DIVINE INSPIRATION
BY. Ε. HENDERSON, D.D
LONDRES
1836
DIVINE INSPIRATION*HENDERSON*xii-6
Ilustrar la evidencia e importancia de las grandes doctrinas del Apocalipsis; exhibir los verdaderos principios de la filología en su aplicación a dichas doctrinas; probar la conformidad e identidad de la filosofía genuina con los registros y descubrimientos de las Escrituras; y rastrear los errores y corrupciones que han existido en la Iglesia cristiana hasta sus fuentes originales, y, mediante la conexión del razonamiento sólido con la interpretación honesta de la santa Palabra de Dios, señalar los métodos de refutación y contraataque, son algunos de los objetivos para los cuales se ha establecido la Conferencia Congregacional. Los acuerdos con los conferenciantes tienen como objetivo asegurar la publicación de cada curso por separado, sin riesgo para los autores; y, tras remunerarlos tan generosamente como lo permitan los recursos de la Institución, aplicar las ganancias de las respectivas publicaciones a la Biblioteca. Se espera que los amigos liberales, y especialmente los opulentos, de la inconformidad evangélica y congregacionalista demuestren, con su generoso apoyo, la sinceridad de su apego a los grandes principios de su profesión cristiana; y que algunos puedan emular el celo que estableció las Conferencias “Boyle”, “Warburton” y “Bampton” en la Iglesia Nacional. Estas son acciones legítimas del “principio voluntario” en apoyo de la religión, en perfecta armonía con la independencia de nuestras iglesias y la espiritualidad del reino de Cristo. El Comité considera oportuno declarar que cualquier responsabilidad que pueda recaer sobre los razonamientos u opiniones presentados en cualquier curso de conferencias recae exclusivamente en el conferenciante.
IBLIOTECA CONGREGACIONAL,
Blomfield Street, Finsbury, agosto de 1836.
LECCIÓN INTRODUCTORIA.
PROVERBIOS 30.1-6
« Las palabras de Agur, hijo de Jaqué, la profecía: El hombre habló a Itiel, a Itiel y a Ucal: Ciertamente soy más insensato que cualquier hombre, y no tengo entendimiento humano. No aprendí sabiduría, ni tengo conocimiento de lo sagrado. ¿Quién subió al cielo o descendió? ¿Quién contuvo el viento en sus puños? ¿Quién ató las aguas con un manto? ¿Quién estableció todos los confines de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y cuál el nombre de su hijo, si tú puedes saberlo? Toda palabra de Dios es pura; él es escudo para quienes en él confían. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda y seas hallado mentiroso.”
Por muy oscuras que puedan ser las palabras iniciales del texto, o por muy difícil que sea proporcionar una explicación satisfactoria de los nombres propios que presenta, los sentimientos expresados en él admiten una aplicación apropiada al tema de las presentes conferencias. Las facultades intelectuales del hombre son, sin duda, de un carácter noble y exaltado, susceptibles de una cultura universal y capaces de emprender una investigación extensa y profunda. Provisto de materiales para la reflexión y el razonamiento, tanto por la constitución y las operaciones de su propia mente como por los innumerables fenómenos que se presentan a su vista en la naturaleza externa, no puede ejercitar las facultades con las que está dotado, aplicando, en la medida de sus posibilidades, aquellos principios de inducción física y psicológica que se consideran la única base sólida del conocimiento humano, sin adquirir nuevo vigor y libertad de pensamiento, obteniendo concepciones más precisas de la naturaleza y las relaciones de las cosas, y dominando visiones más completas del vasto universo del que forma parte.
Sin embargo, después de haber exigido al máximo sus poderes, después de haber llevado a cabo sus procesos mentales en todas las regiones que caen dentro de los límites del entendimiento humano, se ve reducido a la conclusión de que, en ausencia de la Inspiración Divina, o de sus resultados en los registros de la Ciencia Divina, es imposible alcanzar ese conocimiento de la Deidad y el destino humano que solo puede satisfacer la mente racional.
Instruido desde arriba, confiesa su ignorancia e imbecilidad, se aferra al volumen sagrado //Escritura Biblia//que contiene una revelación perfecta del carácter, la voluntad y el gobierno de Dios; y al descubrir en él una luz suficiente para guiarlo con seguridad a través de todos los laberintos del estado actual e introducirlo con gozosa esperanza en uno mejor, es celoso de su honor y desaprueba todo intento de mejorar su contenido.
Cuando la mente ha llegado a una convicción práctica respecto a la existencia del Ser Supremo, sea cual sea la fuente de dicha convicción, es evidente que pueden surgir preguntas de mayor interés que las siguientes:
¿Qué conocimiento tiene el Creador Infinito del universo, al que ha dado existencia? ¿Continúa presidiendo sus asuntos, administrándolos según su voluntad, y controlándolos y disponiéndolos de tal manera que asegure infaliblemente el logro de sus propios propósitos? ¿Desde qué perspectiva, en particular, considera la conducta de sus criaturas racionales? ¿Les ha revelado su voluntad? Y, de ser así, ¿dónde están estas revelaciones? ¿Y cuál es su naturaleza?
