sábado, 1 de marzo de 2025

EL EXPLORADOR, LA CUCAYA, Y EL TESORO

EL EXPLORADOR, LA CUCAYA, Y EL TESORO

El autor dedica esta historia al PADRE ETERNO, A MI SAVADOR JESUCRISTO Y  E.S.

Por el autor del blog -

Ciudad de Huehuetenango,  Sábado 1 de Marzo del año del Señor de 2025  

Una de la madrugada a seis de la mañana

Doce del mediodía a  cinco treinta de a tarde.

EL EXPLORADOR, LA CUCAYA, Y EL TESORO

Atención, atención, motores del avión fallando,…Emergencia
….”

La voz del piloto de la pequeña avioneta, me trajo de vuelta a la realidad.

“Alerta, alerta…” nos encontramos en la selva de Guatemala, muy cerca de la frontera mexicana.

“Preparad vuestras mochilas, porque dentro de cinco minutos a ´más tardar, tendréis que estar ya en descenso, yo veré como controlo un poco más este pájaro.”

Tomé mi mochila que estaba  a la mano, aprovisionada con un par de Cantimploras de agua limpia, una biblia de edición pequeña que nunca me abandonaba, cámara fotográfica,  linterna, cuaderno y bolígrafo, unos panes o sandwichs preparados donde habíamos tomado la avioneta. Los fósforos,  pastillas de cloro, sulfa y de quinina estaban dentro de la mochila en estuche especial.   Un potente rifle de caza que tenía muy cerca, un cuchillo pequeño y  suficientes municiones en su caja de seguridad, el revólver lo llevaba al cinto del lado derecho, y en el otro un pequeño machete, y el paracaídas ni que decir  que estaba siempre listo en nuestras espaldas.

Rápidamente me dirigí a la puerta de la nave, y sin pensarlo me lance al vacio. Mis otros tres compañeros ya se habían lanzado.

Creo que serían como las doce del día, no quise ver el reloj.

Allá abajo, veía no un mar azul, sino un inmenso océano verde.

Yo era corresponsal de un periódico en Nueva York, y había viajado a Centroamérica, en un viaje  de emoción y aventuras. Mi destino era la selva norte de Guatemala.

Mis planes y objetivos eran muy generales. Conocer un poco de la flora y fauna del lugar. Indagar acerca de nuevas excavaciones  arqueológicas, Sobre los habitantes, y quien sabe, tal vez encontrase  al pueblo de los lacandones viviendo como en la edad de piedra.

Al irme acercando a tierra, me preguntaba, que encontraría allá abajo. ¿Un tesoro antiguo de los mayas, …códices con información misteriosa?…pero jamás  imagine el tesoro que sacaría de esas tórridas tierras.

El golpe de la caída fue amortiguado mucho por unas hojas grandes y muy verdes.

No sabía dónde estaba, apenas pasaba la  ahora del mediodía, pero el sol, allá en lo alto apenas se filtraba por entre las grandes ramas de los arboles gigantescos.

Gracias a Dios, había caído bien, en ese instante, según recordaba las sabias palabras de mi madre cuando yo era un niño. Y ahora las ponía en práctica. “hijo, recuerda, yo no estaré contigo siempre, pero hay alguien que nunca te abandonará, no importa donde estés, encomienda a Cristo tu camino, y el te guiará…”

En medio de esa inmensa catedral verde de selva, dije en voz alta:” Lámpara es a mis pies tu Palabra y linterna en mi caminoSeñor líbrame de una mordedura de serpiente venenosa y haz que encuentre mi camino, “envía tu luz y tu verdad, ellas me guiaran hasta tu monte santo”.” Preparas camino y mesa delante de mí…el bien y la misericordia seguirán todos los días de mi vida y en la casa del Señor moraré por largos días. Sobre el león y el coral pisaré y tu ángel me cuidara…”

No vi  por ningún lado, la presencia de mis otros tres compañeros, ni tenía idea que había sido del piloto.

