martes, 21 de noviembre de 2023

RIOS MONTT -CAPITULO X Depongan las Armas

 SIERVO O DICTADOR RIOS MONTT

La Verdadera Historia del Controversial Presidente de Guatemala

 Por

JOSEPH ANFUSO   Y   DAVID SCZEPANSKI

 CAPITULO X 

Depongan las Armas

 Efraín Ríos Montt era un día director académico de un colegio cristiano, diez horas después Jefe del Nuevo Gobierno Militar de Guatemala y punto focal de una nación en una encrucijada. No había habido golpes de estado desde 1964. Y hoy, en cosa de horas, un gobierno entero había sido derrocado y había que formar otro nuevo.

Organizar el gobierno fue sólo uno de los muchos retos que tuvo que afrontar. Desde hacía años Guatemala se debatía entre el terrorismo de las derechas y las guerrillas de la izquierda. Además, la peor crisis financiera en muchas décadas estaba estrangulando la economía de la nación.

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Pero como si esto fuera poco, apenas a las dos semanas del golpe se descubrieron planes de un contragolpe y se tuvieron informes confiables que sus enemigos habían contratado a franco-tiradores de Europa para asesinarlo.

Sin embargo, este lóbrego panorama no lograba afectarlo, pues tenía el profundo convencimiento que él no había buscado el poder, que había sido colocado. "No fueron los oficiales jóvenes ni las graves condiciones por las que atravesaba el país lo que me colocó aquí", declaró un día. "Creo firmemente que fue Dios quien lo hizo. Por esto tengo paz en mi corazón".

Las primeras medidas que tomó Ríos Montt, anunciadas durante la conferencia de prensa la noche del golpe, afianzaron a la Junta como Gobierno provisional y abrieron el camino para los otros cambios que tan desesperadamente se necesitaban. El Congreso de la República, al que había criticado duramente por dedicarse más a negocios de interés particular de sus miembros que a los asuntos de interés nacional, fue disuelto. La Constitución de la República redactada después del último golpe de Estado y violada por todos los gobiernos posteriores, se derogó. Las leyes electorales que daban al país sólo una apariencia de democracia también se derogaron; y a los partidos políticos se les suspendió temporalmente. Fuera de esto, se respetaron los Códigos Penal y Civil.

Algunos críticos fuera de Guatemala inmediatamente denunciaron estas medidas como antidemocráticas. Ríos Montt creía que eran necesarias como los primeros pasos a darse para lograr un verdadero cambio. Además, con los procesos políticos y legislativos temporalmente congelados, tendría tiempo para hacer otros cambios mayores que evitarían futuros intentos de manipular las elecciones, comprar a los Jueces y otras autoridades, sobornar a los funcionarios de gobierno o emitir leyes para favorecer a determinados intereses o gobernantes. La corrupción y el abuso estaban arraigados muy profundamente en el gobierno y Ríos Montt creía que se necesitaba de una mano dura, si es que alguna vez se podría llegar a activar un auténtico proceso democrático.

Si hubiese sido electo para el cargo que hoy desempeñaba, se hubiera sentido muy solo y frustrado luchando contra un sistema de gobierno que en los últimos años prácticamente había institucionalizado el terrorismo político y la corrupción. Pero ahora, por un corto período, él tendría más control sobre el gobierno de Guatemala que ninguna otra persona antes en la historia reciente.

Esa noche del golpe también anunció su deseo de terminar con la violencia, fuese ésta provocada por las derechas o las izquierdas. "Depongan las armas", pidió Ríos Montt durante la conferencia de prensa. "Ya no habrá más muertos en las carreteras. . .no habrá más asesinatos". Apenas un mes más tarde, el 14 de Abril, el diario Wall Street Journal, informaba así al respecto:

"Desde entonces, las muertes generalmente atribuidas a los grupos izquierdistas se han reducido drásticamente.    Docenas

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de policías han sido destituidos en una campaña de despistolización y la mayoría de los observadores coinciden en señalar que el retiro de la participación y aprobación oficial en las acciones de violencia de las derechas es lo que más ha contado en esa baja de las muertes violentas".

La corrupción financiera dentro del gobierno también se convirtió en un blanco importante para la nueva Junta. El mismo diario escribió al respecto: "Todos los días durante la semana pasada, los periódicos de Guatemala publicaron las fotografías y nombres de los ex-funcionarios y empleados sospechosos de malversación de los caudales públicos".

Dentro del mundo militar también hubo cambios que empezaron a hacerse sentir a los pocos días del golpe. El Ejército que había sido acusado de extrema brutalidad durante las ad-ministraciones anteriores, empezó a sentir el impacto de aquel antiguo deseo de Ríos Montt de que fuera únicamente una institución limpia y militar. Se emitieron normas de conducta con énfasis sobre "ganarse el corazón de la gente".

Mucho de lo que Ríos Montt principió a hacer en las primeras semanas y meses de su mandato dió efecto positivo e inmediato. Los signos más visibles de la corrupción en el Gobierno desaparecieron con la destitución y arresto de docenas de funcionarios implicados en estos hechos delictivos. Y las muertes a causa de la violencia política casi desaparecieron. Otra publicación importante, la Christian Science Monitor, escribió lo siguiente en su edición del 19 de Abril de 1982:

"Los guatemaltecos dicen que se sienten tranquilos de saber que tienen un gobierno que está comprometido en actuar honestamente y en desarraigar la corrupción y el asesinato político; . . . un conductor de taxi en la ciudad de Cobán nos dijo que él ahora sí estaba lleno de esperanzas. Había una cierta terquedad en el gobierno de Lucas García, pero hoy la gente está contenta con el cambio. Es una reacción rara para un golpe, pero todos estaban felices".

Conforme los cambios se hacían más visibles, la popularidad de Ríos Montt crecía y su posición como Jefe de la Junta se hizo más segura. Los jóvenes Oficiales que habían organizado el golpe, y que al principio se habían sorprendido por su actitud religiosa, ya estaban contentos con el efecto que su manera de pensar y directrices morales causaban en la gente. Y este aspecto moral también se reflejaba dentro del Ejército.

Sin embargo, no todos estaban contentos con lo que algunos llamaban "la purga" de Ríos Montt. Había fricciones aun dentro de la misma junta. El Coronel Luis Gordillo Martínez no quería prestar todo su apoyo al deseo de Ríos Montt de pureza en el manejo del gobierno. Sus nexos con los políticos empezaban a atraer al elemento que se había querido evitar dentro de esta nueva administración. Este eco de tiempos pasados era especialmente desagradable para los jóvenes Oficiales que le habían dado el poder a Ríos Montt. Habían estado de acuerdo con su participación en la Junta el día del golpe, pero ahora su deseo era que ellos dos, el General Maldonado Shaad y el Coronel Gordillo Martínez, salieran de la Junta. También les preocupaba bastante la división de autoridad entre tres personas, lo que provocaba mucha confusión.

Finalmente, los jóvenes Oficiales y algunos miembros de su gabinete hablaron con Ríos Montt y le instaron a disolver la Junta y a hacerse cargo él de todo el control y la responsabilidad de dirigir al país. El 9 de Junio de 1982, contando con fuerte recomendación y apoyo de una mayoría de Ministros de su gabinete y Comandantes Militares, Ríos Montt se reunió con el General Maldonado Schaad y el Coronel Gordillo Martínez y les pidió su renuncia.

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