un poco de pan, un poco de salsa de tomate y algunas bebidas.
Mientras íbamos por la carretera cantando canciones, reímos y nos dijimos mentiras unos a otros. Al día siguiente tendría que empezar a buscar otro empleo             ,MI CORAZÓN INQUIETO    53
pero hoy era como los antiguos tiempos. Nos divertiríamos y seríamos una vez más indios.
Fuimos a ciento treinta kilómetros de la ciudad, a unas llanuras arenosas donde la hacienda más cercana quedaba a treinta y nueve kilómetros de distancia. Allí encontramos una pequeña cueva y escondimos en ella la cabeza y la piel del Hermano Búfalo y colocamos unas rocas a la entrada de la cueva.
Kansas colocó en su sitio la última roca y dijo con amargura: —Hubo un tiempo en que hubo miles de búfalos en estas planicies, pero ahora tenemos que arriesgar nuestras vidas para robarle uno al gobierno.
Los tres nos sentimos invadidos por la tristeza porque echábamos de menos nuestro glorioso pasado. Eramos tres indios que habíamos nacido con trescientos años de retraso y no podíamos hacer nada para remediarlo. No pertenecíamos al siglo veinte como tampoco pertenecía nuestro amigo el Búfalo y llegaría el día en que también los indios estarían extinguidos. A lo mejor el gobierno pondría al último indio en un zoológico.
Nuestra comida se compuso de pan y de búfalo cocinado sobre un fuego abierto.
Pedernal sacó de la camioneta un par de escopetas y él y Kansas se dedicaron a practicar el tiro al blanco mientras yo me tumbaba sobre la arena cálida e intentaba dormir un rato para recuperar el sueño de la noche anterior.
—¡ Viento Sollozante, ayúdame, estoy herido! —dijo Kansas tambaleándose y agarrando su hombro izquierdo, cayendo finalmente junto a la hoguera.
Me senté, parpadeando mis ojos cargados de sueño, y vi que algo de color rojo corría entre sus dedos y le caía por la camisa.
Yo agarré mi chaqueta y se la puse sobre el hombro.
—¡Pedernal, ¿cómo has podido? ¡Es tu hermano! —le dije a Pedernal, que se encontraba cerca.
—Déjame ver dónde estás herido —le dije a Kansas mientras limpiaba con cuidada la sangre de su hombro. No puedo encontrar el agujero que te ha hecho                      54    MI CORAZÓN INQUIETO
la bala.

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