Saque el machete que media 12 cm De mango y 4 cm de ancho por 35 cm De largo en su hoja desnuda y 6 centímetros en  su parte más ancha  que terminaba en una curva. Era una herramienta muy templada y flexible, diseñada para cortar  pequeñas ramas, hojas y arbustos de espino y otras similares. Suficiente para abrirme paso entre la densa maleza. El resto lo haría yo, esquivando o deslizándome entre el terreno.

Llegue a un pequeño claro, donde saque de mi mochila  un trozo de pan y un sándwich para restaurar fuerzas. Bebí dos o tres sorbos de una de  las dos cantimploras que llevaba.  Debo decir que no sentía ningún tipo de angustia o desasosiego. En primer lugar porque había invocado el nombre del Altísimo, recordando:

—“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del omnipotente, diré yo a Jahev, Esperanza mía,  Roca mía y castillo mio, mi Dios en quien confiaré…”

En segundo lugar, no era la primera vez que me encontraba en un lugar así. Había estado en las selvas, junglas y montañas de  Asia y África.  Sudafrica, Rodesia,…Borneo, Tailandia… Colombia, Venezuela…el Amazonas…no eran desconocidas para mí-

Desde niño, en mi patria había leído ávidamente las historias escritas por Salgari y otros autores. Había hecho mi servicio militar, y estaba en buenas condiciones físicas.

Es ms sentía que  todo este asunto era una emocionante aventura. Era como entrar a un ´mundo desconocido y misterioso a la vez.  Tenía la sensación de que podría encontrar un gran tesoro en estas selvas.  Como cristiano fiel, desde mi juventud por consejo de mi madre, que descendía  por una parte de los creyentes amish, yo había evitado el baile, los vicios de fumar y consumir alcohol, igualmente para la autora de mis días, el teatro era solamente para  perder el tiempo en la frivolidad que conducía a la molicie de la aristocracia inglesa. ¿Por que escribo esto? Porque en esos momentos no creía estar, sino estaba en el verdadero teatro de la vida. Los arboles, los animales salvajes que pronto vería acechando mi vida, los monos aulladores en lo alto de la copa de los arboles gigantescos, Ese teatro verdadero donde no había cómodas butacas, ni plateas,

Shakespeare no podía haberlo diseñado mejor. O haber soñado con este magnífico teatro verde.  La barra de luces era la inmensa y radiante luz del sol, la tramoya, los inmensos arboles con sus enredaderas, bejucos y lianas .El foso estaba lleno de grillos, cigarras, “ronrones” y “chicharras” y todo ruido proveniente de la selva. El proscenio, y el ciclorama  pintados con la belleza  indescriptible, difícil de escribir aun para el mas experto escritor. Era una lástima que ningún espectador humano, salvó yo, estuviese deleitando mi mirada en la exuberante selva verde y magnifico cielo color celeste con  inmaculadas nubes.

Por un momento pensé: “”En momentos así, extraño y añoró tener a mi lado a mi chica ideal… ¿Dónde estás Princesa mía…”

Sabiendo que era necesario pasar allí la noche, decidí buscar un refugio. Lo encontré en una cueva abandonada.  

Deje mi mochila y salí nuevamente a la  selva, con mi pistola, el rifle y el machete. Muy cerca conseguí abundante provisión de leña muy seca.

 Llevaba ya el revólver en una mano y en la otra la linterna, por si me encontraba con una desagradable sorpresa.

Entré en la cueva, aunque eran las tres de la tarde, y todavía se veía claro. Alumbré el interior en busca de algún animal o alimaña. No había peligro a la vista. Considerando que algún animal salvaje podía buscar refugio allí a causa de la lluvia que no tardaría o por acercarse dentro de alguna hora la noche, lo mejor sería preparar una fogata

Deje mi mochila y salí nuevamente a la  selva, con mi pistola, el rifle y el machete. Muy cerca conseguí abundante provisión de leña muy seca.

A las cinco de la tarde, encendí el fuego, me serví el último pan y sándwich que me acompañaba.  La tormenta amainó en su furia, y salí a cortar con el machete, unas varas y ramas gruesas, para poner como barrera en la entrada de la cueva, para que al menos sirviera un poco de defensa en la noche, cuando el sueño venciera mis fuerzas en ese primer día en la selva.

