domingo, 30 de marzo de 2025

OLIMPIA- ITALIA 34-36

 VIDA DE OLIMPIA MORATA

La gracia es tan falaz y la gracia es algo vana; pero la mujer que teme al Señor será alabada. " (Prov. xxxi, 30)

1870

GIULIO BONNET

34-36

De hecho, la hija de Morato empezó a distanciarse cada día más de la Iglesia en la que nació, sin ver aún más allá de sus dudas los nuevos dogmas sobre los que debía reconstruir su fe. Esta crisis duró muchos años. De ello tenemos huellas en uno de sus diálogos en el que, con el tiempo, describió el estado de esa alma que busca la verdad, que a veces cree poder captarla y se consume en vanos esfuerzos por obtenerla.

 Estudió los libros de los filósofos y sus sistemas no pudieron arrojar luz sobre la oscuridad de su mente.

 A veces leía las Sagradas Escrituras, pero demasiado pronto cerraba este Libro, cuyas doctrinas, inaccesibles únicamente a las fuerzas de la razón, parecían ocultar sus secretos a los sabios para revelarlos a los niños.

Vivir en una corte brillante donde por un tiempo tuvo una posición favorable para el desarrollo de sus facultades, se convertiría más tarde en una amenaza para ella, pues las graves necesidades de su alma requerían imperiosamente satisfacción.

 La multiplicidad de sus cuidados, las seducciones de los elogios, el encanto de las vacaciones y de los placeres distraían su pensamiento de las cuestiones serias de la religión para dejarlo caer en la tristeza del desánimo o en las perplejidades de la duda. Tal era el estado moral de Olimpia como lo expresaría unos años más tarde en una de sus cartas

"¡Oh, qué necesarias eran para mí las pruebas! No sentía ninguna atracción por las cosas divinas; leer tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento me daba náuseas. ¡Si me hubiera quedado más tiempo en la corte, todo habría terminado para mí y para mi salud!"

 La sabiduría que en vano buscó en la ciencia debió nacer para ella de la aflicción y de las lágrimas.

 Fue precisamente en este período de su vida cuando Olimpia contrajo una amistad que sería el adorno de los años felices de su juventud y el consuelo de sus días malos.

En el palacio del duque de Ferrara conoció a una joven que destacaba tanto por su talento como por sus virtudes. Se trataba de la princesa Lavinia della Rovere, de la casa de Urbino.

Se había casado recientemente con Paolo Orsini, hijo del famoso Camilo, que había adquirido gran fama en las guerras de Italia y gozaba de crédito ilimitado en Roma. Lavinia supo discernir entre la sociedad elegida que coronaba a la duquesa a la compañera de Anna d'Este, y de esta atracción mutua nació el afecto más vivo entre dos almas creadas para entenderse y amarse. A las más nobles cualidades del corazón, Lavinia unía una robusta inteligencia ya formada mediante el estudio de la filosofía y la literatura, que daba a su conversación un

atractivo agradable.

 Separada como Olimpia de las creencias de la Iglesia romana, tuvo que unirse a las preocupaciones de su amiga, compartir sus dudas y anhelar con ella una nueva fe.

Al mencionar aquí a Lavinia della Rovere, no se podría ir sin mencionar a sus dos cuñadas, la señora Maddalena, esposa de Lillio dei Ceri, y la condesa Giulia di Rangoni, igualmente admiradas por su exquisita belleza y su elevación de sentimientos. En la conversación íntima con estas damas, Olimpia buscaba descanso de sus estudios, razonando sobre los problemas de filosofía y religión que se resolvían con dudas.

Una carta de la propia Olimpia nos lo hace saber. Las doctrinas de la gracia estuvieron durante mucho tiempo veladas ante sus ojos por el misterio de la predestinación. Sólo más tarde domina el Tremendo apogliossi de sus terrores en el sentimiento de adopción divina, que no excluye la libertad moral, y se convierte para los elegidos en germen de nueva vida.

Sin embargo, hace tiempo que pasamos de estas primeras necesidades religiosas a la inspiración enteramente pagana que distingue los últimos versos compuestos por Olimpia durante su estancia en la corte. Bembo había muerto (18 de febrero de 1547) y esta noticia, difundida por todas partes, suscitó un luto universal entre este pueblo devoto que él había recreado con sus escritos. La casa de Este, que se había colmado de favores, rindió un homenaje poético a su memoria; La hija de Morato era digna de interpretarle. Cantando las alabanzas del hombre que más contribuyó a despertar el genio de los antiguos en ese siglo, encuentra expresiones felices al describir las condolencias de las cartas. La armonía de la lengua griega parece un homenaje más rendido a este eminente discípulo de la antigüedad, en la patria de los Medici y Poliziani.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADA DESTACADA

IRLANDA Y JEREM{IAS 54-61

  EL PRINCIPE IRLANDES Y EL PROFETA HEBREO LIA FAIL By ROBERT G. KISSICK , 1896 54-61 CAPÍTULO III. LA VISIÓN DE JEREMÍAS.  ...