lunes, 22 de diciembre de 2025

LOS PROVERBIOS *HORTON* 1-4

EL LIBRO DE LOS PROVERBIOS

F. HORTON

N. YORK

1891

LOS PROVERBIOS *HORTON* 1-4

Al intentar convertir el libro de Proverbios en tema de conferencias expositivas y sermones prácticos, ha sido necesario tratarlo como una composición uniforme, siguiendo capítulo por capítulo el orden adoptado por el compilador, y reuniendo las frases dispersas bajo temas sugeridos por ciertos puntos más destacados en los capítulos sucesivos. Mediante este método, se revisa la mayor parte del contenido del libro, ya sea mediante la exposición o mediante citas y alusiones, aunque incluso con este método muchos dichos menores se escapan a la comprensión del expositor. Pero el grave defecto del método empleado es que borra por completo esas interesantes señales, perceptibles en la superficie misma del libro, del origen y la compilación de las partes separadas. El lector puede subsanar mejor este defecto consultando la obra académica del profesor Cheyne, "Job y Salomón; o La Sabiduría del Antiguo Testamento".

Pero para quienes no tengan tiempo ni oportunidad de consultar ningún otro libro aparte del que tienen en sus manos, una breve introducción a las siguientes conferencias puede ser bienvenida. La tradición judía atribuía los Proverbios, o Dichos de los Sabios, a Salomón, así como los Salmos, o poemas inspirados de los poetas, al rey David, y podríamos añadir, así como atribuía todas las incorporaciones y desarrollos graduales de la Ley a Moisés. Pero incluso un lector muy poco crítico observará que el libro de Proverbios, tal como lo conocemos, no es obra de una sola mano; Una investigación crítica del lenguaje y el estilo de las distintas partes, así como de las condiciones sociales y políticas que implican, ha llevado a los estudiosos a la conclusión de que, como máximo, se incluyen en la colección un cierto número de dichos sabios de Salomón, pero que él no compuso el libro en ningún sentido. De hecho, la afirmación en 1 Reyes 4:32: «Pronunció tres mil proverbios» implica que sus declaraciones fueron registradas por otros, y no escritas por él mismo, y el encabezamiento del capítulo 25 de nuestro libro sugiere que los «hombres de Ezequías» recopilaron los supuestos dichos de Salomón de diversas fuentes, una de las cuales es la colección contenida en los capítulos anteriores. ' Cf. xxv. 24 (xxi. 9), xxvi. 22 (xviii. 8), xxvii. 12 (xxii. 3), xxvii.

13 (xx. 16), xxvi. 13 (xxii. 13), xxvi. 15 (xix. 24), xxviii. 6 (xix. i^,

xxviii. I9(xii. ii), xxix. 13 (xxii. 2) ; to which add xxvii. 15 (xix. 13),

xxvii. 21 (xvii. 3), xxix, 22 (xv. 18).

Las palabras iniciales del libro, entonces, —«Los Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel»— no deben interpretarse como una afirmación de que todo lo que sigue surgió de la pluma de Salomón, sino más bien como una descripción general y una idea clave del tema del tratado. Es como si el compilador quisiera decir: «Este es un compendio de esos dichos sabios que circulan entre nosotros, cuyo modelo y tipo se puede encontrar en los proverbios atribuidos al más sabio de los hombres, el rey Salomón». Que esta es la manera en que debemos entender el título se hace evidente cuando encontramos en el libro un pasaje descrito como «los dichos de los sabios» (xxiv. 23-34), un capítulo claramente titulado «Las palabras de Agur» y otro párrafo titulado «Las palabras del rey Lemuel». Dejando de lado la visión tradicional de la autoría, el contenido puede delinearse y caracterizarse brevemente. El cuerpo principal de Proverbios es la colección que comienza en el capítulo x, «Los Proverbios de Salomón», y termina en el xxii. 16. Esta colección tiene ciertas características distintivas que la distinguen de todo lo anterior y de todo lo que sigue.

Se trata, en sentido estricto, de una colección de proverbios, es decir, de dichos breves y concisos, que a veces contienen una similitud, pero que generalmente consisten en un único sentimiento moral antitético, tal como surge y se difunde en toda sociedad humana. Todos estos proverbios son idénticos en su forma: cada uno se expresa con una distinción; la aparente excepción en el capítulo XIX, capítulo 7, se explica por el hecho obvio de que la tercera cláusula es el fragmento mutilado de otro proverbio, que en la LXX aparece completo: Como la forma es la misma en todos, la tendencia general de su enseñanza es bastante uniforme; la moralidad inculcada no es de un tipo muy elevado; los motivos para la conducta correcta son principalmente prudenciales; No hay sentido de misterio ni asombro, ni tendencia a la especulación ni a la duda; «Sé bueno y prosperarás; sé malo y sufrirás», es la suma del todo.

Se encuentran algunos preceptos dispersos que parecen alcanzar un nivel superior y transmitir un aire más espiritual; y es posible, como se ha sugerido, que estos fueran añadidos por el autor de EL LIBRO DE PROVERBIOS, capítulos I-IX, al revisar y publicar la compilación. Un sentimiento como el de 14:34 concuerda con la declaración de la Sabiduría en 8:15 y 16. Y la serie de proverbios agrupados según el principio de que todos contienen el nombre de Yahvé, 15:33-16:7 (cf. 16:20 y 33), parece estar estrechamente vinculada con los primeros capítulos del libro. Suponiendo que los proverbios de esta colección provienen del mismo período y reflejan las condiciones sociales imperantes, se podría decir que apuntan a una época de relativa sencillez y pureza, cuando la principal actividad era labrar la tierra, cuando los dichos de los sabios eran valorados por una comunidad sencilla, cuando la vida familiar era pura, la esposa era honrada (xii. 4; xviii. 22; xix. 14) y se mantenía la patria potestad, y cuando el rey aún era digno de respeto, el instrumento inmediato y obediente del gobierno divino (xxi. 1). Toda la colección parece datar de los primeros y más felices tiempos de la monarquía.

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