 Elevé una oración al cielo, y luego me tendí en un lugar que había barrido con ramas y hojas menudas,  Esparcí unas hojas previamente examinadas para evitar  que llevasen algún insecto, y con la fogata  muy avivada, no tardé en dormir profundamente.

Desperté a las cuatro de la mañana, y ya no quise dormir.  Estuve pensando en muchas cosas, y cuando eran  las seis de la mañana empezó a llover fuertemente. Tenía solamente una cantimplora llena y de la otra solo había sorbido algunos tragos para ir racionando mi provisión del vital líquido. Todo por precaución si no lograba encontrar luego una fuente de agua limpia.

Después de una hora la lluvia se  había vuelto una llovizna, y a las ocho de  la mañana brilla un sol intensamente fuerte. Las hojas anchas de las plantas, brillaban todavía con las gotas de la lluvia, pero no tardaron en secarse totalmente.

Dispuse salir en las cercanías para ver si lograba conseguir algo de comida. Como era un lugar muy selvático y alejado de la civilización, los animales eran confiados, y no tardé en ver un gran pavo salvaje.  Fue  juego de niños el acertarle un disparo en plena pechuga. De unas rocas saltaba una corriente de agua limpia, y allí destace el pavo con  pequeño cuchillo. Envolví la carne en unas hojas anchas previamente también lavadas y regresé a mi improvisado campamento.

Busque una rama mediana, la descortecé en forma de lanza, y luego que había avivado el fuego, ensarte un buen trozo de carne, la puse al fuego, y cuando ya estaba dorada, me  serví un buen almuerzo, aunque ya no tenía pan.  En la misma cantimplora de aluminio, herví después agua y mitigué  la sed.

Debo decir sin pretensiones de ninguna  clase, que estar allí me parecía una aventura muy emocionante, de donde  obtendría suficiente material para escribir luego mis historias.

Terminado de almorzar, Mis pensamientos fueron interrumpidos por una cegadora luz que inundó el lugar, seguido de un fragoroso rugido que espanto a una multitud de blancas garzas posadas en un árbol.

Llovió toda la tarde.  Luego saqué de la mochila mi pequeña Biblia y encontré el pasaje del libro de Isaias que dice:”  estos son los que habitarán en las alturas. Las rocas de los montes serán su fortaleza; se les proveerá alimentos, y tendrán agua en abundancia. Sus ojos verán al rey en todo su esplendor, y verán una tierra que se pierde en la distancia” “Ese vivirá seguro,
tendrá su refugio en una fortaleza de rocas,
siempre tendrá pan y el agua no le faltará
.” Luego recordé No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Esa noche al calor de la fogata, sentía una cálida presencia en esa cueva, y tuve un extraño pero hermoso sueño. Veía que caminaba en un sendero del bosque selvático, encontré en una peña donde nacía el agua limpia raudales, un árbol de hojas brillantes y verdes, cuyas ramas mostraban frutos d exquisito color, como manzanas en su punto medio de madurez.  Al pie del árbol crecía una azucena  de inmaculada blancura muy lozana. Comí un delicioso fruto, bebí del agua limpia, y no resistí  el cortar esa bella flor blanca, que  coloqué en el lado izquierdo de mi pecho, es decir justo cerca del corazón, Una exquisita fragancia de la flor subió a mi nariz, y yo dije con gran vehemencia ¡Oh¡ 1Mi flor, mi amada Azucena!

Desperté de tan bello sueño, miré el reloj  y marcaba ya las cinco de la mañana,    Desayuné  con otro trozo de carne, y guardé el resto para el medio día.   Había determinado  salir a las seis de la mañana y buscar  una aldea o pueblo, para ir ganando ya la civilización.

A la hora indicada tomé mi mochila y guarde en ella la carne restante del pavo, mis dos cantimploras están llenas agua hervida y emprendí la caminata.

