LA VIDA DE ESTER *SMITH* 1-8

 LA VIDA DE ESTER,

POR  DANIEL SMITH

¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! —Romanos 11:33

NEW YORK

1840

LA VIDA DE ESTER *SMITH* 1-8

LA VIDA DE ESTER  CAPÍTULO I.

Los judíos en el exilio — Dispersos por las provincias del imperio persa — Asesinato de Jerjes y Darío — Asuero asciende al trono — Una gran fiesta — Templanza.

 El último capítulo del segundo libro de los Reyes nos presenta un panorama triste. Allí vemos al pueblo de Dios, una vez favorecido, recaer en la idolatría. Han olvidado al Dios de sus padres, han abandonado su adoración y han despreciado a sus profetas, y el día de su calamidad ha llegado. Se oye el ruido de un ejército que avanza. El pisoteo de los caballos, el estruendo de los carros, los gritos de multitudes de arqueros y lanceros resuenan por las colinas de Judea. Nabucodonosor, el azote de las naciones, llega a la cabeza de sus huestes y recorre la tierra como un tornado desolador. Las ciudades de Judea son devastadas, Jerusalén misma es tomada, sus torres desmanteladas, sus murallas derribadas y su magnífico templo incendiado.

A continuación, contemplamos una larga comitiva, compuesta por nobles, damas, sacerdotes, artesanos, oficiales, padres e hijos, madres e hijas, que serpentean lentamente por los caminos y desfiladeros que los llevan desde su ciudad natal.

 El dolor se refleja en cada rostro; los profundos suspiros, las lágrimas derramadas, las largas miradas que dirigen a sus hogares, agradables pero ahora desolados, evidencian la profunda angustia de esa triste compañía.

Estos israelitas cautivos se encaminan al exilio; VIDA DE ESTER. Son llevados por los vencedores hacia Babilonia. Han transcurrido años; han llegado al final de su viaje y se han distribuido por diferentes provincias del gran imperio babilónico. Nabucodonosor ha muerto, y sucesivos monarcas han ocupado el trono, hasta que la propia Babilonia ha cedido ante las armas de los medos, y Ciro, el conquistador, reina en lugar de los descendientes de Nabucodonosor. Bajo este sabio y equitativo príncipe, se emite un edicto que permite a los judíos regresar y reconstruir su templo, y sentarse de nuevo bajo su propia vid e higuera en la tierra de sus padres. Muchos se acogen al privilegio así concedido y regresan a los sepulcros de sus padres y a la adoración tranquila del Dios de sus padres. Pero muchos otros se han asentado y se han reconciliado con su exilio; sus posesiones y asociaciones, sus hábitos y perspectivas los llevan a preferir su situación actual a las dificultades, los peligros y las privaciones de un regreso a Judea.