Todos aquellos que admitan la fuerza de los argumentos extraídos del admirable esquema de artificios y disposiciones provisionales que impregnan la economía de la naturaleza, It will be granted by all who admit the force of the arguments drawn from the admirable scheme of con-trivances and provisionary arrangements which pervade the economy of nature, in corroboration of the doctrine of the existence of a wise, powerful, and all-perfect First Cause, en corroboración de la doctrina de la existencia de una Primera Causa sabia, poderosa y perfecta, concederán que la misma maravillosa economía proporciona numerosos desarrollos de un sistema de gobierno moral, cuyas leyes ofrecen importantes indicios de su carácter de gobernante justo y benévolo. Quien reflexione seriamente sobre la diferencia que se da en las acciones humanas, los juicios morales que formamos naturalmente con respecto a ellas, la conexión establecida que subsiste entre la virtud y la felicidad, por un lado, y el vicio y la miseria, por otro, el alcance de las recompensas retributivas que aparecen en la historia del mundo y la extrema dificultad que los hombres encuentran en sus intentos de aniquilar la convicción de la existencia de un Gobernador Moral Supremo, debe percibir que la idea es sumamente afín a la mente humana y, de hecho, absolutamente indispensable para la resolución de los fenómenos que se le presentan en todas direcciones.
La disposición que la humanidad ha descubierto universalmente a instituir un gobierno entre sí es un argumento adicional a favor de la existencia de un sistema moral supremo en manos de ese Ser a quien atribuimos excelencia infinita, pues todo lo bueno o loable en nosotros mismos es solo un débil esbozo de la misma cualidad en Él, en cuya mente ilimitada existe en grado infinito. Pero ξφω". Mientras nos satisfacemos así con respecto a la realidad de un gobierno moral divino, y estamos convencidos de que negarlo sería cerrar los ojos ante las múltiples pruebas de un agente providencial y rector que se nos presentan por doquier, así como reprimir esas observaciones y sentimientos internos que se presentan como los dictados genuinos de nuestra constitución moral, debemos admitir que un denso velo de oscuridad se cierne sobre las páginas de la revelación natural con respecto a aquellos temas que, como criaturas pecadoras y responsables, más nos interesa conocer. Porque, cualesquiera que sean los procesos aparentemente apropiados de disciplina moral a través de los cuales se nos conduce en el estado actual; por convincentes que sean los razonamientos en referencia a nuestra condición futura a los que intentemos someter nuestras mentes; cualesquiera que sean las conjeturas halagadoras e hipótesis engañosas que podamos formar con respecto al trato de Dios a los agentes morales, y Sea cual sea el grado de satisfacción que podamos derivar de ciertas visiones aisladas del carácter divino, tan pronto como realizamos un análisis amplio e imparcial de nuestra condición y fijamos nuestras contemplaciones en otros aspectos de la Deidad que se imponen, descubrimos que no hay nada, dentro del amplio espectro del mundo físico o intelectual, que se considere que nos inspire confianza o produzca en nuestras mentes un sentimiento de esperanza bien fundada. En tales circunstancias, necesitamos información sobre la voluntad y los designios de nuestro Creador, que ni las operaciones de la naturaleza ni el curso ordinario de las cosas en el mundo moral pueden, de ninguna manera, proporcionarnos.
Sin embargo, independientemente de las innegables características de la degeneración moral que tan terriblemente marcan nuestra historia, y asumiendo que el hombre existía en un estado no caído y santo, ¿es razonable suponer que su Creador lo dejaría recopilar los diversos elementos de su conocimiento de forma natural mediante las observaciones que pudiera hacer de los objetos físicos que lo rodeaban y la reflexión sobre su propia constitución intelectual y moral? Unido por las facultades superiores de su naturaleza al "Padre de los Espíritus", ¿es imaginable que no se produjera una comunicación inmediata entre ellos? ¿O debemos creer que las únicas comunicaciones realizadas por la Deidad se efectuaron mediante la música de las esferas, el sonido de los elementos, las voces inarticuladas de la creación bruta o los profundos suspiros de la propia naturaleza inmortal del hombre? El resto de la creación estaba regulada por las leyes del mecanismo físico, o el mero instinto animal, y se limitaba a objetos materiales y sensibles; pero el hombre fue dotado de inteligencia y principios morales; fue creado con poderes que lo capacitaron para conversar con su Creador, recibiendo de él comunicaciones sobrenaturales e inteligentes, y para ofrecer a cambio expresiones adecuadas de gratitud y respeto.
La estructura de la naturaleza humana está obviamente constituida con miras a una interacción superior a la que se puede sostener con cualquier tipo de agente en el mundo visible. Pues, si bien exhibe una adaptación perfecta para satisfacer las exigencias de la conversación social entre individuos de la misma especie, está, al mismo tiempo, construida de tal manera que permite que se produzcan comunicaciones inteligentes entre ellos y seres de un orden superior en la escala de la existencia, especialmente con la Inteligencia Suprema misma, a cuyo incesante cuidado el hombre debe la preservación continua de todos sus poderes y facultades. Pero si tal comunión nunca existió, ni se pretendió, el hecho recién mencionado presenta una anomalía sin paralelo en esta esfera del reino divino
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