 A la media hora  me di cuenta que estaba en una gran elevación, probablemente una antigua e inmensa construcción de los antiguos mayas.  Logré trepar a lo más alto, y allí vi claramente una gran corriente  de agua a considerable distancia. Sabiendo que es a orillas o  muy cerca de los ríos selváticos, donde hay más probabilidad de encontrar una aldea o pueblo, algo me decía en mi interior que no tardaría en llegar a encontrar alguna casa o rancho. Determiné la posición del sol para que me guiase al descender del  árbol.

Caminé y caminé con paso seguro hacía el rio vislumbrado, y solamente me detuve el tiempo adecuado  para prepararme un almuerzo con la ultima carne que  me quedaba.  A  los cuarenta minutos estaba ya en plena marcha. Eran las dos de la tarde.  En algunos sitios mi caminata se hacía muy dificultosa por la espesa vegetación, pero con ayuda del machete, lograba salir avante.

Era la estación del año con más luz, pero a las cinco, ya el ambiente iba oscureciendo. A las seis de la tarde, en medio de esa oscuridad, vinieron a mi mente otros dos pasajes de la Biblia: “Lámpara es a mis pies tu palabra,. Y lumbrera a mi camino”, “Envía tu luz y tu verdad; estas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; “…Salmos.

Vi unas brillantes lucecillas enfrente de mi caminar, eran como cinco. Cuatro se  apartaron hacia la derecha, y solamente una  siguió adelante en  mi camino.  Cuando encendí mi linterna y la enfoque ,vi que era el insecto que en esta parte del mundo es conocido como “cucaya” o “cocuyo

 Había determinado seguir adelante ya que la vegetación se había vuelto más rala, y hacia media hora que la sabana  y la llanura eran el tipo de naturaleza predominante en esa parte.

Esa maravillosa luz verde, a la vez tierna e intensa, puedo decir que estuvo guiándome en mi sendero.  Una  media hora más tarde, dejé atrás la espesa selva  y una amplia llanura o sabana se extendió enfrente de mí.

Pude distinguir un grupo pequeño de casas o chozas y me dirigí hacia ellas, no sin antes encender mi linterna y hacer  varias veces un tipo de señales de luces, por si alguien podía verlas.

Al irme acercando, salieron dos hombres y mandaron callar a dos grandes perros que ladraban amenazadoramente.

Al acercarme exclamé en alta voz.

—Soy gente de paz—

Uno de ellos dijo—

   Es uno de ellos—

Me dijeron que sabía de mi situación, y seguidamente me hicieron caminar durante unos 15 minutos hasta que llegamos a un edificio construido de madera, que reconocí al instante como arquitectura europea, y específicamente  inglesa.

Llegamos y ellos llamaron a agrandes voces.

—Señor  Clark, traemos noticias—

Un hombre alto y de edad madura, salió de casa.

—Bienvenidos, pasen—

Fue así como llegué a casa del Pastor James Clark, un doctor misionera, al estilo de David Livinsgtone. Unos minutos más tarde fui presentado de su amable y bella esposa llamada Helen Huntington.

   Pastor  y señora,  Mi nombre es Samuel Richards—

    Después de platicar durante  varios minutos a eso de las nueve de la noche me prepararon algo de comer, continuamos hasta la medianoche charlando.

Ellos tenían una pequeña cabaña cerca de la casa principal y allí estaba preparada una pequeña habitación donde recuperé las fuerzas.

Desperté ya tarde,  Eran las doce del mediodía. El señor Clark fue a llamarme para el almuerzo.  Supe por la señora Clark, tenían un varón y dos mujeres en su familia. Los mayores estaban en Inglaterra, que la menor vivía con ellos. La noche anterior sentíase  algo enferma y había descansado desde las ocho de la noche en su habitación. Había salido en la mañana acompañada de dos muchachas nativas y dos criados de la aldea a recoger alimentos, algunos libros, medicinas, y otras cosas que les enviaban de Inglaterra. A  la una de la tarde regresaron y entonces fuimos presentados.

Me llevé la sorpresa más agradable de mi vida. Frente  a mi estaba  una muchacha de 1.75 de estatura. Largo cabello rubio y exquisitos ojos de color cielo celeste.

