martes, 6 de mayo de 2025

COMO UN VIENTO RECIO 1-6

 COMO UN

VIENTO RECIO

1-6

RECONOCIMIENTOS

Se extiende un reconocimiento especial a Elaine Rea y a Juan Sinclair por su

cooperación en reunir el material de este libro. He contraído una deuda de

gratitud con Blanche Miller por copiar el manuscrito, y con Jan Franzen, por su

ayuda en editarlo.

PREFACIO

Cuatro noches antes del golpe comunista en Indonesia, que estuvo a punto de alcanzar el éxito en 1965, Dios en su soberanía comenzó a derramar su Espíritu Santo en un pequeño pueblo en la casi desconocida isla de Timor.

Advirtió a los creyentes que oraran, y el país fue extraordinariamente salvado.

De inmediato se organizaron equipos de laicos que comenzaron a viajar por Timor y las islas adyacentes proclamando el evangelio, sanando a los enfermos y resucitando a los muertos. Los milagros que ocurrieron después del día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino primero como “un viento recio”, se han repetido en nuestros días.

Dios ha enviado un mensajero del interior de ese avivamiento a los países del Occidente con un informe conmovedor respecto de sus obras maravillosas.

Pero este hombre presenta asimismo un mensaje muy necesario para nuestras iglesias. Su mensaje es el siguiente: “Retornemos a la sencillez de la Palabra de Dios.”

Hay aquí motivos para que el creyente intelectual no relegue los dones del Espíritu Santo al primer siglo de la iglesia. Hay aquí principios básicos para aquellos que afirman ser bautizados en el Espíritu Santo. Mel Tari recalca que el Espíritu de Dios no solamente trae poder, sino también amor y disciplina. (2 Timoteo 1:7.)

INTRODUCCION

Agua convertida en vino Hombres resucitados. La capacidad de ingerir veneno sin sufrir daño; de cruzar caminando un río de unos nueve metros de profundidad...

Milagros como éstos, realizados en los días bíblicos, han sido descartados con frecuencia en la década del setenta. Pero se repiten hoy en circunstancias que hombres, mujeres y niños creen sencillamente en Dios y proceden según sus promesas.

¿El lugar? Indonesia — un conjunto de islas en el Pacífico que pasa hoy por lo que quizá sea uno de los más grandes avivamientos del siglo XX.

Cuando Stanley Mooneyham, vicepresidente de relaciones internacionales de la Asociación Evangelística BilIy Graham, informó de los milagros (revista Christian Li! e, noviembre de 1967), dijo:  Lo que el Espíritu Santo realiza hoy en Indonesia se aproxima más que cualquier otra cosa a un nuevo capítulo del libro de los Hechos. La Sociedad Bíblica de Indonesia que procura determinar los resultados, ha descubierto que es imposible mantenerse a la altura de las estadísticas. Iglesias en la región central de Java, por ejemplo, que tenían 30.000 miembros en 1961, ahora tienen más de 100.000. . .“

El avivamiento comenzó en la ciudad de Soe en la isla de Timor, en el grupo de las pequeñas islas de la Sonda y continúa en virtud de la labor de equipos evangelísticos.

Cuando el señor Mooneyham entrevistó al reverendo A. J. B. Thomas, pastor metodista en Bandung, éste dijo: “Esta gente es muy primitiva. Siempre ha vivido en el mundo del espíritu, y entiende fácilmente el conflicto entre Dios y los espíritus malos. Animados de una fe como la de un niño, los milagros no son para ellos problema alguno.”

Mooneyham cree que vivimos en los umbrales mismos de la época cuando el evangelio se desplazará del Asia hacia el resto del mundo.

Uno de los hombres que ha salido con el mensaje es Melchior Tari, conocido más comúnmente como Mel, que tenía 18 años cuando comenzó el avivamiento. Ahora a la edad de 24 años, Mel ha cruzado de una parte a otra los Estados Unidos y Europa, dependiendo solamente en Dios para la provisión de sus necesidades.

—Los Editores

1. En Dios confiamos

El corazón me latía con violencia en circunstancias que el colosal jet de la Pan American rugía a lo largo de la pista en el aeropuerto de Yakarta, para luego levantar el vuelo. De pronto las pequeñas islas de Indonesia se parecían a enormes hojas de plátano.

Al poco poco rato la densa jungla y las chozas de mi pueblo quedaban sólo en mi recuerdo.

