EDÉN PERDIDO Y GANADO
ESTUDIOS DE LA HISTORIA TEMPRANA Y EL DESTINO FINAL DEL HOMBRE SEGÚN LO ENSEÑAN LA NATURALEZA Y LA REVELACIÓN
BY
SIR J. WILLIAM DAWSON
NEW YORK-TORONTO
1906
EDÉN PERDIDO Y GANADO *SIR DAWSON* 1-6
PREFACIO
Ha llegado el momento en que la Ciencia de la Tierra y del Hombre debe tomar una postura más audaz que hasta ahora en la cuestión de la validez de la crítica literaria e histórica, que trata con tanta libertad los primeros libros de las Escrituras Hebreas. Estos registros se presentan al estudiante de la naturaleza en aspectos especiales. Solo él puede apreciar plenamente la evidencia interna que proporcionan de antigüedad y concordancia con los restos y monumentos anteriores de nuestra especie. Solo él puede medir su concordancia con los hechos físicos observables en relación con el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. El campo de investigación en estas direcciones ya es amplio y prometedor, y se amplía cada día; y hay razones para creer que, si se ocupa de una ciencia natural ilustrada y un estudio inteligente y reverente de la Biblia, no solo puede resistir las fuerzas agresivas de la filosofía agnóstica y la crítica destructiva, sino que también puede producir mucha evidencia nueva de la hermosa congruencia de la Antiguo y Nuevo Testamento, y de la historia, tanto con la naturaleza como con el hombre.
Promover en cierta medida este objetivo, tan vital para el progreso de la civilización y los más altos intereses de la humanidad, es el propósito de los siguientes artículos, que aparecieron originalmente en el Expositor y ahora se recopilan con algunas adiciones y enmiendas.
J.W.D.
PARTE I
RESPETO A LAS PROBABILIDADES FÍSICAS E HISTÓRICAS LA AUTORÍA Y AUTORIDAD DE LOS LIBROS MISAICOS
NUESTRO PUNTO DE VISTA
Los estudiosos de la naturaleza, que también son cristianos, tienen especial interés en las controversias pendientes respecto al Pentateuco. Los métodos de análisis crítico que se aplican actualmente a esos libros, al referirse mucho más a minuciosidades de la forma lingüística externa que a la realidad sustancial, nos parecen necesariamente superficiales y poco científicos a quienes estamos acostumbrados a tratar con hechos naturales ciertos o verificables, mientras que sus resultados son, en el mejor de los casos, insatisfactorios.
Si desacreditaran, aunque fuera por un tiempo, el testimonio de los primeros libros de nuestra Biblia, las consecuencias podrían ser graves para el progreso de la ciencia, así como para los intereses superiores de la sociedad en general.
Para la ciencia, estos libros han sido de inestimable valor, al establecer en la mente popular una amplia base para el trabajo científico. Su claro testimonio de la unidad de la naturaleza, como producto de un solo designio, de la unidad del hombre, del desarrollo progresivo de la obra creativa y de la regulación de todas las cosas por una ley invariable, ha emancipado la mente humana de las tendencias más hostiles al progreso de la verdad.
Por falta de esta influencia en tiempos pasados, e incluso en ciertos lugares, el estudio científico de la naturaleza se ha visto obstaculizado, por un lado, por la intolerancia eclesiástica y las supersticiones paganas, y por otro, por disturbios populares y movimientos revolucionarios extremos.
La experiencia pasada nos advierte que incluso la generación actual puede ver arrasada toda ciencia, excepto aquella que promueve inmediatamente la riqueza nacional o las artes de defensa y destrucción.
Esto puede suceder a manos de una persona imprudente, de una democracia o de una intolerancia brutal; pero esto nunca podrá suceder mientras la Biblia sea un libro de uso diario
Otro aspecto de este asunto afecta a un plano superior al de las ciencias naturales. Muchos de los críticos bíblicos más avanzados no se avergüenzan de atribuir fraude e incluso conspiración a los autores de los primeros libros de la Biblia, y sin embargo, estos críticos profesan atribuir a estos documentos falsificados cierto valor religioso. Tal oblicuidad moral es un arma de doble filo, que ataca por todos lados los intereses de la sociedad y debe tener una poderosa influencia a favor de aquellas causas de desintegración moral que la ciencia y la humanidad tienen tantos motivos para temer.
La influencia refleja de estas ideas en el cristianismo mismo es también gravísima.
El Antiguo Testamento constituye el fundamento histórico del cristianismo, sobre el cual Jesús y sus discípulos construyeron todo su sistema de creencias, y de cuya autenticidad y validez dieron el testimonio más firme. Si se elimina este fundamento, la enseñanza de Cristo y los apóstoles podría llegar a ser tan inútil como la de los sacerdotes y escribas que supuestamente le endosaron un Deuteronomio ficticio al buen rey Josías.
Estas consideraciones son al menos suficientes para justificar una investigación y un escrutinio minuciosos, aunque amistosos, de los resultados de la alta crítica.
Cabe añadir que la Biblia es un libro repleto de referencias a hechos naturales y a problemas relacionados con la historia temprana del hombre, que pertenecen al ámbito de la arqueología, y que en nuestra época el pico y la pala del excavador, las mediciones y observaciones del topógrafo y el geólogo, las colecciones del zoólogo y el botánico, y el estudio de monumentos e inscripciones antiguas, han arrojado un torrente de luz sobre partes previamente oscuras de la Sagrada Escritura.
El científico puede así reclamar el derecho, aunque sea con humildad y cautela, de estudiar por sí mismo, desde su propio punto de vista, estos antiguos registros y de presentar al mundo, al menos como sugerencias de investigación, los puntos que le llaman la atención en su lectura del Antiguo Testamento, por insignificantes que parezcan a juicio de los especialistas literarios. Como estudioso de la naturaleza y la Biblia, me propongo humildemente hacerlo.
No ignoro los males que amenazan a la humanidad debido a la evolución agnóstica, y que esta ha sido excesivamente fomentada por los científicos; pero los evolucionistas y los críticos avanzados han unido sus fuerzas desde hace mucho tiempo, y el verdadero cristianismo y la verdadera ciencia se enfrentan ahora a ambos.
Sin embargo, no es necesario ser pesimista. La observación y el estudio de cincuenta años me han mostrado el auge y la caída de varios sistemas de filosofía y crítica, y la Palabra de Dios aún perdura y su influencia se amplía.
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