—Ella es nuestra hija, Anne Elizabeth—

—Encantado de conocerla, señorita Clark—

—Puede llamarme  con confianza , Eizabeth—

Esa tarde la pasé de maravilla platicando con ellas dos y el Pastor Clark. Entre otras cosas, el Pastor me informó que por medio de su radio de onda corta habían recibido la noticia de la avioneta, donde la embajada inglesa y el gobierno de Guatemala pedían toda la colaboración para el auxilio de los involucrados. La providencia divina había hecho que los otros tres pasajeros, ya había sido rescatados por haber caído cerca de un pueblo petenero, de donde había llegado el día anterior n transporte aéreo norteamericano a rescatarlos.

El señor Clark, había informado temprano en la mañana a nuestra embajada, que todo estaba bien, que yo estaba en perfecto estado de salud  tanto que ni el menor rasguño aparecía en mi piel, ni sufría de insolación o deshidratación.  Esta familia inglesa, como los  nativos de la pequeña aldea no salín de su asombro al verme tan sano y fresco, y más aun al saber que yo me tomaba esto como un día de campo por la selva.

 Elizabeth me comentó.

   Sabe Sam, desde el primer momento que supimos que estaban perdidos en la selva, como familia moramos por cada uno de ustedes, creyendo en la fe que Dios y sus ángeles lo protegerían. Al oír esto supe con toda certeza por qué dormí aquella primera noche en la cueva y la cálida presencia de amor alrededor de mí, Eran las ora cines de esta bella familia y de numerosos cristianos  que habían resguardado mi vida. Olvidé decir que el piloto de la avioneta habla logrado estabilizar la nave y logrado aterrizar en flores Peten, de donde se difundió la noticia.

Pastor Clark, no tengo asuntos urgentes que requieran mi  presencia en Estados Unidos o Inglaterra. La Biblia nos manda que por nada estemos afanosos ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;..”

Estoy aquí para pasear por la selva, “quiero explorar, descubrir ciudades enterradas,  plantas exóticas…” Por supuesto que estoy hablando metafóricamente y no literalmente. Quiero decir, descansar, disfrutar del verde paisaje, de las cascadas, de los ríos

           Entendemos perfectamente vuestro sentir, señor Richards—

—Por favor, llamadme  simplemente Samuel o Sam, y si no os cauca molestia mi estadía, deseo permanecer o pasar unas vacaciones aquí, que tanto me gustaría, vosotros me diréis si puedo hacerlo aquí, o si alquilo una pequeña choza en este aldea. Para mi da lo mismo dormir  en una suite, que debajo de un árbol—

—Desde este momento, podéis seguir ocupando la cabaña asignada a vuestra estancia—expreso el Pastor.

Inmediatamente sentí una inmensa simpatía y atracción por Elizabeth, y en lo más íntimo de mi corazón, supe que me había enamorado al instante de tan bella mujer .Pero tuve el buen cuidado de guardármelo en lo profundo del corazón, porque quería estar seguro que tipo de persona era ella.

Desde ese momento me puse al servicio de la familia Clark.  Ayudaba al pastor en todo lo posible, igual con la señora Helen, y que decir con la bella Elizabeth.

El pastor y doctor, había introducido buenas semillas agrícolas recorría la pequeña aldea, y había ya conseguido mantener un buen nivel de salud, pero ahora era  muchas veces solicitado para ir un poco más allá. Por eso mismo se estaba ya construyendo un pequeño y sencillo hospital. Muy modesto por cierto pero muy limpio. La señora  enseñaba a preparar los alimentos de una forma nutritiva, en especial para las madres e infantes. Y Elizabeth  colaboraba en ls Escuela dominical, así mismo tenía un grupo de niños a los que enseñaba a leer y escribir en esas apartadas montañas.

Solicité al señor Clark, el ayudar a “Liz” ,y el estuvo de acuerdo. A partir de ese momento nos volvimos inseparables. Realmente a mi me fascinaba su grata compañía.

 Poco más de una semana, le sugerí a la muchacha, que yo quería  explorar la selva cercana, y que deseaba hacerlo en su compañía, era cuestión de salir un sábado en la mañana, llevar nuestro almuerzo, y regresar en  tarde. El  primer sábado queríamos hacerlo con padre y madre, Ellos aceptaron y los cuatro pasamos horas muy hermosas.