Yo —Meichior Tari, un indonesio insignificante, pequeño y sin instrucción— me hallaba de camino a los Estados Unidos.

En mi bolsillo acariciaba la moneda de cincuenta centavos que uno de mis amigos me había dado. La saqué del bolsillo, y como lo había hecho muchas veces, leí atentamente las palabras: “En Dios confiamos.”

“Los Estados Unidos deben ser como el cielo en la tierra”, pensé. “Tanto el gobierno como su pueblo confían en Dios. Cada vez que gastan dinero, se acuerdan de Dios.”

—Dios, ¿Estás seguro que tengo un mensaje para los Estados Unidos? —le pregunté.

El avión siguió subiendo hasta que nos hallábamos muy por encima de las

nubes, y mis pensamientos retornaron a aquel día en 1967.

—Mel —me había dicho Dios—, te voy a mandar a los Estados Unidos para que les cuentes acerca de mí.

“¡Eso es imposible!”, pensé. “No hay manera. Necesitaría más dinero del que podría ahorrar durante el resto de mi vida.”

—No te preocupes —me dijo el Señor—. Te he llamado y te abriré el camino.

Cuando se inició el avivamiento en Indonesia, muchos recibieron mensajes proféticos de Dios de que él los enviaría de Indonesia a todo el mundo. En aquellos días no teníamos ninguna idea respecto de quiénes enviaría el Señor.

Pero me puse a pensar, especialmente antes de unirme a uno de los equipos, de que si yo era uno de los escogidos, sería muy lindo.

Precisamente por esta razón Dios no me permitió unirme al primer equipo que salió con el evangelio. Tuve que esperar hasta que fuese organizado el equipo número 42 para ser elegido. Dios quería que me inspirasen los motivos justos.

Un día oré con desesperación diciendo: —Señor, ¿por qué no me eliges a mí? Has elegido a mi hermana y ella no es más espiritual ni mejor que yo. En realidad ella es peor que yo en muchas cosas. Cuando me comparas con los demás, me encuentro tan capacitado como ellos, Señor, o quizá aún más.

Dios me habló con una voz suave y delicada.

Mel, tus motivos son equivocados. Quieres servirme pero no en los sitios difíciles de la jungla. Quieres viajar por todo el mundo, y eso no es correcto. Así que no te puedo usar ahora.

Finalmente me arrepentí de esos motivos tontos, y fui llamado para formar parte de un equipo, tres meses después de haberse iniciado el avivamiento.

Dos años más tarde, Dios me habló de nuevo. Esta vez me dijo que debía ir a los Estados Unidos. Para aquel entonces había perdido interés en partir de Indonesia. Mi mente estaba confusa a raíz de las ideas que había recibido de los misioneros.

 Me habían dicho que si alguno de nosotros iba a los Estados

Unidos seríamos afectados por el dinero, los automóviles, los ricos alimentos y otros lujos que casi todos disfrutaban en los Estados Unidos.

Pero después de semanas de leer la Biblia y orar, comprendí que el trasladarme a los Estados Unidos constituía el plan de Dios para mí. Aún así Dios me hizo esperar. Me indicó con claridad que debía viajar a los Estados Unidos en 1970 y no antes.

El diablo casi me hizo viajar un año antes.

En 1969 una familia de los Estados Unidos me envió un telegrama y el dinero

para mi vuelo, pero Dios me dijo con claridad: —No lo tomes.

Les agradecí pero manifesté: “Lo lamento. Pero aún no ha llegado el momento

oportuno.”

—Mel, eres un tonto—, me dijeron mis amigos—. Si recibiste el dinero, puedes deducir que era de Dios y debías de haberlo tomado. ¿No quieres ir?

—Seguro que quiero ir a los Estados Unidos, pero aún no es el tiempo oportuno —les contesté.

Dios dice: “iVe!”

Un año después, el Señor me dijo: —Ahora es el momento de ir.

De manera que acudí a los creyentes para que confirmaran el llamado.

—Le pido que ore por mí —le dije a una de mis hermanas en la fe—. Necesito

las directivas divinas para algo de mucha importancia.

—Qué quieres saber? —me preguntó.

—No le puedo decir, porque usted lo pensaría, y si le gustaba la idea diría “Sí”,

y si no le gustaba la idea diría “No”, y yo tendría solamente su opinión y no la

de Dios. De manera que yo oraré, y mientras lo hago, usted observe la

televisión de Dios y dígame lo que ocurre.

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