MI HISTORIA DE LOS DIAS SABADOS
Composición literaria libre
El autor dedica esta historia al PADRE ETERNO, A MI SAVADOR JESUCRISTO Y E.S.
Por el autor del blog -
Ciudad de Huehuetenango, Sábado, 1 de Marzo del año del Señor de 2025
—Mariana, siento decirte que ya no te quiero, y por ese motivo, rompo mi compromiso, y me casaré con otra.—
—Pero, José, ¿Por qué me haces esto?—
—Acabo de decirte. Amo a otra—
— Rompes tu promesa de boda , y también rompes mi corazón—
— Lo siento, ¡pero así es la vida.¡
Era de esta manera como José, hombre muy adinerado daba por terminado su noviazgo y compromiso con Julia, dama de la alta sociedad guatemalteca en las años de 1840.
Dos mese más tarde José Llevaba al altar a Mariana, una de las más bellas señoritas, perteneciente a una de las familias más poderosas de la elite de Guatemala.
Fue tanta la decepción y tristeza de Julia, que se aisló de la vista de la sociedad de esa época. Y en un impulso de sentimentalismo decidió abrazar la vida monástica para consagrase a la religión.
—Lo tengo decidido mamá. Abrazaré la religión en un convento de monjas—
—Hija mía. ¿Has pensado detenidamente lo que vas a hacer con tu vida? Eres tan joven que pienso que podrías arrepentirte de esta situación más adelante?—
—No tengo ya dudas, está decidido. —
Vinieron los preparativos de la familia. Hablaron con la superiora del convento.
Según la tradición y leyes vigentes de esa época, debía la futura consagrada, entregar una dote para bien de la iglesia. Así se hizo y Julia comenzó su preparación educativa religiosa.
Pasó tal vez un año o más, llegó la hora solemne de los votos, y desde allí se formalizó oficialmente la vida monacata de Julia.
Luego de algunos meses más, Vino a despertarse en la mente y conciencia de la muchacha, que en realidad, ella no estaba preparada o con la suficiente vocación para haber hechos esos votos de reclusión vitalicia dentro de un régimen severo del convento.
Empezó a extrañar profundamente a su familia, el ver su madre, a sus hermanos menores, la compañía de sus amigas, las fiestas, los bailes…
De alguna forma hizo llegar una carta a su madre donde exponía que se había equivocado al tomar el sendero solitario de la vida religiosa en un convento de monjas.
Hacia un par de meses, que su señor padre había fallecido, y ahora la madre era la que había tomado las riendas de la familia, ya que los otros dos hijos eran de menor edad.
La madre presentó la petición de su hija Julia de renunciar a la vida conventual y regresar a la familia para hacerse cargo de todos sus asuntos…
Y aquí es donde surge la problemática en todo este asunto. La familia de la muchacha y ahora ya monja, había entregado una cuantiosa suma de dinero y bienes en joyas a la iglesia, o a las autoridades de la misma, el caso fue llegando hasta las más altas autoridades religiosas de esa época.
Después de un tiempo de estudio sobre el caso, las autoridades clericales, dieron su dictamen en que era imposible que la muchacha se retrajese o renunciase a sus votos del convento.
Se dice que el círculo reducido de personas que en ese tiempo conocieron este asunto, opinaban en secreto o en voz muy baja, que la verdadera razón obedecía al interés de que la gran fortuna en valores ya mencionada antes en esta historia., que había depositado la familia de la joven en las “bóvedas” de la iglesia en general.
Así pasó el tiempo, y la negativa persistente a las pretensiones de la joven y de su familia para renunciar a la vida religiosa.
El carácter alegre que poseía julia, antes de entrar al convento, fue pagándose paulatinamente, y fue transformándose también de manera progresiva por un carácter sentimental triste y nostálgico.
Esta monja, buscando evadirse de su gran sufrimiento, pues en su pecho sentía aun arder la “vergüenza” y “humillación” de haber sido plantada por el hombre al que tanto había amado, y además, que aún sentía las influencias de ese gran enamoramiento, o porque aun anhelaba desde el fondo de su corazón joven, volver a soñar con encontrar aun hombre noble que supiese valor que ella era una mujer dispuesta amara y ser amada. Lo cierto es que su mente no pudo soportar toda esta presión y una noche sufrió una gran fiebre que casi la lleva al bode de la muerte.
A los días cuando la fiebre abandonó su cuerpo, ¡Oh! Ya no era la misma joven de mente despierta. Su mente y pensamientos habían huido a las lóbregas profundidades de un desequilibrio mental.
Era allí, en un lugar, lejos, muy lejos, donde las sombras de su vida corrían a buscar un lugar, que semejase quizás un jardín, quizás la casa de su infancia, donde había sido tan feliz de niña. Un lugar donde podía volver a soñar con encontrar refugio en los brazos fuertes de su amado padre. Volver a escuchar la risa de sus hermanos jugando en el jardín, cortando flores, y luego la voz de su madre, llamando: —Niños, el almuerzo ya está servido—
Por supuesto, esta monja ya no pudo seguir cumpliendo sus tareas en el convento. Y pasaba su tiempo en su dormitorio, pero sobre todo en los amplios jardines, llenos de flores y sobre todo de altos árboles.
Detrás de las gruesas y altas paredes que resguardaban el convento, de donde ya nunca salió, pues en el transcurso de ese tiempo, también su madre expiró su último aliento. Su hermana menor, siendo muy hermosa, fue solicitada su mano en matrimonio por un comerciante exitoso de origen mexicano, y radicándose luego en ese país. Del hermano menor parece ser que murió en una revuelta contra el tirano de turno que gobernaba el país.
Unas monjas de corazón muy bondadoso y tierno, que la cuidaban de alguna forma, a pesar del estricto silencio impuesto al caso. Lograron “filtrar” en esos años, y la historia llegó a oídos de algunos “allá afuera”.
Se contaba entonces en secreto, que la monjita, sentábase todas las tardes en una banca bajo los grandes árboles. Allí solía hacer barquitos de papel que luego colocaba en un canal que era alimentado con agua que brotaba de la fuente principal.
Su única y gran distracción era hacer los mencionados barquitos de papel, y ver cómo eran llevados por la corriente del canal, que atravesaba el gran jardín, y que por una pequeña abertura iba a desembocar en una ladera contigua al convento para unirse aun rio cercano.
Cuando los barquitos se deslizaban en esa corriente, rumbo al exterior del convento, la melancólica monjita, exclamaba con vehemencia:
—¡Son libres¡ ¡Son libres¡—… —¡Son libres¡ ¡Son libres¡—…
Composición literaria libre, basada en una historia real,—¡Son libres¡ ¡Son libres¡—… —¡Son libres¡ ¡Son libres¡—…Está frase fue escrita literalmente por un viajero extranjero que visitó la Guatemala de los años 1840.
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