Transcurridos quince días, volvimos a salir a las cercanías, pero el señor y la señora, dijeron que tenían otras actividades, y que daban  el permiso para que  nosotros fuésemos acompañados de algunas muchachas de la aldea. A lo que aceptamos gustosos.

Los padres de ella tomaron tanta confianza en mí, que luego estuvieron de acuerdo saliésemos solos y cada vez más al interior de la selva.

Fue así como viví los momentos más maravillosos, sanos y emotivos de mi vida y la ella.

Un día anterior a nuestro paseo en que íbamos a realizarlo solo los dos, le compre una flor de azucena a una señora que tenía en su patio esa flor. Al otro día muy temprano madrugamos y l  cabo de una hora llegamos a un rio. Llevábamos nuestro desayuno tipo sandwichs, y después  recorrimos cierta distancia,  descansamos a la sombra de unos grandes árboles, y yo sacando la azucena que llevaba en una caja, la puse “ceremoniosamente  en sus rubios cabellos y mirando a sus ojos. Dije

—Para una hermosa flor que perfuma el aire de la selva, —

Ella agradeció el cumplido, y seguimos platicando. Nada pasó más allá de eso, porque a la verdad yo no quería precipitarme. ¿De que valdría gozar de unos besos hoy,  y mañana ya no desearlos, sabiendo que tan fácilmente se obtenían, como cuando uno compra por unas pocas monedas algo que nos gusta. No, mi pensamiento era cultivar una semilla que creciera con paciencia, ir edificando sólidamente  excavando la roca, donde los pilares del edificio, descansaran sólidamente y ningún vendaval los arrasara o arrancará de  raíz.

“Los bienes que se adquieren de prisa al principio, No serán al final bendecidos/ duraderos/. Proverbios 20.21

y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca  Mateo 7.25

Me permití el actuar despacio, sin tiempo y sin prisa, de actuar así en aquellas soledades. Tenía toda la atención de la muchacha en mis manos y no iba a echarlo a perder, esa oportunidad en la vida. Soy un romántico incorregible y quería hacerlo así, que ella me amará pro siempre y para siempre, sabien do que nunca encontraría a nadie más que la volorara  y  deseara tanto como  yo.

Estando otro sábado en la playa de otro río, acostados viendo hacia el cielo azul las blancas nubes. Le dije.

—Elizabeth, amiga mía, quiero pedirle un favor, es un favor sano, sin malicia—

—sí, cual es—

   He soñado despierto que  ese largo cabello que tiene, sea extendido cubriendo mi rostro, ¡por favor, no vaya a reírse o burlarse de solamente es como pedir “mi mejor regalo de cumpleaños”—

   ¡No  digas más!

Seguidamente vi que su hermoso cabello rubio,   largo y abundante cubrió, mi frente, mis ojos, mi nariz y mi boca, parte de mi cuello y pecho.

Cerré mis ojos y aspire todo el aroma de las flores contenido allí.

¿Cuánto tiempo pasé así, mo sé, solo se que ella tuvo la suficiente paciencia talvez para soportarme o talves ella en relaida también lo deseaba. Ella no hizo ningún movimiento por apartarse de mí.

Una tarde de otro paseo, ella  d epronto me dijo:

—¡Oiga! Basta de tanto ilusionarme, estás jugando conmigo o qué?

Entonces yo le dije—¡no, todo lo expresado por mí es cierto, estoy super enamorado de ti, tanto que pido seas mi novia, hablaré con tus padres, y si tú no estás de acuerdo por no hay sentimiento en tu corazón con el alma llena de tristeza, pero también con satisfacción, de que no te engañe, todo lo dicho por mi es cierto. No quise robarte un beso, porque una vez que yo pruebe tu boca, quedaré adicto a la misma, y Ahora si estás de acuerdo en que sienteS algo por mí, séllalo con el beso más profundo que de ti haya salido.

Y escribo esta relación de  mi vida, por que esté el gran tesoro de amor que encontré en lo más verde de la selva guatemalteca en el mes de Junio de 1946. FIN

 

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