VIDA DE OLIMPIA MORATA
La gracia es tan falaz y la gracia es algo vana; pero la mujer que teme al Señor será alabada. " (Prov. xxxi, 30)
1870
JULES BONNET
46-47
Otra carta, más digna en su expresión, nos revela al mismo tiempo la angustia de Olimpia y la elevada fuente de la que sacaba consuelos.
"¡Oh, cómo quiero saber cómo estás, en qué estás ocupado, en qué estado han llegado nuestras cosas! La incertidumbre del momento de tu regreso y de nuestra partida de Ferrara es para mí causa de continuo tormento. Escríbeme, pues, "por favor; No me escondas nada con el vano objetivo de ahorrarme "angustias.
Si te encuentras, Dios no lo quiera, en algún peligro, quiero tener mi parte; no puedes negarme sin causarme daño mortal. Pero si todo va bien, como lo imploro continuamente a Dios en mis horas, apresúrate a llevar todo a feliz término y avísame, porque no querría exponer nuestras pertenencias en calles inseguras.
Ante todo, amado mío, en estas circunstancias tan difíciles, recuerda que no podemos tener protector más poderoso que Dios. Invocadlo todos los días con los piadosos que están con vosotros. Él no rechaza nada a las oraciones de sus hijos.
Recuerda el ejemplo de Elías. También era un hombre y estaba sujeto a muchas enfermedades. Su oración , por tanto, fue escuchada y no llovió sobre la tierra durante dos años y seis meses.
Confía, pues, en el Señor; ponte enteramente en sus manos, y Él te sostendrá.
Pero, ¡ay!, yo consuelo a los demás y yo necesito ser consolada.
Mis días pasan entre lágrimas, y no tengo otro remedio para mis penas que la oración al Autor de toda liberación
¡Que también sea tu refugio! Escríbeme pronto... Adiós
23 de noviembre de 1550
En medio de sus desalientos y de sus luchas, Olimpia podía contar con al menos una amiga a la que seguía teniendo un cariño inquebrantable, tanto en los días buenos como en los malos: ella era la Princesa della Rovere.
Honrada en la Corte por sus virtudes, Lavinia utilizó el derecho que le otorgaba un ilustre linaje y una alianza para intentar someter los resentimientos del duque de Este.
Visitaba con frecuencia a la viuda de Morato y mostraba un gran interés por sus hijos. Sus relaciones con Olimpia, algunos años más joven y libre de la rigidez de un alto rango, llevaban la huella de la más dulce familiaridad. A menudo, las dos amigas conversaban juntas en soledad, y estos entretenimientos se transformaban bajo la pluma de Olimpia en diálogos modelados según la forma y el gusto de los antiguos.
Citemos un fragmento de esta época que se podría decir que fue escrito (en su texto original) por un discípulo de Platón, bajo la sombra de la Academia, si la firmeza de la inspiración cristiana no lo revelara.
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